Metacrítica De La Razón
ramaplant18 de Febrero de 2014
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Metacrítica del Conocimiento
En torno al mito de la razón y del Sujeto
“A los hombres con los que no se tiene más relación que la mera solicitud no se les habla de tú”
Martin Bubber
La Gnoseología es una rama de la filosofía que estudia la naturaleza, el alcance y el origen del conocimiento. Pues bien, a lo largo de la historia del pensamiento se han dado distintas respuestas a dichos interrogantes que partían de dos tesis fundamentales: o bien el conocimiento es posible o bien es imposible. Aquellos que consideraban imposible el conocimiento han sido los escépticos y los que partían de su posibilidad han sido, a grandes rasgos, inmanentistas o realistas. Para explicarlo a grosso modo hemos de decir que imanentistas son aquellos que tratan de responder a las cuestiones que atañen al conocimiento mediante una descripción de la conciencia/sujeto. Los realistas, por otro lado, consideran que el conocimiento se apoya en lo exterior al sujeto, es decir, que se encuentra en los objetos o cosas que percibimos.
Así pues, podríamos decir que Kant junto con Descartes y el idealismo alemán son imanentistas por antonomasia pero con sus matices particulares. No obstante, debemos advertir ya desde el principio que también comparten un periodo histórico diacrónicamente, este periodo es la Ilustración. La Ilustración no es un periodo uniforme de pensamiento aunque si domina un paradigma, el paradigma que se podría denominar “fe en la razón como la única forma de conocimiento”. En efecto, todos estos autores y corrientes de pensamiento que se encuadran en este lapso histórico poseen la convicción de que con el método adecuado y la razón conseguirán descifrar los misterios metafísicos que atañen al conocimiento y así, de este modo, conseguir también descifrar que es la realidad en su desnudez más íntima.
Sin duda alguna, de los autores mencionados antes, podríamos decir que Kant es la piedra angular que articula lo que después va a ser la idea de progreso en la ciencia y en la historia. Kant también es la clave en la reflexión sobre el sujeto cognoscente y marcará las sendas por las que, con más o menos suerte, después caminarán Schelling, Fichte y el imponente Hegel. Sin embargo, y en contra de lo estipulado por la prudencia kantiana, el idealismo alemán nos hizo caer en los brazos del sujeto absoluto creador de todo pero alienado de sí mismo. En efecto, cuando es el “yo el que pone su ser sin más” (fichte, la doctrina de la ciencia: en referencias), todo lo que cabe esperar es que al final todo, absolutamente todo, sea finalmente Sujeto, y que ese sujeto ya no tenga misterios para consigo mismo. Pero, ¿cómo es posible que este sujeto se haya salido de sí mismo? Y si es así, ¿cómo va a volver a sí mismo, es decir, cómo se va a reencontrar? En este momento es cuando aparece la idea de progreso en la forma de dialéctica en historia, ética y, en definitiva, en metafísica.
La solución que encontraron nuestros románticos autores fue que la conciencia poco a poco se iba reconociendo a sí misma a través de la razón, es decir, que a través de la mediación de la razón o pensamiento al final llegaríamos a una síntesis conceptual de todos los entes habidos y por haber o por decirlo de otro modo, todo habría sido representado de forma racional. Como hemos visto antes, esta fe en la razón ya venía de tiempo atrás y, por tanto, nuestros autores la van a recoger y la van a articular en sus respectivos sistemas y, para defender a ultranza la racionalidad de la realidad.
Llegados a este punto, es el momento de ir entrando en materia y empezar a definir conceptos para poder, después y si es posible, criticarlos. Hemos hablado de “razón”, “progreso”, “sujeto” pero sin dar ni la más remota idea de a qué nos estábamos refiriendo. De ahora en adelante, entenderemos por “razón” aquella facultad que nos permite “la clasificación, la deducción, la descomposición de un todo o conjunto en sus partes”1para luego reconstruirlo sistemáticamente. Para ello la razón tiende a utilizar modelos formados por objetos abstractos. Llamaremos racionalismo metafísico a aquella “teoría que afirma que la realidad es, en último término, de carácter racional”2. Así pues, si la razón nos permite llevar a cabo complicados razonamientos y descomponer conceptos, el racionalismo no es el mero hecho de usar la razón sino el abuso de la misma.
