La Secularización De La Razón

La revolución cartesiana fue el movimiento que inició la época aetas cartesiana, que abarcó del siglo XVII al siglo XVII, y que dio pie al inicio de muchas otras rama.

Descartes no pretendía una ruptura con el pasado filosófico, al contrario tomo el método matemático deductivo y su conocimiento instruido por los jesuitas para formar su corriente filosófica. Dando como resultado una corriente basada en la frase “yo pienso, luego yo soy”.

En esta corriente se negaba todo misterio, la realidad por ser siempre racional era siempre comprendida toda ella por la razón, y expresada en ideas claras y distintas. El misterio del ser podía y debía ser iluminado con la razón o, si no, ser suprimido. Se negaba también valor verdadero conocimiento al conocimiento analógico, es decir, al que no intuye la realidad pero la alcanza imperfectamente partiendo de otras realidades que son semejanzas o participaciones de la primera.

El método cartesiano cerraba estas vías de verdadero conocimiento analógico y encaminaba la mente humana hacia el empirismo y el positivismo por que al fin intuimos lo sensible, luego solo eso conocemos.

Descartes estaba entusiasmado por el conocimiento matemático, ¡Como si todo ser fuese objeto cuantificable!, sin pretenderlo susurró a los oídos de los hombres la vieja tentación de la serpiente del Génesis: <<Se os abrirán los ojos y seréis como dioses>>, cada hombre con su “yo pienso” podía alcanzar toda la certeza del “yo soy”.

El voluntarismo, en el sistema cartesiano, se acentúa por dos motivos; en el primer lugar porque Descares cree que la afirmación factual de un juicio es un acto de voluntad; el entendimiento ve, la voluntad afirma, de ahí l posibilidad del error en nuestros juicios.

La otra puerta hacia el voluntarismo es aún más ancha. De la esencia divina como Ser Absoluto y subsistente participaban su ser las esencias contingentes y, por ello, en cuanto tales esencias participadas, no podían ser alteradas ni por la misma omnipotencia divina.

¬¬En la actualidad queda, en primer lugar, el movimiento del pensamiento que va de lo interior a la exterior, de lo subjetivo a lo objetivo, de lo psicológico a lo ontológico, de la afirmación de la conciencia a la afirmación de la sustancia. Queda, sobre todo, su espíritu de análisis racional, la confianza en la razón como instrumento de conocimiento infalible, su método de reglas luminosas para examinar ideas; queda por ello, la búsqueda de la certeza subjetiva y de la consiguiente decisión más que el interés por la verdad objetiva; queda el espíritu de sospecha de crítica ya que, si la razón es la suprema instancia del conocimiento, a ella se le debe someter el cuelo y la Tierra.

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