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Pensamiento De Vatimo


Enviado por   •  2 de Septiembre de 2013  •  2.278 Palabras (10 Páginas)  •  352 Visitas

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El Pensamiento de Vattimo

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Vattimo, en sintonía con Lyotard, está convencido de que la modernidad ya haya hecho su tiempo y que, si el postmodernismo es la experiencia de un fin, lo es en primer lugar como experiencia del “fin de la historia”, es decir, de la concepción moderna de la historia como curso unitario y progresivo de eventos a la luz de la ecuación según la cual ‘nuevo’ es sinónimo de ‘mejor’: “la modernidad, en la hipótesis que propongo, se acaba cuando – por múltiples razones – ya no parece posible hablar de la historia como algo unitario” (“La sociedad transparente”). Razones que no son solamente de tipo intelectual o filosófico, sino también de tipo histórico-social, porque van del ocaso del colonialismo y del imperialismo, hasta el advenimiento de la sociedad compleja. En efecto, si el rescate de los pueblos sometidos ha vuelto problemática la idea de una historia centralizada y movida por el ideal europeo de humanidad, el afirmarse del pluralismo y de la sociedad de los media ha minado en la base la posibilidad misma de una historia unitaria. Como demuestra el hecho de que, si es verdad, que sólo en el mundo moderno, es decir con “la edad de Gutemberg” de la cual habla McLuhan, se han creado las condiciones para construir y transmitir una imagen unitaria y global de la historia humana, es también verdad que con la difusión de las tecnologías multimediales, se han multiplicado los centros de acopio e interpretación de los acontecimientos: “la historia ya no es más un hilo conductor unitario, actualmente es una cantidad de informaciones, de crónicas, de televisores que tenemos en casa, muchos televisores en una casa” (“Filosofia en el presente”). Vattimo está convencido que los “grandes cuentos” legitimados por la modernidad hagan parte de una forma mentis “metafísica” y “fundacionista” ya superada. De hecho, él cree que el paso de lo moderno a lo postmoderno se configure como el paso de un pensamiento “fuerte” a un pensamiento “débil”. Como ‘pensamiento fuerte’ (o metafísico) Vattimo concibe un pensamiento que habla en nombre de la verdad, de la unidad y de la totalidad, (es decir, un tipo de pensamiento ilusorio tendiente a establecer “fundaciones” absolutas del conocer y del actuar). Como ‘pensamiento débil’ (o postmetafísico) él concibe un tipo de pensamiento que rechaza las categorías fuertes y las legitimaciones omnicomprensivas, es decir, un tipo de razón que, junto a la razón-dominio de la tradición, ha renunciado a una “fundación única, última, normativa” (“El pensamiento débil”). El pensamiento débil se presenta explicitamente como una forma de nihilismo, vocablo que el filósofo de Turín considera “una palabra-clave de nuestra cultura, una especie de destino del que no podemos liberarnos sin privarnos de aspectos fundamentales de nuestra espiritualidad” (“Las medias verdades”). Con este término, que Vattimo no usa de una forma peyorativa (“como si fuese un insulto”) sino de manera positiva y propositiva, él se refiere a la circunstancia que había profetizado Nietzsche, “el hombre rueda hacia la X”, es decir, aquella específica condición de ausencia de fundamentos en la cual se encuentra el hombre postmoderno después de la caída de las certezas últimas y de las verdades estables. En consecuencia, él cree que el nihilismo no se debe combatir como un enemigo, mas debe ser asumido como nuestra única posibilidad. En efecto, a los hombres del siglo XX no les queda más que acostumbrarse a “convivir con la nada”, es decir a “existir sin neurosis en una situación donde no hay garantías ni certezas absolutas”. De aquí la tesis-programa según la cual “hoy, no es que no nos sentimos a gusto porque somos nihilistas, sino porque somos todavía muy poco nihilistas, porque no sabemos vivir hasta el fondo la experiencia de la disolución del ser” (“Filosofía en el presente”), es decir, porque tenemos todavía unas formas de nostalgia por las totalidades perdidas. El nihilismo del cual habla Vattimo no es un nihilismo resentido o nostálgico, es decir, trágico, obsesiondao por el derrumbe de lo absoluto y por el pathos del no-sentido. No es tampoco un nihilismo fuerte, tendido a edificar un nuevo absolutismo sobre los escombros de la metafísica, es decir, un nihilismo que sustituye la voluntad del hombre a la voluntad creadora de Dios. El de Vattimo es un nihilismo débil, liviano, que habiéndo vivido hasta el fondo la experiencia de la disolución del ser, no tiene ni añoranzas por las antiguas certezas ni deseo de nuevas totalidades. De aquí su carácter constitutivamente postmoderno y su consonancia con el hombre de buen temperamento del que hablaba Nietzsche en la filosofía del amanecer, describiéndolo como un individuo libre de resentimiento, privado “del tono gruñón y del emperro: las notas molestosas de los perros y de los hombres envejecidos bajo una cadena”. Según Vattimo, los inspiradores del postmodernismo son Nietzsche y Heidegger: “el acceso a las posibilidades positivas que [...] se encuentran en las condiciones postmodernas de existencia, es posible sólo si se toman en serio los resultados de la destrucción de la ontología operada por Heidegger y, antes de él, por Nietzsche. Mientras que el hombre y el ser sean concebidos metafísicamente y platónicamente en términos de estructuras estables que imponen al pensamiento y a la existencia la tarea de ‘fundarse’, de establecerse (con la lógica, con la ética) dentro del dominio de lo no-deviniente, reflejándose en una mitificación de las estructuras fuertes en todos los campos de la experiencia, no será posible para el pensamiento vivir positivamente aquella verdadera y propia edad postmetafísica que es la postmodernidad” (“El fin de la modernidad”). De Nietzsche, Vattimo hereda el anuncio de la “muerte de Dios”, es decir, la teoría de la ausencia los valores absolutos metafísicos (inclusive la idea de sujeto). De Heidegger hereda la concepción epocal del ser, es decir, la tesis según la cual “el ser no es, mas acontece”, y el convencimiento consecuente, según el cual, el acontecer del ser no es más que el abrirse lingüístico de las varias aperturas histórico-destinales, o sea de los varios horizontes concretos dentro de los cuales los entes se vuelven accesibles al hombre y el hombre a sí mismo. Esta ontología epocal comporta, según Vattimo, una temporalización radical y un debilitamiento estructural del ser: “al final, el pensamiento de Heidegger parece resumirse en el hecho de haber sustituído la idea de ser como eternidad, estabilidad, fuerza por aquella de ser como vida, maduración, nacimiento y muerte: no es lo que permanece, es de forma eminente [...] lo que deviene, que nace y muere. Asumir este nihilismo peculiar

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