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LA COLUMNA DE HIERRO


Enviado por   •  15 de Enero de 2014  •  11.306 Palabras (46 Páginas)  •  338 Visitas

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LA COLUMNA DE HIERRO CICERÓN Y EL ESPLENDOR DEL IMPERIO ROMANO TAYLOR CALDWELL Marco Tulio Cicerón aquel Gran Romano, fue un personaje polifacético: poeta, orador, amante, patriota, político, esposo y padre; amigo, autor, abogado, hermano e hijo, moralista y filosofo. Fue un romano escéptico, era también muy devoto, un místico y un filósofo, que finalmente fue nombrado miembro del Consejo de Augures de Roma y fue teniendo en gran estima por el sabio Colegio de Pontífices. Su actuación como cónsul de Roma. Sus casos judiciales son famosos. PRIMERA PARTE Infancia y juventud. Marco Tulio Cicerón, no era un hombre irritable por naturaleza, sino amable y cariñoso, siempre un poco abstraído, el cual se encontraba muy enfermo a culpa de la Malaria, la cual le había causado graves problemas en los pulmones. Su padre también se llamaba Marco Tulio Cicerón, el cual era un anciano muy sabio, algo testarudo, Marco Tulio estaba casado con Helvía una hembra robusta, la cual se encontraba embarazada y estaba a punto de aliviarse, y en esos momentos nada hacia mas feliz que su esposo estuviera presente cuando diera a luz, si al verse en una situación en la cual no podía levantarse su padre le ayudo motivándolo para ver nacer a su primogénito. Cuando se dirigía al lugar en donde Helvía daría a luz, cruzo por unos ventanales en donde se podía ver como la nieva cubría los jardines, Marco Tulio no le hacía gracia la gente sana que amaba los inviernos. Ni Marco Tulio ni su padre concebían que Helvia necesitara consuelo o ayuda de alguien, porque era una mujer valerosa. Con poco esfuerzo y confusión nació el niño, el 3 de enero del año 648 día de la fundación de Roma, hijo de Marco Tulio Cicerón y de Helvia, su joven esposa, y como es natural le fue impuesto asimismo el nombre de Marco Tulio Cicerón. El niño era la viva imagen de Helvia, no se parecía en nada al padre, tenia toda expresión de su noble madre, señora, y con una aureola de grandeza. Se mencionaba que seria un gran héroe de Roma. Años después la imposición de dicho nombre y para no haber confusión, dejaron de llamar al padre Marco Tulio, pasando a ser simplemente Tulio, lo que ponía furioso al abuelo, el cual exigió que lo llamaran , que es el nombre que ahora se le debía. La familia no vivía propiamente en Arpinum, pero gozaba con sus habitantes de la franquicia de Roma, por lo tanto, eran ciudadanos romanos. El abuelo había nacido en La Isla de río junto a Arpinum; lugar donde también su hijo Tulio había nacido, al igual que el pequeño Marco, aunque delgado como su padre y sujeto a inflamaciones, había andado solo a la prodigiosa edad de ocho meses y a los dos años ya poseía un formidable vocabulario. Tenía la cabeza alargada de Tulio, su fino pelo castaño, su redondeada barbilla y su boca delicada. De su madre, tenia además de sus ojos, la calma y la constancia. El niño a su corta edad comprendía a la perfección el lenguaje y el sentido con que su padre le hablaba. Tulio ofreció a su hijo a Dios, suplicando piedad para él y que lo mantuviera a salvo del deshonor y la codicia, la crueldad y la locura, que no evitara el combate pero sólo se dispusiera a entrar en él en nombre de la justicia, y que no temiera jamás a ningún otro hombre ni a nada más que aquel o a aquello que pudiera manchar su alma. Cuatro años después nació Quinto Cicerón, hermano de Marco, el cual era un niño mucho mayor a Marco al nacer, más alegre y ruidoso, más guapo y con la misma cara de la madre. Tenía su mismo pelo negro rizado, sus lozanos colores, su anchura de hombros y sus miembros rollizos, “un soldado en miniatura”. Tulio descubrió que Marco era su hijo favorito ofreciéndole ingenuamente su bulla, y decidió que debería recibir una mejor educación de la que había estando recibiendo. Y que ya era hora de que aprendiera el idioma Griego, la lengua de los hombres cultos. Así que tulio hizo un viaje a Antioquia la cuidad en la cual había recibido la enseñanza de Arquías, el poeta e intelectual griego, y convenció al maestro para que lo acompañara a la isla familiar para enseñarle a su hijo mayor. El poeta se dio cuenta inmediatamente de que el padre no había exagerado cuando le habló de la gran capacidad de asimilación de su hijo y de su carácter cariñoso. Arquías se estableció en la isla y llegó a tomar un gran cariño a su pequeño discípulo, cariño que el poeta había de guardarle toda la vida. Arquías como todos los atenienses, era de movimientos y oratoria rápida a pesar de su carácter contemplativo, tenía un gran sentido del humor y era muy reposado enseñando; también era muy prudente, juicioso e intuitivo. Arquías se había dado cuenta que Marco tenia una mente prodigiosa tal como le había dicho Tulio. Cuando Marco tenía siete años, escribió: “Se erige la mejor arquitectura cuando el arquitecto levanta sus templos considerando como aparecerán a la vista de Dios y no a la vista de los hombres. Los edificios que sólo han sido creados de acuerdo con la naturaleza de los hombres son groseros, reflejan las necesidades de su cuerpo y no las de su alma” Marco siempre se sentía inquieto cuando oía algún ataque contra los romanos, a pesar de su buen carácter. A pesar de las esperanzas de Arquías, Marco no llegó a ser un verdadero poeta lírico, pero pronto comenzó a escribir una prosa maravillosa, leyendo lo que había escrito con una voz que encantaba a su maestro, tan poderosa, tan segura y tan elocuente, en el carácter de Marco había el hierro de los antiguos romanos, aunque su modo de ser todavía alegre y tan etéreo como el polvillo de oro. Arquías tenía su propia opinión sobre los romanos y sus tradiciones. –Roma es vulgar, ha imitado a Grecia servilmente-. Una día jugando Marco con su hermanito Quinto, se percato que a pesar de su edad, lo superaba en varias pruebas físicas, tomando un descanso, el cual les sirvió para pensar y decirse mutuamente que es lo que cada uno quería ser cuando fueran adultos, a lo que Quinto respondió –Yo seré general de Roma. Y Marco –Yo seré abogado y quizá cónsul. De lo cual Quinto no sabia ni que era eso, pero miraba a su hermano con gran admiración. Percatándose de esto Marco menciona: no hay nada más noble que la Ley, pues distingue a los hombres de las bestias, porque éstas se rigen tan sólo por el instinto y el hombre es gobernado por las leyes de su espíritu y, por lo tanto, es libre. Tulio no se sentía satisfecho de que su salud le obligase a abandonar su amada isla durante los inviernos. Al cambiarse a Roma a su llegada conoce a un muchacho el cual se llamaba Cayo Julio César el cual era su vecino hijo Julio César y Aurelia. El muchachito le pregunta si tiene hijos a lo cual Tulio responde -Tengo un niño de tu edad que se llama Quinto Tulio Cicerón. Mi hijo mayor es Marco Tulio Cicerón, pero ha cumplido nueve años y no creo

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