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Pequeño tratado de las grandes virtudes


Enviado por   •  1 de Febrero de 2016  •  Reseña  •  1.868 Palabras (8 Páginas)  •  472 Visitas

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PEQUEÑO TRATADO DE LAS GRANDES VIRTUDES

El libro me gustó mucho, ya que  la manera en la que desde el prólogo, el autor señala su pretensión de dirigirse al público en general, y  no al filósofo profesional. Advierte que no debe buscarse en su tratado erudición ni exhaustividad. Es un libro que  hace eco de preocupaciones cotidianas del hombre común y que empuja hacia un horizonte de excelencia y mejora. Su éxito pone de manifiesto también la actualidad de los temas morales y, más concretamente, de la virtud.

Este  tratado demuestra, al reflejar la continuidad, aunque no unanimidad, del discurso moral de los grandes pensadores. El presente libro muestra el atractivo que supone intentar alcanzar la excelencia, actuar conforme a aquello que nos hace verdaderamente humanos, es decir, la virtud. El autor se adentra con valentía en análisis complejos sobre los términos de la acción virtuosa. Sin embargo, se tiene la impresión de que las cuestiones espinosas se resuelven de un modo más retórico que verdadero.

El autor nos dice que la urbanidad es la primera virtud y que tal vez sea la que de origen a todas las demás, y que también es la más pobre, la más superficial y la más discutible, se cuestiona en que si verdaderamente la urbanidad es una virtud, y que en cualquier caso sería una pequeña virtud, nos dice que a la urbanidad le trae sin cuidado la moral y, viceversa, a la moral le tiene sin cuidado la urbanidad, también nos demuestra que la urbanidad está caracterizada por una “nada” y que es una virtud pura, una virtud formal y de etiqueta, que tiene la apariencia de una virtud pero solo eso.

Es innegable que la urbanidad es un valor, pero es un valor ambiguo e insuficiente en sí mismo, y que este puede cubrir tanto lo mejor, como lo peor, y por eso resulta un tanto sospechosa.

Esto, debe de ocultarnos algo, pero ¿el qué?, ya que es un artificio y de los artificios no debemos de fiarnos, y también es un adorno del cual tampoco hay que confiar, Dierot también nos habla de una urbanidad insultante, de los grandes. Pero también dice se debería hablar de la urbanidad obsequiosa y servil de algunas personas humildes y que de esta manera si nos dieran a elegir, preferiríamos el desprecio sin formulas y la obediencia sin manera.

También nos dice que un canalla refinado no es menos innoble que otro que no es refinado, o que quizá lo sea mucho más, tal vez porque de esta manera no sería hipócrita, no está claro, ya que la urbanidad no aspira a la moral, por lo tanto el canalla refinado seria de buen grado cínico sin falta la urbanidad, ni la maldad.

Pero entonces nos hace reflexionar de por qué el contraste, porque nos disgusta, pero no por el contraste entre una virtud y su ausencia, que sería la hipocresía en este caso, ya que el canalla por hipótesis es refinado, por otro lado, “ quien lo parece lo es” por lo menos en un grado suficiente, por el contraste entre la apariencia de una virtud , que en el caso de la urbanidad es también su propia realidad, el ser de la urbanidad se agota por entero a su apariencia , y la ausencia de todas las demás virtudes.

Si a lo estético se añade lo ético, la urbanidad hace que el malvado resulte más odioso, por que denota que posee educación sin la cual su maldad de alguna manera seria excusable,  el canalla refinado es lo contrario a una fiera  a lo que se guarda rencor, y es lo contrario a un salvaje a quien se disculpa,

Y se habla tanto de la primera virtud porque desde el momento que nacemos, el niño recién nacido no tiene moral, ni puede tenerla por esto es que esta virtud se puede considera la primera cronológicamente,

En la virtud de la fidelidad, empieza diciendo que aquello que dura o se repite solo tiene lugar cambiando y que no hay cosa que comience que no deba acabar, por lo que también ejemplifica que nadie es capaz de olvidar el pasado a excepción de los locos y los sabios, de esta manera el futuro es causa de nuestra inquietud, lo que también dice es que no hay virtud sin fidelidad, de esta manera una fidelidad amante, una fidelidad virtuosa, una fidelidad voluntaria, no es suficiente con recordar, se puede olvidar sin ser infiel sin olvidar, de esta manera solo se puede ser fiel o infiel a lo que uno recuerda.

Después empieza con la tercera virtud que es, la prudencia; la urbanidad es el origen de todas las virtudes, la fidelidad su principio, la prudencia, su condición, la tradición responde a que la prudencia es una virtud, los estoicos la consideraban como una ciencia de lo que debe hacerse y lo que no debe hacerse, por lo que la ciencia supone, la incertidumbre, el azar, el riesgo, y lo desconocido.

La templanza nos dice que es la moderación de los deseos sensuales, es también el requisito para un goce más puro o más pleno, lo que lo hace un placer lucido, controlado y  cultivado, la templanza es la virtud por la cual continuamos siendo señores de nuestros placeres y no sus esclavos, ser temperante es poder contentarse con un poco, pero lo importante no es el poco, sino el hecho de poder, y de contentarse.  El sabio pone límites a los deseos del mismo modo que se los pone a sus miedos, la templanza intensifica el placer, cuando este existe y cuando no existe, este hace las veces de él.

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