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La Prosperidad Economica


Enviado por   •  13 de Mayo de 2015  •  385 Palabras (2 Páginas)  •  224 Visitas

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Prosperidad economica

Debemos de entender que primero se obtiene la prosperidad del alma y después, la económica por una razón muy simple: Dios no prosperaría a nadie que fuera presa de su propia codicia, avaricia, soberbia, vanidad, etc., no crees? Dios mismo quiere que estemos preparados para administrar la prosperidad y el triunfo que quiere darnos. Ahora bien, la prosperidad económica resulta de aceptar la autoridad de Dios, su soberanía sobre el mundo material y de obediencia hacia Él; o acaso, realmente ¿crees que es voluntad de Dios que la gente viva endeudada, con pobreza y preocupada porque el dinero no le alcanza para cubrir sus gastos del mes?

Lamentablemente, la prosperidad económica es la menos predicada en las iglesias y la menos aceptada por los cristianos como si el ser un cristiano pobre fuese motivo de testimonio o de ejemplo a seguir. Al decir de Yonggi Cho, debemos desterrar tres conceptos equivocados:

1. Creer que la pobreza es una virtud cristiana: en ninguna parte de la Biblia dice que la escasez sea buena; por el contrario, Dios quiere que vivamos con nuestras necesidades satisfechas.

2. Creer que el mundo material no es de Dios sino del diablo: ésta es una gran falacia ya que el mismo Dios creó primero, los cielos y la tierra y todo lo que creó, lo puso bajo la tutela del hombre.

3. Otra creencia que debemos de desterrar es que nosotros solo necesitamos bendiciones espirituales y no materiales. Ahora, ojo, no nos confundamos: la avaricia y codicia son características del diablo pero la prosperidad es bendición de Dios. Llegar a este nivel de bendición, es decir, al éxito económico (no me refiero a satisfacer simplemente las necesidades básicas) implica habernos despojado de los apetitos que ocasiona la avaricia, codicia y desamor al prójimo. Razón por la cual, Dios nos demanda, en primer lugar, la prosperidad de nuestra alma.

Es gracias a la cruz de Jesús que cambió tu destino y el mío: nos dio vida y nos hizo hijos de Dios. Cuando aceptamos a Jesús en nuestros corazones, el reino de Dios habita en nosotros (Luc. 17:21) y, en consecuencia, debemos disfrutar de ese reino aquí, en la tierra y eso incluye sana y buena alimentación, vivienda digna, excelente educación, porque es nuestra herencia conquistada por la sangre de Jesús.

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