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ISTA Ver con El, por El, y en El


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2012  •  6.210 Palabras (25 Páginas)  •  468 Visitas

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ISTA

Ver con El, por El, y en El

(algo sobre la visión desde cierta teología cristiana)

Ver es un regalo de Dios. Estar abierto a todo. Percibir en el rostro de alguien mucho más que lo que se ve. Ver con el corazón. Corazón de Jesús, en el que late el mundo. Creación que refleja a su diseñador, tan inteligente que la dejó en libertad.

Tan amor que dió su vida por ella. Dios pudoroso, que no nos abruma con su poder. Que deja las teofanías rimbombantes para manifestarse en la vida del humilde obrero, en un pueblo insignificante. Dios luz, en quién vemos todas las cosas, pero a quien no vemos. Solo el Hijo lo vió, y lo manifiesta. Hasta que Dios sea todo en todos. Hasta que todos seamos plenamente Cristo.

Pablo dice: ahora vemos como en un espejo, borrosamente; después lo contemplaremos cara a cara. Pero, ¿ver a Dios no significaba morir?. Sería lógico.

Pero la lógica del Amor nos destruye para resucitarnos. Purifica nuestra mirada para que veamos por primera vez, a veces recién después de muchos años. Viene a nuestro encuentro, y nos invita a un camino que nos lleva.

Las religiones hablan de conversión, de iluminación. El encuentro inesperado con lo sagrado y la iniciación trabajosa se mezclan en distintas proporciones. Parte de ese proceso es la conciencia de la obscuridad. Ceguera que se descubre en parte culpable, y en parte purificadora, como preparación para una luz diferente. Conciencia de una ausencia, tan fuerte en el siglo XX, que dispone para una presencia más plena. O para una mirada recién nacida, de nuevo.

Vemos porque necesitamos. Dios nos ve porque quiere necesitar de nosotros. Por amor. Nos mostramos porque estamos hechos para los demás. Dios se muestra, creándonos y salvándonos.

Todo lo que existe se muestra y se oculta, en distintos grados, según su ser. Quién más conciente de sí es, y más tiene para dar, más puede reservarse, por respeto. Atendiendo a quien tiene delante, y su capacidad de recibir y de responder.

A veces el hombre busca solo para dominar, quiere conocer para fabricar y vender, y nada más. O muestra para ostentar, para condicionar, para ocultar. Ansia desenfrenada de verlo todo, para no ver nada, nada que comprometa. Tal vez por no querer pasar por la cruz. O no detenerse a pensar. La "teoría" deja de ser una celebración religiosa, para convertirse en residuo industrial.

Pero podemos ver. La belleza de Dios sigue sacándonos de las casillas. Su forma se ve en aquellos que dejan que El los forme. En los santos. Que son los que aman a fondo. En ellos resplandece la forma de Cristo. Aunque no lo conozcan.

Cristo encarnado, que asume toda forma humana. Ver a Dios en todo hombre, especialmente en el más desfigurado. La presencia de Jesús en él es tan real como en la Eucaristía. Hace falta la misma fe, para reconocerlo en uno y en otra.

Cristo en la Iglesia, en sus gestos y palabras, en su liturgia, en su caridad.

Ver a Dios, esperanza que alienta en la historia. Religión que puede ser el opio del pueblo, una proyección de la imagen paterna, o falso refugio en el fracaso. Pero que mucho más auténticamente es sensibilidad para ese encuentro que nos lanza hacia adelante, concientes de nuestra imperfección, pero esperando ser vivificados plenamente por esa presencia que nos llama. Fe que puede ayudar a ver las mejores posibilidades de una sociedad, o de una persona.

Fe inteligente que derriba los ídolos que continuamente se renuevan, desde sí misma, desde sus aledaños, o desde fuera. Idolos heréticos u ortodoxos. Mitos antiguos o nuevos. Desde la moderna fe en el progreso, por la técnica y el Estado, hasta la actual en "pasarla bien y divertirse".

Necesitamos una "nueva inocencia", una capacidad de percibir lo simbólico, de manera crítica, pero real. Una nueva capacidad para la belleza, para unir la inteligencia y la imaginación de un modo que va más allá de la razón ilustrada, o de las ideas claras y distintas, que demostraron ser tan engañosas como el fantasma más barato. O cómplices. Y no es que haya que volver al barroquismo de interminables asociaciones y metáforas, o de deconstructivismos adolescentes. Pero sí reeducarnos, aunar ancestral sabiduría de vida con la moderna razón crítica y eficacia productiva. Recuperar la capacidad de ver más allá de lo que podemos medir y producir, comprar y vender.

Dejarnos inmplicar por el organismo del mundo, y de las culturas.

Como argentinos, no solamente abrir nuestros ojos a las innumerables agachadas, ajenas y propias, sino ser capaces de crear nuevos símbolos de nuestro deseo de ser nación. Nuevos acuerdos, consensuados, públicos, visibles. Sobre lo básico. Controlables.

LLamados a mostrar, a ser testigos, de lo único que es digno de fe, el amor. A valorar la capacidad de la única manera de dar forma, sin violentar. A crear instituciones de la libertad. A pasar de la solidaridad ante las catástrofes, a la honestidad cotidiana, que no aparece en televisión, pero que es mucho más eficaz.

Negarnos a ver el espectáculo degradante, el falso acontecimiento estupidizante, el palco de caretas.

Acercarnos a observar al compañero que trabaja humildemente, al estudiante que es realmente tal, a quien se ocupa de su comunidad. Aprender de los otros. Purificar el corazón.

"La promesa de Dios es ciertamente tan grande que supera toda felicidad imaginable. ¿Quién, en efecto, podrá desear un bien superior, si en la visión de Dios lo tiene todo? ... la vida sin fin, la incorruptibilidad eterna, la felicidad imperecedera, la alegría ininterrumpida, la verdadera luz, el sonido espiritual y dulce, la gloria inaccesible, el júbilo perpetuo y, en resumen, todo bien.

Pero, la condición para ver a Dios es un corazón puro, y ante esta consideración, mi mente duda de si esta pureza de corazón es de aquellas cosas imposibles y que superan nuestra naturaleza.

Si en todas las cosas existe una ley acomodada a su naturaleza, y Dios no obliga a nada que esté por encima de la propia naturaleza, no hay que desesperar de alcanzar la felicidad que se nos propone. Esta pureza de corazón no es algo inalcanzable." (San Gregorio de Nisa, s. IV)

"Gandhi decía que la libertad de la patria le importaba un bledo, porque lo importante era la libertad del hombre. Tenía una visión clarísima de las prioridades: primero Dios y descubrir ese tesoro que está dentro del hombre. Decía: ‘Tengo para mí que el fin de la vida es la visión de Dios, y he de conseguirlo, si es preciso,

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