Orientacio Para La Vida
Enviado por hugoprez • 20 de Marzo de 2015 • 2.251 Palabras (10 Páginas) • 201 Visitas
CULTURA DE PAZ.
¿Qué significa cultura de paz? ¿Cómo se convierte ese concepto en realidad? En otras palabras, ¿cómo se transforman las ideas e ideales que encierra la expresión "cultura de paz" en políticas públicas y actos individuales que modifiquen la vida en todas sus facetas?
La cultura de paz supone ante todo un esfuerzo generalizado para modificar mentalidades y actitudes con ánimo de promover la paz. Significa transformar los conflictos, prevenir los conflictos que puedan engendrar violencia y restaurar la paz y la confianza en poblaciones que emergen de la guerra. Pero su propósito trasciende los límites de los conflictos armados para hacerse extensivo también a las escuelas y los lugares de trabajo del mundo entero, los parlamentos y las salas de prensa, las familias y los lugares de recreo.
En estos momentos es crucial que se introduzca en todos los niveles de educación, la Cultura de Paz. Hay que introducir a los niños en la Cultura de la Paz y en lo que pueden aprender de ella.
Hay que divulgar la Cultura de Paz en sus formas mas sencillas a todos los grupos de edad. El conocimiento sobre la Paz. como resolver conflictos de manera pacifica debe estar a disposición de todas las capas de la sociedad; debe ser enseñado, a fondo y con verdadera imaginación en las escuelas, universidades y sobre todo deberia estar disponible en los barrios en los hogares.
Un propósito claro de la Cultura de Paz debe ser inculcar el de servir y beneficiar a los demás.
otro aspecto a introducir en las mentes de los niños y jóvenes es aprender a ser luz no juez, a ser modelo no critico a ser parte de loa solución y no parte del problema.
Tener una actitud correcta ante el error. que consiste en reconocerlo instantaneamente . corregirlo y aprender de el.
Forjar una cultura de paz es hacer que los niños y los adultos comprendan y respeten la libertad, la justicia, la democracia, los derechos humanos, la tolerancia, la igualdad y la solidaridad. Ello implica un rechazo colectivo de la violencia. E implica también disponer de los medios y la voluntad de participar en el desarrollo de la sociedad. El concepto de cultura de paz se ha ido configurando al amparo de un vasto movimiento sociopolítico que aglutina a interlocutores del sistema de las Naciones Unidas y otras muchas instancias. Las amenazas que pesan sobre la paz revisten muchas formas distintas, desde la falta de respeto por los derechos humanos, la justicia y la democracia hasta la pobreza o la ignorancia. La cultura de paz es una respuesta a todas esas amenazas, una búsqueda de soluciones que no pueden imponerse desde el exterior sino que han de provenir de la propia sociedad.
La cultura de paz no es sólo una idea. Desde su origen, que se remonta a una serie de programas de consolidación de la paz en países que salían de un conflicto armado, se ha convertido en uno de los grandes temas de la Estrategia a Plazo Medio de la UNESCO (1996-2001), que articula un amplio abanico de actividades de la Organización. Existen proyectos en curso en numerosos países, como Angola, Burundi, Côte d’Ivoire, El Salvador, Etiopía, Haití, Liberia, Malí, Mozambique, Filipinas, la Federación de Rusia, Somalia y la antigua Yugoslavia. Dichos proyectos prevén en esencia lo siguiente:
• Actividades con parlamentarios y demás representantes electos vinculadas a los aspectos fundamentales del ejercicio de poder, la democracia y la justicia social;
• Emancipación de las mujeres para que participen en la vida pública de su sociedad;
• Formación e inserción social de los soldados desmovilizados;
• Implantación y fortalecimiento de medios de comunicación que contribuyan a promover una cultura de paz;
• Programas de educación cívica, una formación para la gestión de conflictos y el ejercicio de la autoridad;
• Promoción de los ideales democráticos.
Las soluciones dependen de la intervención conjunta y en frentes muy diversos de hombres y mujeres de todos los sectores de la sociedad. La cooperación entre países en todos esos ámbitos puede aportar la estabilidad y la ayuda necesarias para obtener resultados duraderos. Fundar una cultura de paz, en suma, es una empresa que rebasa la responsabilidad de un sector, una comunidad, una región o una nación concretos para cobrar un carácter universal.
La situación de violencia que vivimos debería ser justificación suficiente para emprender un esfuerzo educativo dirigido a niños y jóvenes, que les permita desarrollar una personalidad tolerante, dialogante y concertadora. Puesto que hablamos de desarrollar la personalidad, la educación para la paz debe entenderse como un proceso continuo y permanente, que esté presente en todas las etapas del desarrollo de la psique.
Tal proceso debería tener como meta superior el establecer bases de ética personal y social para la convivencia pacífica, libre y equitativa, es decir, plenamente democrática. Más que una transmisión de definiciones y conceptos debe tratarse de inculcar una filosofía de vida de respeto absoluto a los derechos humanos y que, consecuentemente, opta por la no violencia como principio global de relación.
Como componente inicial de tal educación debería situarse el desarrollo de la autoestima. El descubrir, valorar y confiar en las capacidades propias ayuda a las personas a superar sus limitaciones y dificultades. Evita el pesimismo, la frustración y la desesperanza. Una autoestima adecuada genera optimismo ante la vida y la capacidad de posicionarse frente a la realidad social y adoptar una línea de acción apropiada para su mejoría, transformación o superación.
Pero también es importante que la educación para la paz facilite a las personas el reconocer y valorar la propia agresividad como una fuerza bajo control permanente, capaz de ser puesta al servicio de la superación personal y del bien común. La identificación y el dominio de la violencia debe ser promovida como una virtud cardinal, para visualizar nuevos horizontes que resultan imperceptibles para el punto de vista del hombre ordinario.
Otro componente debe ser el desarrollo de la sensibilidad y el aprecio por las diferencias entre seres humanos. Características como el sexo, la edad, el color de piel, la nacionalidad deben aprender a valorarse como elementos enriquecedores de las relaciones humanas y no como detonantes de fricciones y conflictos.
Como eje central de la educación para la paz se debería desarrollar la capacidad para reflexionar con serenidad sobre los conflictos en un acercamiento, que permita reconocer sus causas y, luego, desarrollar negociaciones que permitan solucionarlos de manera creativa, tolerante y no violenta. Esta aproximación
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