Persuacion Y Reduccion
Enviado por normacardenas16 • 20 de Septiembre de 2014 • 3.860 Palabras (16 Páginas) • 314 Visitas
II.- PERSUASIÓN Y SEDUCCIÓN
Las palabras tiene un poder de persuasión y un poder de disuasión, por medio de las palabras nace un argumento inteligente que se dirige a otra inteligencia. Su pretensión consiste en que el receptor lo descodifique o lo interprete. La persuasión y la disuasión se basan en frases y en razonamientos, apelan al intelecto ya a la deducción personal. Plantean consecuencias negativas que el propio interlocutor rechazará. O positivas que el receptor deseará. Cualquier intento de persuasión provoca resistencia, por pequeña que parezca, siempre se produce una desconfianza ante los intentos persuasivos, reacción que se hará mayor o menor según el carácter de cada persona. Y según la intensidad del mensaje.
La seducción parte de un intelecto, pero no se dirige a la zona racional de quien recibe el enunciado, sino a sus emociones.
La ventaja del emisor es que éste conoce el valor de los términos, sabe de su perfume y de su historia, guarda en su mente los vocablos que ha rechazado para dejar paso a las palabras de la seducción. No apela a la construcción razonada como a los elementos concretos que se emplean en ella. Su valor connotativo ejerce una función sublime, busca lo expresivo, aquellas “expresiones” que se adornan con aromas distinguibles, no reside en la seducción, sino en la sorpresa que se opone a ellas. No apela a que un razonamiento se comprenda, sino a que se sienta, seduce lo natural, lo que se liga al ser humano y a su entorno, a sus costumbres, a la historia, seduce así la naturaleza de las palabras.
Las palabras cumplen la función de un olor que relaciona con los sentidos, el nuevo olor llega a sí al cerebro sensible y le hace identificar esa percepción y su significado, más profundo, más antiguo, que perfilan al ser humano conocer su entorno mediante las sensaciones; los seres gratos anunciaban la ausencia de peligros; es decir, la existencia de olores peligrosos. La seducción de las palabras su olor, el aroma que logran despertar, reside en afectos no en las razones. Los mecanismos internos del ser humano se ponen en marcha con estímulos físicos que desatan el sentimiento de aprecio o rechazo. La seducción no repara en abstracciones generalizantes, si no en lo concreto: es lo singular frente a lo general.
Las palabras denotan porque significan, pero connotan por que se contaminan. La seducción parte de las connotaciones de los mensajes entre líneas. La seducción busca el sonido del significante que se percibe por los sentidos y termina en los sentimientos, en cada contexto existen unas palabras frías y unas palabras calientes. Las palabras frías trasladan precisión, son la base de las ciencias. Las palabras calientes muestran la arbitrariedad, y son la base de las artes.
El semiólogo Pierre Giraud nos muestra que “cuanto más significante es un código, es más restringido, estructurado, socializado e inversamente. Las ciencias y técnicas dependen de sistemas cada vez más descodificados”.
Al vocablo “seducir” se le ha dado un sentido peyorativo, el diccionario de 1739 lo definía sólo con estas frases: “Engañar con arte y maña, persuadir suavemente al mal”. La seducción no se ha entendido históricamente como algo positivo: se ocultaba en la palabra el temor religioso se habrá retratado la seducción de un hombre a una doncella, no se reflejaba en el aserto del diccionario la seducción que puede ejercer un paisaje. Y el adverbio “suavemente” ilustra la tesis con dulzura: con el sonido de las palabras o la belleza de las imágenes, con recursos que van directo al alma y que vadean los razonamientos.
Aquella idea que identificaba engaño y seducción dos formas de designar el pecado, “Embargar o cautivar el ánimo”. No hay ninguna palabra que descalifique moralmente la seducción; el afecto se busca en las zonas más etéreas de la mente: embargar, cautivar, ánimo. La abstracción de los sentimientos.
La seducción y la fascinación pueden servir para fines positivos como negativos. Pero, en cualquier caso, se producen dulcemente, sin fuerza ni obligación, de modo que el receptor no advierta que está siendo convencido o manipulado, para que no oponga resistencia. La seducción no trasluce una investigación intelectual sobre el léxico, sino una manera intuición del hablante. Es decir, el emisor ejerce su herencia lingüística de una manera tan inadvertida como una novelista de hoy copio sin saberlo las estructuras de algunas frases de Quevedo, o habrá quien intente seducir con las palabras un atisbo de consciencia cuando las emplee para la seducción. Las habrá descubierto intuitivamente pero las pronunciará con responsabilidad. Con la intención de manipular a los incautos.
III.- LOS SONIDOS SEDUCTORES
El sonido no es sólo el contorno de las palabras, En nuestra vida cotidiana solamente quitarle valor representa la fachada que vemos en ellas antes de conocer sus habitaciones. La voz no da el tacto de las frases, y con sus sensaciones vivimos la parte más irracional del lenguaje porque su registro nos permitiría incluso prescindir de los significados.
El lenguaje, constituye un hecho sensorial que recibimos con el oído o la vista, la primer impresión de lo que escuchamos nos llega con los golpes de voz, y en ese momento el cerebro humano descodifica fonéticamente una clave que le permite adentrarse luego en las ideas.
Diversos subprocesos mentales que estructuran la comprensión del lenguaje quedan superados mediante una conexión ultrarrápida entre nuestras neuronas y nuestros sentidos. La psicolingüística se analiza su contenido, con un desfase de dos sílabas entre los fonemas y la aplicación de sus significados. Incluso el sentido parcial que se esconde en los sufijos o las derivaciones queda identificado a una velocidad de ensalmo. La mente humana hasta prescinde del código de acceso completo, y le basta las primeras sílabas a veces el mero golpe de voz inicial, para comprender la palabra entera. Un vocablo puede quedar descifrado en 150 milisegundos, porque el cerebro humano es sobre todo una inteligencia verbal, que llega incluso a separar el proceso de registro y el de análisis pese a que se produce casi simultáneamente.
El cerebro humano analiza el sonido de cada letra con una facilidad irracional, cuando la mente pueda descodificar con tanta celeridad el sonido “be” de la palabra “bato” como disímil del fonema “pe” del término “pato” y distinguirlos como dos seres semánticos muy diferentes cuando en su fonética se muestran casi idénticos. Tanto “be” como “pe” se pronuncian gracias a la unión de los labios al lanzar el primero de estos sonidos se da una vibración de las cuerdas vocales.
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