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La libertad de pensar, creer y actuar, libremente de acuerdo a una conciencia universal, sobre todas las demás libertades


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2012  •  Informe  •  545 Palabras (3 Páginas)  •  894 Visitas

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La libertad de pensar, creer y actuar, libremente de acuerdo a una conciencia universal, sobre todas las demás libertades.

La libertad es un valor tan fundamental que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en la histórica sesión del 10 de diciembre de 1948, en París, la repite treinta veces, ya sea como nombre (libertad), como adjetivo (libre), como adverbio (libremente) o como verbo (liberar).

Por la libertad se ha luchado, se ha muerto, se ha matado, se ha sufrido, se ha soñado, se ha escrito; ha habido guerras, revoluciones, amotinamientos, llantos, risas, héroes, mártires; han surgido teorías filosóficas, tendencias políticas, movimientos sociales, dictaduras y anarquías.

Nosotros deseamos ser libres, que nos dejen hacer lo que queramos, que no nos sometan a servidumbres de ningún género. X naturalmente, nuestro hijo también lo desea y tiene todo el derecho a ello. En nosotros recae la obligación de enseñarle a serlo.

Nos hallamos ante el valor más comprometido y más frágil; el más deseado y el más temido; el que se presta mejor a los chantajes y a los abusos; el que nos puede traer las mayores satisfacciones y los mayores disgustos. Y, a pesar de todo, debemos educar en la libertad.

Sólo es libre el ser que piensa

El ser humano pertenece al género animal, propiedad que implica una serie de necesidades que pueden escapar de la idea de libertad: estamos sometidos inexorablemente a unas condiciones anatómicas, físicas, temporales, espaciales... sobre las que nuestra voluntad puede intervenir muy poco o sencillamente nada. El frío, el hambre, el cansancio, el sueño, la digestión, el dolor, el placer, el crecimiento, la enfermedad, la decrepitud, la muerte nos avasallan.

Sin embargo, ya Aristóteles definió a la persona humana como animal racional, atributo específico que nos permite pensar, imaginar, sopesar, valorar, prever, decidir... Y porque somos racionales merecemos premios y castigos. Si no estuviéramos convencidos de que las personas humanas tenemos libertad, que podríamos haber obrado de otra forma, no habría códigos ni tribunales ni honores ni cárceles, ni honra ni deshonra; sería imposible hablar de derechos y de obligaciones. ¿Para qué? Si hacemos lo que no podemos dejar de hacer, ¿de qué sirve alabar o recriminar?

No sabemos en qué medida somos libres, pero damos por descontado que lo somos y actuamos en consecuencia. Y nuestro hijo también debe tenerlo muy claro.

De hecho, hasta ahora hemos hablado de responsabilidad, tolerancia, diálogo, generosidad, sinceridad..., pero sería imposible tratar de educar en todos estos valores sin estar convencidos de que estamos delante de un ser libre.

A un ser que no sea libre lo podemos manejar, utilizar, usar o domesticar, precisamente a través de sus mecanismos necesarios, de sus leyes

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