Fe Y Razon
Enviado por parriola • 5 de Enero de 2012 • 2.149 Palabras (9 Páginas) • 1.027 Visitas
FE Y RAZÓN
“Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo”
1) El diálogo entre Dios y el hombre.
Los cristianos creemos que Dios, por su bondad y sabiduría, se comunica con los hombres para revelarles su misterio e invitarlos a compartir su gloria, y que los hombres son capaces de escuchar la Palabra de Dios y de corresponderle mediante la fe.
Esta comunicación entre Dios y el hombre se da de muchas maneras pero la forma más predominante es la palabra, en donde la Biblia, las teofanías, sueños, visiones, etc. son medios de transmisión de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios tiene un valor noético y dinámico; es decir que inspira conocimiento, pensamientos y proyectos, pero además suscita historia, es fuerza que dinamiza y orienta los acontecimientos.
Se llama “Revelación” al hecho y el contenido de la comunicación de Dios a los hombres, esta revelación se realiza por obras y palabras intrínsicamente ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su vez proclaman las obras y explican su misterio.
Podemos considerar que hay una Revelación Cósmica y una Revelación Histórica: “Dios, creando y conservando el universo por su palabra ofrece a los hombres en creación un testimonio perenne de si mismo queriendo además abrir el camino de la salvación sobrenatural.
Existen cuatro sentidos de la palabra "historia" en relación con la Revelación:
• La historia es el contexto temporal y espacial en el cual se realiza la Revelación.
• La historia es también objeto y contenido de la misma Revelación
• Determinados acontecimientos históricos son confirmaciones visibles de la verdad de la Revelación.
• Los hechos de la historia de salvación son reveladores y portadores de un mensaje.
Dada la relación existente entre Dios y los hombres, toda teología supone una determinada antropología; es decir, toda afirmación acerca de Dios implica una determinada visión del hombre y del cosmos en donde la afirmación de la realidad de la comunicación entre Dios y los hombres implica una cierta concepción no sólo de Dios, sino también del hombre.
2) La Palabra de Dios a los hombres se nos revela en Jesús.
Jesús es el cumplimiento, el centro y la plenitud de la Revelación. Él es la segunda persona de la Trinidad, el Verbo de Dios que se hizo hombre para revelarnos el misterio de Dios y del hombre, y llevar a cabo el plan divino de salvación (cf. Juan 1,1-18).
Es la voluntad del Padre Eterno que los hombres participen de la vida divina. Siendo Cristo la única persona que reúne en sí la naturaleza divina y la naturaleza humana. El ha podido revelarnos la verdad de Dios y la verdad acerca del hombre. Con respecto a la verdad de Dios, en Jesús se manifiesta la gloria y el amor de Dios, él nos enseñó a llamar a Dios “Abba” (Padre o Papa) y nos reveló la buena noticia de que Dios ama a todos los hombres, quiere perdonarles todos sus pecados y recibirlos en su reino.
Según la verdad acerca del hombre, nos exhortan que para llegar a ser perfectos debemos seguir a Jesús, cargar con su cruz, amar como él nos amó.
El evangelio según San Juan nos presenta a Jesucristo como el manantial de agua viva, como el pan de vida, como la luz del mundo, como el buen pastor y como la resurrección.
Ahora bien si Jesucristo anuncia el Reino de Dios, deja entender que la opción del hombre por el Reino guarda una relación directa con la actitud que tome ante su Persona: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es por Mí." (Juan 14,6).
Jesús es signo de contradicción y ante Él nadie puede permanecer indiferente. Él obliga al hombre a tomar partido: Por Cristo o contra Cristo, por Dios o contra Dios, por el Amor o por el egoísmo. Encontrar a Cristo es encontrar la salvación; por eso la misión de los cristianos es dar testimonio de Jesús resucitado y anunciar su evangelio a todos los hombres, de modo que creyendo en Cristo sea verificado por El.
3) "Tradición" significa fidelidad.
La palabra "tradición" proviene del latín "traidito", que traduce el término griego "parádosis", que significa "entrega".
La verdadera Tradición es Jesús, pues Él es el Hijo de Dios entregado por el Padre a los hombres, en donde Dios entrega a la humanidad toda la persona de Cristo, y se entrega a Sí mismo en todo el acontecimiento Jesús.
En la Pasión de Jesucristo podemos distinguir dos tipos de entregas:
La sucesión de las entregas humanas de Jesús:
• Judas entregó a Jesús a los sumos sacerdotes.
• El Sanedrín entregó a Jesús a Pilatos.
• Pilatos entregó a Jesús para que fuese crucificado.
Las entregas misteriosas de Jesús:
• La entrega que Jesús hace de Sí mismo por amor a los hombres.
• Cristo se entregó a Sí mismo a Dios en oblación, ofreciéndose como víctima inmaculada (Efesios 5,2; Hebreos 9,14).
• En el momento de su muerte, Jesús, inclinando la cabeza, entregó su Espíritu.
Se puede observar que en todos los casos se usa el verbo “Paradidomi” = entregar.
Este término tiene una gran densidad teológica y trinitaria, refleja la auto comunicación de Dios, la comunicación y entrega entre las personas divinas.
La Tradición supone siempre una capacidad de cambio y crecimiento, que es dada por el Espíritu Santo. Se trata de una Tradición viva.
La Sagrada Tradición, en sentido amplio; abarca las Sagradas Escrituras, porque la Escritura es uno de los medios de transmisión de la vida de Dios recibida por la Iglesia en Jesucristo, pues es inconcebible rechazar la tradición y aceptar solo la escritura como fuente de la revelación, debido a que la tradición y la escritura están estrechamente compenetradas.
Dado que la Sagrada Tradición es algo vivo, no es de extrañar que en la iglesia se produzcan cambios, por eso la iglesia se vio obligada a discernir entre la tradición de Jesucristo y las tradiciones no vinculantes para la fe cristiana. Pero lo que la iglesia católica y apostólica trasmite es la vida nueva que recibió de Jesús a través de los apóstoles.
4) La inspiración escriturística es un momento privilegiado de la acción del Espíritu Santo.
La doctrina de la Iglesia sobre el Espíritu Santo fue explicitada en el Segundo Concilio Ecuménico, el cual agregó al Credo niceno un párrafo sobre
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