La insociabilidad humana

     La insociabilidad humana, según el pensamiento Agustiniano, se puede comprenderse y fundamentarse a la irrupción del pecado original. El pensamiento de Agustín puede analizarse por medio de dos dimensiones, el primer estadio es el pre-adánico, en ella se incluye todas las relaciones con la primera creación y sus múltiples consecuencias, un ejemplo es el estado de sociabilidad, en el que el hombre estaba llamado a convivir con el hombre, a aguardad vínculos de horizontalidad, solo debía estar sujeto al gobierno divino y ser señor de la naturaleza; el segundo estadio es el post-adánica, en este estadio se introduce el pecado y se puede hablar de la “naturaleza humana caída” siendo las consecuencias el estado de la insociabilidad y la introducción de relaciones de jerarquía y no de horizontalidad en los vínculos humanos.

     Algunos pensadores resaltan el escepticismo agustiniano al considerar la posibilidad de una vida comunitaria, basados en el principio de la justicia, teniendo en cuenta la realidad y la fuerza disolvente del pecado; las características que definen una verdadera Republica son: debe existir armonía en la disparidad, lo que supone la existencia de un orden social heterogéneo; se distinguen dos instancias, la noción de Republica como tarea o empresa del pueblo y la distinción entre los conceptos de pueblo y multitud, por ende una Republica es un pueblo y no una multitud, es un pueblo pues acepta un cuerpo jurídico en común a través del cual rigen sus vidas y conductas de todos sus miembros, pero a su vez si se observa a través de un perspectiva metafísica, se debe concluir que una Republica es una Civitas Dei, en el cual reina la verdadera justicia.

     El Estado es el que garantiza la paz terrenal y lo ejerce a través del ejercicio de la coerción como modo de organizar el orden social, pero sin embargo hay que vincular la noción de paz con la noción de orden, Agustín define la paz “la tranquilidad del orden” y el orden como “la disposición que asigna a las cosas diferentes y a las iguales el lugar que les corresponde” (San Agustín. Op. Cit.XIX, 12,3 pp. 1396), por lo tanto el concepto de paz para Agustín supone una dimensión ontológica, al punto que posibilita no solo las condiciones existenciales de las cosas sini también su permanencia o conservación en el ser.

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