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LA LIBERTAD HUMANA


Enviado por   •  4 de Mayo de 2015  •  8.126 Palabras (33 Páginas)  •  271 Visitas

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2.1. SEXTO TEMA: LA LIBERTAD HUMANA

Capacidad

Explicar la grandeza de la libertad humana, como la capacidad de la voluntad de inclinarse a un bien que la razón le indica.

2.3.1. Delimitación del término «Libertad»

Como ya hemos visto, la persona humana es una realidad que posee el ser en sí mismo, y por lo tanto es principio de sus operaciones, principalmente conocer y amar que son las operaciones específicamente humanas. El hombre posee unas enormes posibilidades de perfeccionamiento a través de estas operaciones: puede conocer cada vez más cosas y, sobre todo, puede cada vez amar más intensamente. Esas posibilidades no se dan ya perfeccionadas en acto desde un principio, sino que se deben perfeccionar en el tiempo. A ese proceso de perfeccionamiento algunos autores lo denominan «realización»; en el hombre es más preciso hablar de «autorrealización» porque su realización como persona en el plano dinámicoexistencial no procede de un principio extrínseco, o «desde fuera», sino que es una realización «desde dentro mismo del sujeto». El trozo de mármol se puede perfeccionar hasta llegar a ser el Moisés de Miguel Angel, pero su perfeccionamiento se produce gracias a la acción de un agente externo (el artista).

Sin embargo, el hombre con sus acciones libres se perfecciona a sí mismo (se «autoperfecciona»); con otras palabras, se convierte en protagonista de su vida, autor de su propia biografía. También apuntamos anteriormente que la realización como persona sólo se admite en el plano del obrar (dinámico-existencial), y no en el plano del ser (ontológico), puesto que la persona humana no se da el ser a sí misma. Por eso, sólo en el orden del obrar cabe hablar de «autorrealización». Se es persona desde el principio, y no hay que esperar a «hacerse» persona, como si se tratara de un ser «en potencia».

«Muchos autores de matriz existencialista y algunos personalistas subrayan que se es persona cuando se ejercita la propia libertad, si nos manifiesta autónomamente en cuanto tales. Pero para presentar una concepción positiva de la libertad es necesario fundarla sobre una noción metafísica de la persona (...). Como se ha dicho, o se es persona o no se puede llegar a serlo; la libertad viene ejercida en el tiempo y conoce diversas fases de maduración, pero en la existencia del individuo humano no le adviene ningún salto ontológico. Se en tiende que muchos autores quieran evitar el peligro de un llamado sustancialismo, pero el término sustancia, tomado y usado por la filosofía clásica, no es entendido como un substrato inmóvil de un individuo estático, sino como fuente de autonomía e inviolabilidad en la posesión del acto de ser». La existencia de la libertad en el hombre se puede captar mediante algunas experiencias profundamente humanas, entre las cuales pueden mencionarse las siguientes:

En primera instancia, acudiendo a la experiencia personal observamos que nos sentimos libres cuando no estamos obligados por ningún agente externo; cuando no hay obstáculos para hacer lo que queremos. A esta ausencia de coacción se le puede denominar «libertad de»; apunta hacia una de las dimensiones de la libertad pero se trata de una descripción meramente negativa. La libertad admite una caracterización positiva como la de «autoposesión», dominio de los propios actos. En este sentido, se habla de la «libertad para», puesto que es evidente que la libertad no es un fin en sí mismo, sino para «autodestinarnos» hacia aquello que queremos.

También experimentamos la libertad cuando captamos la no necesidad de nuestras acciones. Es decir, no sólo estamos libres de agentes externos, sino que en nosotros mismos captamos que no hay ningún principio intrínseco que nos fuerce a obrar de una manera u otra. La libertad «aparece perfectamente reflejada en la experiencia del ser humano, que se resume en la frase “podría, pero no es necesario”».

En tercer lugar, la experiencia de la responsabilidad manifiesta nuestra libertad, porque ser libre quiere decir «ser dueño de mis acciones», lo que implica también ser responsable de las mismas. Ser responsable equivale a ser capaz de «responder» de los propios actos, y esto lo hacemos en la medida en que esos actos nos «pertenecen»: por esta razón podemos explicar sus motivaciones. Si no se asume la responsabilidad de los actos estamos negando que se hicieran libremente. Responsabilidad es otro nombre de libertad o, si se prefiere, dos caras de la misma moneda. Ahora bien, ¿ante quién hemos de responder de nuestras acciones? En primera instancia, ante la propia conciencia personal: «La responsabilidad ante alguien, cuando se da integrada en la voz de la conciencia, coloca a mi propio ego en posición de juez de sí mismo (...). La responsabilidad ante alguien en el sentido de autorresponsabilidad parece corresponder a la autodependencia y autodeterminación propias del hombre; en esta correspondencia se expresa y encarna la voluntad y la libertad de la persona (...) Si el hombre en cuanto persona es el que se gobierna y posee a sí mismo, lo puede hacer porque, por una parte, es responsable de sí mismo y, por otra, en algunos sentidos es responsable ante sí mismo».

Otra experiencia de la libertad es la obligación de cumplir las promesas: Ser dueño de las propias acciones implica ser «dueño» de mi futuro. El hombre es capaz de prometer «poniéndose en el futuro»; en otras palabras, es capaz de determinarse o comprometerse. «Prometer es (...) poseerse en el futuro, proyectarse por encima del tiempo y en él, determinarse en un sentido concreto, garantizar que a través de cualesquiera vicisitudes, uno mismo será siempre uno mismo y estará siempre allí para alguien o para algo, de ésta o aquella manera y eso es poseerse en el futuro» 4. Por esta razón, cumplir las promesas o ser fiel a los compromisos adquiridos es una manifestación de libertad, de responsabilidad y coherencia. e) La indecisión supone también una buena prueba de la existencia de la libertad en el hombre. Aunque sea de manera negativa, captamos nuestra libertad en la conciencia de nuestra indeterminación de la voluntad. Ante las diversas alternativas que se nos presentan y cuando ninguna posee una fuerza determinante sobreviene la duda que sólo se vence con una decisión de la voluntad. De aquí deriva también el sentimiento de «angustia», que proviene de percibir las diversas posibilidades abiertas de elección y en la que el hombre puede fracasar. El sentimiento de angustia ha sido objeto de estudio por parte de la filosofía existencialista contemporánea.

Lo dicho hasta el momento nos muestra la experiencia de la libertad dentro de la conciencia humana. Sin embargo, no basta la mera experiencia

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