Por que la etica
Enviado por Camila Suarez Herrera • 8 de Agosto de 2021 • Trabajo • 6.156 Palabras (25 Páginas) • 119 Visitas
¿Por qué la ética?
Sobre la constitución del hombre responsable al hilo de Paul Ricoeur[1]
José María Mardones. CSIC. Madrid.
RESUMEN
La sencilla cuestión de "por qué la ética", desemboca en el complejo problema de la constitución del hombre responsable. Siguiendo fundamentalmente las indicaciones que Ricoeur aborda, a través del rodeo antropológico, la peculiaridad humana que tiene que realizar su libertad propia con otros y en un marco institucional. Están así dados los pasos para una reflexión sobre el por qué y la necesidad de la ética.
Palabras clave: ética, responsabilidad, libertad, racionalidad.
Abstract
The simple question "why ethics?" ends up in the complex problem of the constitution of the responsible human being. Fundamentally following the indications of Ricoeur we address, by traversing the anthropological turn, the peculiarity of human beings who have to realize their freedom with others and in an institutional framework. This provides the steps for a reflection upon the reasons for and the necessity of ethics.
Key words: ethics, responsibility, freedom, rationality.
Las preguntas sencillas y directas abordan temas básicos y fundamentales. Esto sucede con la cuestión de “¿por qué la ética”? Nos obliga a indagar en muchas de las cosas dadas por supuesto a la hora de reflexionar éticamente. ¿Dónde están las raíces de la ética? ¿Cabe un ser humano sin ética? Y si la ética es constitutivo del ser humano, ¿qué es eso característico del hombre que le empuja inevitablemente a ser un animal ético? En esta exposición quisiera, a hombros de gigantes, al hilo de algunos de los grandes antecesores que se han planteado estas cuestiones o semejantes, especialmente Ricoeur, dar alguna respuesta a este interrogante fundamental.
- LA PECULIARIDAD HUMANA
La respuesta al por qué de la ética, nos lleva derechos hacia la pregunta por el ser humano, por su singularidad y peculiaridad que hace única la condición humana y la distingue de otras formas de estar y de ser en el mundo. Damos un rodeo por la antropología para poder dar cuenta del por qué de la ética. En el fondo, quizá actualizando algo ya señalado por Kant, no estamos sino preguntándonos por alguno de los estratos constitutivos del hombre. Ricoeur (1993: 106) dirá en nuestros días que preguntarse por la vida ética, es hacerlo sobre uno de los estratos fundamentales de “una fenomenología hermenéutica de la persona”.
El ser humano tiene que hacer su mundo
El ser humano se nos presenta no encerrado en la mera naturaleza, sino desbordándola. Este exceso, ha sido visto por Plessner, desde el punto de vista biológico, como una carencia. Somos desvalidos o subdesarrollados instintualmente. No poseemos, como los animales, una dotación instintual que nos oriente y guíe en nuestro comportamiento con el ambiente. Esta deficiencia instintual convierte al ser humano en un ser no atado biológicamente, en su relación con el ambiente. Herder ya describió en 1784 al ser humano como el “primer ser “dejado suelto” (liberto, Freigelassenen) de la creación”.
Esta constitución biológica del ser humano lo convierte en un ser “abierto al mundo” (Weltoffenheit) y en un ser necesitado de los otros y referido a ellos. El ser humano, nacido prematuramente, se sigue desarrollando biológicamente, en relación con su ambiente. Al no estar determinados por un mundo cerrado y fijo, la dirección del desarrollo le viene dada socialmente. Tenemos que hacer un mundo con otros. Este mundo propio y con otros, el mundo del hombre, lo denominamos sociedad (Berger, 1972: 66s.).
El ser abierto, no determinado, del hombre es interpretado, desde el punto de vista cultural y espiritual, como la apertura radical al mundo y la posibilidad de la libertad. Estamos condenados a la libertad, ya que no estamos constreñidos por la naturaleza. La desbordamos y, justamente, esta ruptura inicial con la naturaleza es la que posibilita la libertad.
El ser humano tiene que realizar su libertad
La libertad del ser humano no es una cuestión, como ya viera Kant, que se pueda describir o se demuestre por reflexión, sino, más bien, se confirma a través de la acción. Atestiguamos la libertad que poseemos a través de nuestro hacer. Hegel (párrafo 4), ya vio que la voluntad libre se muestra en la realización de la libertad. Sólo podemos afirmarnos como libres y creernos libres y demostrar en el hacer la verdad de esta creencia. Un ser humano que desborda la naturaleza tiene que hacerse un mundo propio como “segunda naturaleza”, lo que Hegel llamaba el mundo realizado del espíritu que es la libertad. Vemos que el paso a lo social, el paso “a las circunstancias de la libertad”, señala las condiciones de realización de la libertad.
El ser humano así considerado es, por tanto, un ser que está entregado a la libertad que tiene que realizar. Somos seres llamados a realizar la libertad. Somos tarea. Ricoeur (1993: 70) dirá que somos un poder-hacer que se demuestra o testimonia en acciones efectivas.
Empujando la reflexión por esta línea descubrimos que debajo de este deseo de hacer, a través del que se prueba la odisea de nuestra libertad, lo que se encuentra al fondo es un deseo de ser. Quizá llegados a este punto, estamos tocando fondo: nos encontramos ante el elemento primario que expresa ese poder y desear hacer. La afirmación originaria sería esta “afirmación gozosa del poder ser, del esfuerzo por ser, del conatos (Ricoeur 1993: 71)”.
Esta “afirmación gozosa del poder ser”, quiere decir, que el hombre en su primer movimiento o iniciativa hacia el ser ya se capta capaz de ello. Dicho de otro modo, se siente valioso, con estima de sí. Ahora bien esta estima de sí resultaría vana si no estuviera sustentada por la posibilidad de un hacer que se orienta intencionalmente hacia el mundo con pretensiones de inscribir ahí su actuar. Un obrar intencional es un obrar reflexivo, según razones. Ya se ve que la categoría del obrar propiamente humano lleva consigo, diríamos a través del giro lingüístico, un ser humano hablante y por ello mismo pensante[2].
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