Los Charros En Mexico
Enviado por raulgarciap • 14 de Octubre de 2014 • 2.376 Palabras (10 Páginas) • 254 Visitas
Día de publicación: 11-Enero-2011
Una de las figuras más representativas en la cultura mexicana es la del charro. Ese hombre de a caballo que surgió durante la época colonial en lo que fue la Nueva España. Después de la conquista de los aztecas y otras etnias que habitaban el vasto territorio que hoy se conoce como México, comenzaron a surgir grandes haciendas y ranchos en donde los hombres comenzaron a dedicarse a la ganadería, fue así como nació la charrería. El propósito de este ensayo es el de investigar el origen y la importancia de la charrería que es considerada el deporte nacional mexicano.
Cuando Cortés y sus hombres desembarcaron en México en 1519 provenientes de Cuba para explorar y extraer riquezas, trajeron consigo el equino que les serviría de medio de transporte y les daría una ventajosa posición en la lucha contra los indígenas. Éstos, al ver a esos hombres montados en esa bestia de cuatro patas, quedaron atónitos pues en sus vidas habían presenciado algo igual. Como dice María Isabel Aguirre Martín, “al desembarcar los conquistadores españoles traían consigo 14 caballos a quienes los habitantes indígenas confundieron como caballo y jinete en un solo ser. Fueron tomados por monstruos, ya que los indígenas no conocían semejante animal” (1). Estos caballos y yeguas, fueron los primeros en tocar el territorio, mas sin embargo “por razones de tiempo y guerra no deben de considerarse aun como la simiente de la caballada mexicana” (Aguirre, 2). Tras haber logrado someter a los pueblos indígenas, el dominio español comenzó a establecer sus propias leyes sociales y políticas en lo que más tarde se convirtió en la Nueva España. Así pues durante la época colonial, se estableció una nueva sociedad que era muy distinta a la que antes existió. Los grupos indígenas pasaron a ser considerados seres inferiores y fueron utilizados para las labores del campo y excluidos de los otros sectores de la sociedad. Según Guillermina Sánchez Hernández, “la política seguida por la corona española tendió a perpetuar la separación entre los indígenas y los españoles, para logarlo ejerció medidas que diferenciaban el estatus indígena, insistió en confinarlo en sus comunidades y estuvo bajo el dominio directo del poder real…” (21). Siendo pues los indígenas considerados menos que los españoles, se le prohibió montar los caballos. A los que no cumplieran esta ordenanza se le castigaba con la pena de muerte.
A pesar de que había legislaciones que restringían el uso y posesión de caballos a los indígenas y mestizos, cuando los españoles empezaron a apoderarse de las tierras que estaban vacantes o les quitaron a los indígenas fue cuando comenzaron a necesitar la mano de obra de los mexicanos y les enseñaron cómo montar y criar los caballos. Ya que “los mestizos y hombres libres, eran por lo general muy inestables ya que después de seguir a los rebaños en su migraciones continuaban cambiando con tanta frecuencia de cielo como de amo, es decir, que este vaquero dueño de su caballo y sus armas era más libre y estaba menos atado a lazos de sujeción patriarcal”. (Sánchez, 30). Así pues, los vaqueros se ocuparon en el cuidado de todos los animales de las haciendas y como en ocasiones las manadas de caballos cimarrones recorrían las praderas, de lazarlos, jinetearlos, y amansarlos con las sojas. Al ver los necesarios que eran los vaqueros, el Marqués de Guadalcazar en 1619, se vio en la obligación de otorgarle a 22 indígenas el permiso para que montaron caballos, dicha autorización cita: “Y por mi visto, por la presente doy licencia a veintidós indios…para que andando en el servicio y avió de dicho ganado puede libremente y cada uno, andar a caballo, con silla, freno y espuelas y mando a las justicias de su Majestad de las partes y lugares donde fueren y anduvieren, no les pongan en ello impedimento ni contradicción alguna” (Sánchez, 31)
El establecimiento de las grandes haciendas ganaderas durante la época colonial en Nueva España, dio a lugar a que los propietario de grandes extensiones de tierra necesitaran de emplear una gran cantidad de peones ya fuesen temporales o permanentes en las faenas del campo que más tarde pasarían a dar origen a las suertes de la charrería. Algunas de estas faenas fueron marcar el ganado para que no se mezclara con el de otras haciendas aledañas. “los vaqueros se encargaban de marcar el ganado con el hierro del dueño para así poder separarlo en forma periódica, cuando se seleccionaban bestias con el fin de venderlas o por otros motivos” (Sánchez, 36). Para poder llevar a cabo dicha actividad, se inventaron los rodeos en el siglo XVI. En 1574, el virrey Martín Enrique de Almanza, en las ordenanzas de Mesta, estipuló de forma muy detallada el reglamento del rodeo. El rodeo, “era una batida circular que hacían los vaqueros en sus caballos, para llevar el ganado a las estancias o concentrarlos en un punto donde hacía la selección, y ayudados de largas puyas con punta de hierro, semejantes a las garrochas.” (Sánchez, 36). Los primeros rodeos eran muy pequeños y limitados, pero posteriormente según se incrementó el número de reses, se hicieron de mayor tamaño y de igual manera se incrementó la participación de más jinetes, ya que el círculo era más amplio. Otras de las labores que hacían los trabajadores de las haciendas fue la conocida como “coleaderos”. Según Aguirre, esta actividad surgió como una necesitad, debido a que a menudo, las haciendas tenían demasiadas cabezas de ganado. Los vaqueros derribaban a las reses dándoles un tirón de la cola. A esta actividad también se le denominaba como “capaderos”. “la acción de capar a un animal consistía en extirpar o inutilizar los órganos genitales con el objeto de utilizar el ganado mayor como animales de tracción en el transporte, o tiro en la agricultura” (Sánchez, 39). Y pues para hacer esto más fácil se implantó el arte de colear a los animales, para así poder castrarlos. La fuerza y habilidad requerida para ejecutar esta actividad, hicieron del arte de “colear” una forma de hacer alarde de su hombría, era una de las diversiones favoritas de los jinetes.
Los dueños de las haciendas comenzaron pues a organizar celebraciones en las cuales los charros y hasta ellos mismos mostraban sus habilidades ecuestres y competían con otros charros, he aquí cómo nacieron las primeras charreadas. “El dueño de la hacienda invitaba a sus amigos, parientes y vecinos, que llegaban en ferrocarril, en coches tirados por magníficos animales o montados a caballos perfectamente enjaezados” (Rincón, 28). Estas charreadas fueron también acompañadas por la música de la región, bailes y todo el folklore mexicano, convirtiéndose rápidamente en
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