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Moralidad Dual Efimera


Enviado por   •  13 de Marzo de 2015  •  1.325 Palabras (6 Páginas)  •  228 Visitas

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LA TEMPORALIDAD

I. Fenomenología de las tres dimensiones temporales

La temporalidad es, evidentemente, una estructura organizada esos tres pretendidos «elementos» del tiempo:

pasado, presente, futuro, no deben encararse como una colección de «data» cuya suma habría que efectuar

-por ejemplo, como una serie infinita de «ahoras» de los cuales unos no son aún y otros no son ya-, sino como

momentos estructurados de una síntesis original. Si no, encontraríamos ante todo esta paradoja: el Pasado no

es ya, el futuro no es aún; en cuanto al presente instantáneo nadie ignora que no es en absoluto: es el límite

de una división infinita, como el punto sin dimensión. Así, toda la serie se aniquila, y ello doblemente, ya que el

«ahora» futuro, por ejemplo, es una nada en tanto que futuro Y se realizará como nada cuando pase al estado

de «ahora» presente El único Método posible para estudiar la temporalidad es abordarla como una totalidad

que domina sus estructuras secundarías y les confiere su significación. Nunca perderemos esto de vista.

Empero, no podemos lanzarnos a un examen del ser del Tiempo sin elucidar previamente mediante la

definición re ontológica y fenomenológica el sentido, harto a menudo duro, de sus tres dimensiones. Sólo que

será preciso considerar esta definición fenomenológica como una labor provisional, cuya finalidad es

únicamente accedamos a una intuición de la temporalidad global. Y, sobre todo, debe hacerse aparecer cada

dimensión sobre el fondo de la totalidad temporal, teniendo siempre presente en la memoria la unselb-stünaligkeit

de cada dimensión.

A) El Pasado

Toda teoría sobre la memoria implica una presuposición sobre el ser del pasado. Estas presuposiciones,

aunque nunca elucidadas, han oscurecido el problema del recuerdo y el de la temporalidad en general. Es

preciso, entonces, plantear de una vez la pregunta: ¿cuál es el ser de un ser pasado? El sentido común oscila

entre dos concepciones igualmente vagas: el pasado, se dice, no es ya. Desde este punto de vista, parece

que quiere atribuirse el ser sólo al presente. Esta presuposición ontológica ha engendrado la famosa teoría de

las huellas cerebrales: puesto que el pasado ya no es, ya que se ha desmoronado en la nada, si el recuerdo

sigue existiendo es menester que sea a título de modificación presente de nuestro ser; por ejemplo, será una

huella marcada actualmente en un grupo de células cerebrales. Así, todo es presente: el cuerpo, la percepción

presente y el pasado como huella presente en el cuerpo; todo es en acto, pues la huella mnémica no tiene una

existencia virtual en tanto que recuerdo: es íntegramente huella actual. Si el recuerdo resurge, lo hace en el

presente, a consecuencia de un proceso presente, es decir, como ruptura de un equilibrio protoplasmático en

la agrupación celular considerada. Ahí está el paralelismo psicofisiológico, que es instantáneo y extratémpora,

para explicar cómo ese proceso fisiológico es correlativo de un fenómeno estrictamente psíquico pero

igualmente presente: la aparición en la conciencia de la imagen-recuerdo. La noción, más reciente, de

engrama no hace otra cosa que adornar esa teoría con una terminología seudo científica. Pero, si todo es

presente, ¿cómo explicar la pasividad del recuerdo, es decir, el hecho de que, en su intención, una conciencia

que se rememora trascienda el Presente para apuntar al acontecimiento allí donde fue? Hemos señalado en

otro lugar que no hay medio alguno de distinguir entre percepción e imagen, si se ha empezado por hacer de

ésta una percepción renaciente. Encontramos aquí las mismas imposibilidades. Pero, además, nos privamos

del medio de distinguir imagen y recuerdo; ni la «debilidad» del recuerdo, ni su palidez, ni su carácter

incompleto, ni las contradicciones que ofrece con los datos de la percepción pueden distinguirlo de la

imagen-ficción, ya que ésta ofrece los mismos caracteres; y, por otra parte, al ser estos caracteres cualidades

presentes del recuerdo, no podrían hacernos salir del presente para dirigirnos al Pasado. En vano se invocará

la pertenencia al yo, o «unidad» del recuerdo, como lo hace Claparéde; o su «intimidad», como James. Pues,

o bien estos caracteres manifiestan sólo una atmósfera presente que envuelve el recuerdo, y entonces siguen

siendo presentes y remiten al presente;

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