Metafisica
Enviado por abbasohn • 17 de Abril de 2014 • 449 Palabras (2 Páginas) • 157 Visitas
RESUMEN DE LA SEIS MEDITACIONES SIGUIENTES
En la primera, propongo las razones por las cuales podemos dudar en general de todas las
cosas, y en particular de las cosas materiales, al menos mientras no tengamos otros
fundamentos de las ciencias que los que hemos tenido hasta el presente. Y, aunque la utilidad
de una duda tan general no sea patente al principio, es, sin embargo, muy grande, por cuanto
nos libera de toda suerte de prejuicios, y nos prepara un camino muy fácil para acostumbrar
a nuestro espíritu a separarse de los sentidos, y, en definitiva, por cuanto hace que ya no
podamos tener duda alguna respecto de aquello que más adelante descubramos como
verdadero.
En la segunda, el espíritu, que, usando de su propia libertad, supone que ninguna cosa de
cuya existencia tenga la más mínima duda existe, reconoce ser absolutamente imposible que
é1 mismo sin embargo no exista. Lo cual es también de gran utilidad, ya que de ese modo
distingue fácilmente aquello que le pertenece a él, es decir, a la naturaleza intelectual, de
aquello que pertenece al cuerpo. Mas como puede ocurrir que algunos esperen de mí, en ese
lugar, razones para probar la inmortalidad del alma, creo mi deber advertirles que, habiendo
procurado no escribir en este tratado nada que no estuviese sujeto a muy exacta demostración,
me he visto obligado a seguir un orden semejante al de los geómetras, a saber: dejar
sentadas de antemano todas las cosas de las que depende la proposición que se busca, antes
de obtener conclusión alguna.
Ahora bien, de esas cosas, la primera y principal que se requiere en orden al conocimiento de
la inmortalidad del alma es formar de ella un concepto claro y neto, y enteramente distinto de
todas las concepciones que podamos tener del cuerpo; eso es lo que he hecho en este lugar.
Se requiere, además, saber que todas las cosas que concebimos clara y distintamente son
verdaderas tal y como las concebimos: lo que no ha podido probarse hasta llegar a la cuarta
meditación. Hay que tener, además, una concepción distinta acerca de la naturaleza corpórea,
cuya concepción se forma, en parte, en esa segunda meditación, y, en parte, en la quinta y
la sexta. Y, por último, debe concluirse de todo ello que las cosas que concebimos clara y
distintamente como substancias diferentes —así el espíritu y el cuerpo son en efecto
substancias diversas y realmente distintas entre sí: lo que se concluye en la sexta meditación.
Y lo mismo se confirma en esta segunda, en virtud de que no concebimos cuerpo alguno que
no sea divisible, en tanto que el espíritu, o el alma del hombre, no puede concebirse más que
como indivisible; pues, en efecto, no podemos formar el concepto
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