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Jurjo Torres


Enviado por   •  25 de Octubre de 2014  •  632 Palabras (3 Páginas)  •  216 Visitas

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Todos los sistemas educativos tienden a oscilar entre dos polos discursivos, por una parte las que defienden que la educación es una de las vías privilegiadas para paliar y corregir las disfunciones de las que se resiente el modelo socioeconómico y cultural vigente y, por otra, las que sostienen que las instituciones educativas pueden ejercer un papel decisivo en la transformación y el cambio de los modelos de sociedad de los que venimos participando.

Los sistemas educativos y, por tanto, las instituciones educativas guardan siempre una relación estrecha con otras esferas de la sociedad. Lo que en cada una de ellas sucede repercute, con mayor o menor intensidad, en las demás. De ahí que, a la hora de reflexionar sobre la política educativa, sobre las instituciones escolares y los curricula que planifican y desarrollan, sea necesario contemplarlos desde ópticas que van más allá de los estrechos límites de las aulas.

Las relaciones laborales e intercambio, la producción cultural y el debate político van a tener algún reflejo en las instituciones y aulas escolares.

Los proyectos curriculares, los contenidos de la enseñanza, los materiales didácticos, las conductas del alumnado y del profesorado, etc.., no son algo que podamos contemplar como cuestiones técnicas y neutrales, al margen de las ideologías y de lo que sucede en otras dimensiones de la sociedad, tales como la economía, cultural y política. Al contrario, gran parte de las decisiones que se toman en el ámbito educativo y de los comportamientos que aquí se producen están condicionados o mediados por acontecimientos y peculiaridades de esas otras esferas de la sociedad.

El sistema educativo y, por tanto, las instituciones escolares son una construcción social e histórica.

Las practicas escolares tal como me vienen realizando en las últimas décadas, acostumbran a regirse por el esquema simplista de un profesorado que sabe mucho y un alumnado que apenas sabe nada y que, por consiguiente, necesita aprender mediante la enseñanza toda una serie de asignaturas con nombres como matemáticas, geografía e historia, lenguaje, o educación física. Todo ello acompañado de una estrategia metodológica muy condicionada por recursos didácticos como los libros de texto, así como de un sistema de evaluación reducido así exclusivamente a lo que conocemos como exámenes que avalan ante el resto de la sociedad los meritos y deméritos alcanzados por el alumno. Un modelo donde no se acostumbra a cuestionar de forma explícita otras posibles responsabilidades que no sean las del propio estudiante.

Un modelo sustentador de una escuela donde cada estudiante debe autoconocerse como ignorante y, por tanto, a quien se le niega la capacidad o posibilidad de negociar democráticamente lo que se le ofrece etiquetado como de interés para cada persona a título individual y para toda la sociedad, según llega a decidirse.

Pero

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