Pedro Y Juan
Enviado por veromrno • 3 de Noviembre de 2013 • 1.359 Palabras (6 Páginas) • 269 Visitas
No es mi intención abogar a favor de la novelita que sigue, no soy el único a quien los mismos críticos dirigen el mismo reproche cada vez que aparece un nuevo libro, “el mayor defecto de esta obra, propiamente hablando, no es una novela”. “el mayor defecto del escritor, quien me honra con su juicio es que no es un crítico”.
Por lo general este crítico entiende por novela una aventura más o menos verosímil ¿existen reglas para escribir una novela fuera de los cuales una historia escrita debería llamarse de otro modo? Si Don Quijote es una novela, ¿no lo es también el rojo y el negro? ¿Cuáles son estas famosas reglas? No obstante lo que constituye una novela y lo que la distingue de otra que no lo es. Lo que debería ser un crítico inteligente, es buscar aquello que menos se parece a las novelas ya escritas. El crítico que pretende definir la novela según la idea de que ella se ha forjado, los corticos no son en realidad más que lectores y el resultado es que nos censuran erróneamente.
Es preciso admitir con el mismo interés esas teorías de arte tan diferentes y juzgar las obras desde el punto de vista de su valor artístico. El novelista que transforma la verdad constantemente debe, sin preocuparse demasiado prepararlos y arreglarlos para complacer al lector emocionalmente o enternecerla. El cambio el novelista que pretende darnos una imagen exacta de la vida, su finalidad no estriba encontrarnos una historia, divertirlos o entristecernos, sino esforzarnos en pensar a comprender el sentido profundo y oculto de los sucesos, tomar una aventura y desarrollarla de modo que resulte interesante hasta el desenlace. Deduzco de ello que los realistas de talento deberían llamarse con más propiedad ilusionista, por lo tanto, cada uno de nosotros se refleja sencillamente una ilusión del mundo, creo también que la novela así realizada gana en sinceridad. Sea cual sea la inteligencia de un hombre puede prever y relata perfectamente todos actos de su vida. La habilidad consiste en no dejar que el lector reconozca ese yo bajo las mascaras que nos sirven para ocultarlo. El hombre que tan solo se propone divertir a su público con la ayuda de procedimientos escribe con seguridad en el candor de su mediocridad. 20 versos o frases leídos de corrido nos remueven como una relación sorprendente.
En efecto es mas difícil manejar la frase a nuestro antojo, lograr que lo diga todo, incluso aquello que no expresa, los que hoy día constituyen imágenes sin prestar atención a los términos abstractos, porque poseen un cuerpo que jamás alcanzaran a la sencillez, porque carece de el. C
Grughurhgtr
-¡Basta!- exclamo el viejo Roland, hacia un cuarto de hora permanecía inmóvil con loss ojos fijos en el agua y levantando de vez en cuando con un ligero movimiento su caña de pescar sumergida en el mar. Madame, Roland murmuro, -no obstante, has logrado una buena pesca. El viejo Roland coloco una cesta entre las rodillas -¡Cáspita!, estos son frescos -¿Cuántos has pescado tu, doctor? Su hijo mayor Pedro -¿Cuántos has pescado? Le respondió -¡Oh! Poca cosa, tres o cuatro – ¿Y tú, Juan? –Mas o menos como Pedro, cuatro o cinco.
Era un antiguo joyero parisiense al que un amor inmoderado por la navegación y la pesca, indujo a abandonar el negocio, en cuanto su posición fue lo bastante desahogada para permitirle vivir de sus rentas, se retiro El Havre, compro un barca y se convirtió en un marino de afición. Mientras tanto sus hijos Pedro y Juan vivían en Paris, Juan, tan rubio como moreno era su hermano, ambos se tomaban un descanso junto a su familia, pero recelaba uno del otro, Pedro, quien al nacer Juan contaba con cinco años. Juan había sido desde su infancia un modelo de dulzura, bondad y de carácter invariable, Pedro estaba cansado de oír continuamente a ese muchachote gordinflón, cuya dulzura le parecía debilidad. Su madre, prudente y práctica, esperaba con ansia que uno de los dos triunfara -¿Qué muchachos?
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