LA MUJER

LA MUJER

Ese tema…

ETHEL KRAUSE

Es de rigor hoy en día incluir el apartado “mujer” en toda suerte de congresos, encuentros e investigaciones. Es decir, las mujeres estamos en la categoría de tema, como el cine, la política, la cultura y demás. Somos, pues, un tema. Esto significa que estamos a discusión, peor aún, en entredicho. No somos cabalmente; existimos apenas como objeto de estudio en el laboratorio de la reflexión social. Estamos a prueba. Después de analizarnos, la sociedad decidirá qué somos exactamente y en qué estado nos encontramos. Por último, señalara los caminos que debemos seguir para el beneficio común.

Antes las mujeres éramos un misterio. Provocábamos terror, adoración o repulsión, pero siempre a distancia, como animales angélicos. A veces el énfasis se cargaba en nuestra zoología; otras, en nuestra celeste investidura. Pero ahora el mundo ha evolucionado, nos ha elevado a la categoría de tema. No hemos dejado de ser un misterio, sólo que ha perdido el aura metafísica, ya no requiere de invocaciones, ritos y exorcismos para ser elevado, o al menos, controlado; ahora pretende escudriñarse desde las ciencias modernas: la antropología, la psicología y la sociología.

De los hechiceros a los sicoanalistas,de los sacerdotes a los antropólogos, hemos transitado a la modernidad, tanto que nos hemos convertido en moda. Donde quiera aparecemos como inciso, capítulo, ponencia o mesa redonda. Estamos esperando saber qué se dice de nosotras, cómo se nos define y dónde habremos de ser colocadas, si en el pedestal o en el basurero.

Este es el verdadero problema. Esperar. Mientras la mitad de la humanidad piensa y actúa, la otra mitad espera y obedece. Mientras el hombre es arquitecto, cineasta, obrero, escritor y presidente, la mujer es mujer, y todavía no sabe qué es eso, y está esperando a ver quien la ayuda a descifrarse. Se ofende cuando se le acusa de parásita, vaca, perra o gata. Pero ¿acaso no está siéndolo? Parásita por mantenida, vaca por inconsciente, perra por obediente y gata por encimosa. Y si se prescinden de estos calificativos ¿Qué queda de la mujer? ¿Qué es? Pues un misterio. Y en el mejor de los casos, un tema para biólogos. Porque la mujer pretende definirse como especie biológica: hembra del mamífero superior, que en términos civiles se llama esposa y madre; en términos castizos, que se ayunta y pare.

Curiosamente la mujer se ha dedicado de manera casi exclusiva a ser hembra, pero no le gusta que se lo digan, supone que goza de elevada espiritualidad. Hace una cosa, dice otra, casi no piensa y termina creyendo lo que los demás le imponen, la reflexión como guía de la voluntad, que se expresa en la acción, es el proceso eminentemente humano que la mujer no ha logrado asumir. Se jacta de sus instintos, que en realidad, son patrimonio zoológico. No los transforma en sensibilidad específica femenina que

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