Los Sofistas

LOS SOFISTAS:

Preciaban de discutir improvisadamente sobre todas las materias, sosteniendo el pro y el contra en todas las cuestiones.

Estos juegos del ingenio acarrearon por una parte el descrédito de la filosofía, y por otra dieron más amplitud al escepticismo, haciendo de él una verdadera escuela.

Protágoras de Abdera:

Quien sostenía que no hay verdad absoluta, que todo es relativo y que el conocimiento es sólo de apariencias, no de realidad, y que, por tanto, el hombre es la medida de todas las cosas.

El escepticismo de Protágoras se liga con sus doctrinas ideológicas, que eran sensualistas. Como no admitía en el hombre más que sensaciones, y éstas son contingentes y variables, sacaba de aquí un argumento para combatir la verdad absoluta.

Gorgias Leontino:

Sacó la consecuencia de que todo es igualmente falso. Opinaba que no existe nada, y añadía que aun suponiendo la existencia de algo no podría sernos conocida en no estando el objeto en el mismo sujeto.

La razón fundamental de Gorgias es la imposibilidad de pasar de lo subjetivo a lo objetivo y de conocer algo real, si la realidad no se confunde con el conocimiento, o sin que la cosa conocida esté en el mismo sujeto que conoce.

Por otra parte… El ateísmo era una consecuencia de tales doctrinas; quien duda de todo, ¿cómo afirmará la existencia de Dios? Así es que Protágoras decía que no sabía lo que eran los dioses, y que aun ignoraba si existían.

El escepticismo y el ateísmo, frutos de las pasiones y del espíritu de sofisma, iban desfigurando la filosofía de una manera lamentable; y a la sombra de las malas doctrinas se corrompían las costumbres y se minaban los cimientos de la sociedad. Convenía, pues, que apareciese un hombre extraordinario capaz de oponerse a tantos estragos, y que pudiese llenar su objeto no sólo por la elevación de sus ideas, sino también por las cualidades de su carácter.

Aquí Sócrates:

Ponía la perfección de la filosofía en el conocimiento y culto de la divinidad, en el arreglo de la conducta y en prepararse para recibir en otra vida el premio de las buenas acciones.

Sócrates les enseñaba con su ejemplo que no es buena la filosofía que empieza por ponerse en contradicción con las ideas y los sentimientos del linaje humano.

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