La Corona Del Príncipe De Maquiavelo.
Enviado por palaciod • 31 de Enero de 2013 • 598 Palabras (3 Páginas) • 415 Visitas
El manual de la maldad, el arquetipo del mal, la serenata de notas negras, el sendero oscuro, etc. Es sorprendente darse cuenta de cuantos sustantivos han merodeado las letras de la corona literaria de Maquiavelo. Fruto y génesis propio de la esperanza y búsqueda de una imagen entre los ojos de Lorenzo de Médicis. No se observa bien cuando hay exceso de luz, la oscuridad nunca sobra; y las comparaciones bastan: ¿Consejos sin moral o sinceridad cruda?, ¿Impulsos dictatoriales o verdades desagradables?, ¿Medios crueles o sacrificios justos?, ¿Argumentos nefastos o dolores necesarios?
Y sin embargo, aunque están las dudas, es imposible concretar una respuesta sin conveniencias personales. Nunca me ha gustado la política, es una droga poderosa, que puede destruir la vida de quienes la consumen en segundos, o mantener el sufrimiento de quienes la perpetuán por años, causa alucinaciones, brotes psicóticos, exaltación del superyó, y para contrarrestar sus consecuencias, un consumo necesario y exagerado de peptobismol como secuela directa de su uso. Maquiavelo no era más que eso, un político, drogado y sincero, ¿Qué peor mezcla?
Y cuidado, el ser sincero no implica estar en lo cierto. De uno u otro modo la verdad de algunos es la mentira dentro de la que otros habitan. Tampoco afirmo que yo esté dentro de la tajada blanca de la mesa, pero en mis pupilas no cabe la moral asesinada, tirada a un lado, perdiendo su lugar como sacrificio por el orden, como un Dios que exige la muerte de su hijo por el bien de los propios, eso no existe, no es en mi punto de vista más que una verdad manipulada para crear senderos de aceptación fácil en los marcos frágiles de una sociedad que necesita un líder, es tan solo una analogía, ni la iglesia es la casa de Dios, ni la ausencia de moral es la premisa del orden.
Desde luego, están quienes ven el temor la batuta de la orquesta, sin pensar en que el temblor que causa sin duda la desafina, participan aquellos que afirman su visión del ser humano como el avaro indefectible y el ambicioso prodigo, sin tener en cuenta que al generalizar se excluye principalmente lo positivo en los lindes del pesimismo, y que no se nos olviden los que atados a cadenas invisibles se aferran al autoritarismo desmedido, justificando el sometimiento de la mayoría por el error en la libertad irresponsable de pocos.
Y en definitiva, el príncipe no solo cargara como joya sobre su corona el principado, se hastiara de consejos sin moral disfrazados de verdades necesarias, se jactara de impulsos dictatoriales que se justifican en mentiras agradables, presumirá sus medios crueles frente a sus fines sin juicio justo, y finalmente su mejor argumento será el dolor nefasto por el orden utópico. Apocalípticamente nuestro príncipe se pondrá su corona, construida con las más finas joyas que ha creado la naturaleza humana para el principado, luego y
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