MI TESTAMENTO ESPIRITUAL
Enviado por matiashardy • 30 de Enero de 2012 • 3.211 Palabras (13 Páginas) • 778 Visitas
“MI TESTAMENTO ESPIRITUAL”: Eduardo Bonnín
Todo lo que se ha venido exponiendo en capítulos anteriores sobre el Carisma del Movimiento de Cursillos de Cristiandad se desprende del tan trascendente como esencial documento, “MI TESTAMENTO ESPIRITUAL”, que Eduardo Bonnín otorgó en los últimos días de su vida terrenal para conocimiento de todos.
Del mismo se ofrecen estas páginas en resumen.
"Aquella idea que se nos metió en el alma cuando teníamos 20 años, no era una quimera, ni un capricho de juventud, ni una exaltación propia de la edad, sino un plan del Espíritu de Dios" (Eduardo Bonnín. Roma 2000)
“MI TESTAMENTO ESPIRITUAL” Eduardo Bonnín
(resumen)
El conocimiento del Movimiento de Cursillos de Cristiandad es el más importante de los bienes que poseo y creo que lo mejor que puedo legar a los que vengan después de mí, es dejar escrito y pormenorizado en qué consiste, cual es su finalidad y cuáles son los objetivos que debe perseguir dicho Movimiento, que no es sino tratar de conseguir que la Buena Nueva del Evangelio, llegue a los más posibles, y preferentemente a los más alejados.
La idea germinal de Cursillos nació del choque que se produjo en mí, al enfrentarse en mi persona la educación que había recibido en el hogar familiar, con el que se vivía en el cuartel, cuando me incorporé, a mis 18 años, al servicio militar, que duró 9 años. Allí se valoraban y se vivían unos valores completamente diferentes y opuestos a los que habían sido para mí norte y guía desde mi juventud.
Los más tenían un concepto errado y temeroso de la religión. Para ellos la religión era una serie de prohibiciones que les obstaculizaban su vivir y que les impedían emplear a su antojo la libertad de que podían disfrutar, especialmente entonces al vivir lejos de su entorno familiar. Por la noche, a la vuelta al cuartel, eran en extremo interesantes sus conversaciones, todas ellas casi siempre girando alrededor de sus frecuentes incursiones en los ambientes de vicio. Traté de saber cómo era la gente y de profundizar en lo nuclear del cristianismo. Mis ganas de leer se centraron en los libros cuyos autores estaban en la cresta de la ola de lo cristiano: Hugo y Karl Rahner, el P. Plus, el matrimonio Maritain, Leon Bloy, Van der Meer de M., Gustave Thibon, Eric Fromm, Jacques Leclerc, etc.
Llegó a mis manos un libro titulado "S.S.Pio XII y la Acción Católica", donde dice textualmente, "De este doble aspecto de su pueblo es deber del párroco formarse una rápida y ágil mirada un cuadro claro y minuciosamente detallado, diríamos topográficamente, calle por calle, es decir, por un lado, de la población fiel y señaladamente de sus miembros más elegidos, de los que pudiera sacar los elementos para promover la Acción Católica; y por el otro, de los grupos que se han alejado de la práctica de la vida cristiana. También éstas son ovejas pertenecientes a la parroquia, ovejas descarriadas; y también de éstas y aún de ellas particularmente, sois guardianes responsables, dilectísimos hijos; y como buenos pastores no debéis esquivar trabajo ni esfuerzo para buscarlas, para ganarlas de nuevo, ni concederos reposo hasta que todas encuentren asilo, vida y alegría, en el retorno al redil de Jesucristo".
(Discurso a los párrocos y cuaresmeros de Roma, 6 Febrero 1940).
Este escrito me llevó a la resolución de que lo más importante para empezar era poder contar con un "detallado estudio" de la situación dada, conclusión que me llevó a estudiar cada una de las constelaciones de individuos existentes en mi mundo y en la Iglesia que yo conocía.
Después también me pareció necesario observar cada una de las individualidades, por separado intentando tener una idea de cómo era el joven soldado, el joven estudiante, el joven obrero, el joven universitario, el joven oficinista, etc. para poder tener una idea lo más real posible de la realidad.
De todo esto, el año 1943, nació el "Estudio del Ambiente", principio y origen de todo lo que vino después.
Yo no pertenecía a la A.C., pero frecuentaba sus reuniones y después me dieron el cargo de Presidente del Consejo Diocesano de los Jóvenes. La Rama de los Jóvenes de A.C. estaba entregada en preparar la Peregrinación a Santiago de Compostela. El Presidente Nacional, Manuel Aparici, había lanzado la idea de reunir en Santiago 100.000 jóvenes que vivieran en gracia de Dios. Y los Dirigentes del Consejo Superior dedicaban sus vacaciones de Navidad y Pascua para recorrer los Consejos Diocesanos de España, con el fin de entusiasmar a los jóvenes para la gran cita de Compostela. Y lo hacían dando unos cursillos a los que daban el nombre de Cursillos de Adelantados de Peregrinos, buscando candidatos en los centros parroquiales y en los Consejos Diocesanos. Asistí al segundo, que se realizó en la Semana Santa de 1943. Me gustó el clima de compañerismo que allí se respiraba y el ánimo y el talante alegre con que se exponían las lecciones o conferencias.
De estos cursillos aprendí mucho y sobre todo descubrí la solución de lo que desde siempre me había preocupado, que era el cómo conseguir explicar las ideas que quería contagiar a los demás para darlas a conocer con alguna posibilidad de eficacia, y me di cuenta que lo que desde siempre había sido mi preocupación dominante se solucionaba tratando de reunir a la gente en régimen cerrado y aislado y que ésta era la mejor manera de lograr conseguir lo que yo buscaba. Allí aprendí que debía reunirse la gente por grupos, hacer periódicos murales, lograr que intervinieran los más posibles. Todo esto lo descubrí en aquellos cursillos.
Lo que no me gustaba era que duraran una semana, pues pensé que en ese plan se podía conseguir tan sólo un auditorio muy limitado: los estudiantes en Navidad, Pascua y verano o los que estuvieran dispuestos a vivir esta experiencia empleando unos días de sus vacaciones.
Después de mucho rezar y buscar quien rezara, pensar, planear, estructurar, reunir y seleccionar una vez más el material acumulado en fichas, en notas y en libros subrayados, reunimos unos cuantos candidatos y nos atrevimos a planear un “nuevo” cursillo con José Ferragut, que había sido Presidente Diocesano, con Jaime Riutord y este cristiano que escribe y suscribe este relato, al que se le designó como Rector.
Éste fue el primer Cursillo y, si bien le llamamos de Jefes de Peregrinos, porque no nos hubieran dejado celebrarlo con otro nombre, no se parecía en nada a los que se habían dado en Mallorca con este nombre.
Esto sucedía el año 1944, en un chalet de Cala Figuera.
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