Ya en la Grecia Clásica, Platón, se preguntaba qué es lo que llamamos razón, logos, y su respuesta es, en lo esencial, todavía válida. Razón no es simplemente conocimiento. Al ver una cosa, la conozco en alguna manera o conozco algo de ella; sin embargo, no la razono, mi conocimiento no es racional. Entre ese mero conocer o tomar noticia de algo, doxa, y el conocimiento teorético o ciencia, episteme, encuentra Platón una diferencia esencial. La ciencia es el conocimiento de algo que nos permite dar razón de ese algo. Éste es el significado más auténtico y primario de razón. “Cuando de un fenómeno averiguamos la causa, de una proposición la prueba o fundamento, poseemos un saber racional. Razonar es, pues, ir de un objeto, cosa o pensamiento, a su principio”3. Es penetrar en la intimidad de algo, descubriendo su ser más profundo y oculto.
En el Teeteto, donde Platón escruta menudamente este asunto, se reconoce en la definición la forma ejemplar de la ratio. En efecto, definir es descomponer un compuesto, en sus últimos elementos. Éstos son el interior o entresijo de aquél. “El entender, intus-legere, consiste ejemplarmente en esa reducción de lo complejo y, como tal, confuso a lo simple y claro”4.
Racionalidad quiere decir también que conocemos la causa necesaria de tal o cual efecto, es decir, que conocemos la conexión existente entre el sujeto y el predicado de una proposición. “El principio de todo conocimiento es el principium reddendae rationis, el principio de dar razón, esto es, de la prueba”5. Pero el problema que surge en cuanto nos ponemos a racionalizar los conceptos y la realidad misma, es que cuando la razón llega hasta sus elementos más simples, bien se estanca y: bien cae en un regresus ad infinitum; bien se para estupefacta ante esos elementos y decide llamarlos evidencias o axiomas o, por último, entra en un círculo vicioso, es decir, explica los conceptos y hechos por sí mismos violando la petición de principios.
Razón será también, por tanto, sinónimo de definir. Pero cuando hemos terminado de definir este o aquel concepto problemático lo que nos queda son un acervo de elementos simples ante los cuales la razón misma guarda un sospechoso silencio. No obstante, si le tiramos de la lengua a la razón, ella misma declarará que tiene dos opciones: o bien conoce de modo irracional, lo cual nos lleva a una idea contraria y extraña a lo que se trataba de mantener cuando hablábamos de racionalidad; o bien sólo algunas cosas son cognoscibles de forma racional, es decir, que la razón es limitada y posee sus reglas de funcionamiento y de aplicación. Por lo que en consecuencia, “ante éstos [elementos simples] se detendría el análisis oratio y sólo cabría la intuición. En la razón misma encontraremos, pues, un abismo de irracionalidad”6.
Para diferenciar lo que es conocimiento de lo que no lo es o, lo que es lo mismo, para discernir entre el conocimiento racional y el conocimiento falaz, el racionalismo y el positivismo científico consideran que hemos de dar una prueba de aquello que se esté tratando de explicar, de explicar esto por aquello intentando ir más allá del principio de identidad. Para ello el proceso que se lleva a cabo en cualquier ciencia es la búsqueda de leyes invariables con la esperanza de que en un futuro dicho conjunto legislativo creciera hasta llegar a finalizar. Mientras que dicho fin está por llegar se formulan multitud de teorías, es decir, se crea un modelo tratando de deducirlo de esas leyes. Digamos que las teorías son la articulación lógica de las leyes y una visión del mundo o paradigma. Pero continuemos con las leyes o proposiciones fundamentales. Los esquemas de inferencia de la lógica proposicional nos muestran, ya no sólo el principio de identidad, sino también nos dan a conocer una relación necesaria entre una causa y su efecto. Pero cuando se pregunta por la estructura interna subyacente en sus proposiciones, la razón cae en el trilema de Münchhausen, es decir, viola el principio de petición de principio, cae en una cadena infinita de causas o se estanca en los elementos simples que ella misma ha puesto de relieve, descansando así en la irracional intuición. “La actividad disectriz y analítica [de la razón] termina en quietud intuitiva”7.
“Distinta” es la idea resultante de anatomizar todos los componentes internos de un concepto, y, por tanto, penetrarlo por completo. Pero cuando perseguimos las raíces de un árbol y llegamos hasta sus últimas y más finas puntas, no podemos hacer otra cosa que parar y contemplar. Con esta metáfora lo que quiero decir es que una vez que llegamos a las ramificaciones analíticas de un concepto de forma racional, nuestro entendimiento se queda mudo, lo que en palabras de Ortega es “que las últimas
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