¿QUÉ TIENEN LOS HOMBRES EN LA CABEZA?

─ ¿Qué tienen los hombres en la cabeza?

Me dispuse a responder rápidamente de una manera mecánica, casi sin pensarlo, intempestivamente. En realidad casi intuía que a lo largo de la entrevista me iba a preguntar algo similar y, dado las corrientes de igualdad y paridad, que hoy en día recorre todos los ámbitos de la sociedad occidental tenía preparada en el subconsciente una respuesta al dedillo: « ¡Lo mismo que las mujeres! ». Pero me detuve. Me detuve no sé por qué instinto, si se puede llamar así, o guiado por una especie de premonición o sino. Lo cierto es que respondí otra cosa. Una frase de la que luego, en un principio, me arrepentí dado mi posición social, luego, no sé, con el tiempo agradecí haberme dejado llevar por ese recuerdo de impulso juvenil que aún me corroía el cerebro.

— Política,… fútbol,… sexo… ¡Y… Rock and roll!

— Pero,… ¿Todos los hombres?

— Si dijera “todos” sería una Ley Universal, y hoy día hasta las leyes universales están en la picota gracias a la famosa teoría de la relatividad. Fíjese para lo que ha quedado Newton y Ley de Gravitación Universal…

Sin saber cómo, en vez de decir que todo había sido una broma, una respuesta simpática para relajar el tono de la encuesta, que hasta entonces había versado sobre la ideología del partido, la economía mundial y el problema de la violencia de género… Pues, en vez de disculparme por el tono jocoso de la frasecita, eché más leña al fuego que yo mismo había prendido, puesto que el interrogante, aunque iba dirigido con cierta maldad, defendí de un modo irracional mi salida de tono, como si lo que hubiese dicho fuese una sentencia de Stendhal, La Rochefaulcaud u otro similar.

— Ya. Pero… ¿Usted considera, entonces, que la mayoría de los hombres llenan su cabeza con problemas políticos, discusiones futbolísticas, pensamientos sexuales y entretenimientos rockeros?

— A mí nunca me ha gustado generalizar. Meter a todas las personas que tienen algo en común, ya sea su sexo, su raza o su color de pelo o gracejo personal, su ideal político o religioso o su nacionalidad me parece una falta de respeto y de educación con la propia humanidad y consigo mismo, puesto que todos somos propensos de que otros nos agrupen y hagan una generalización de nosotros mismos. Eso está muy feo, señora… ¿O prefiere que la llame señorita, aunque ya esté en desuso este tratamiento?

Ella encogió los hombros y me sonrió pícaramente, bajando la cabeza y subiendo la mirada hacia mí. Yo ante ese tipo de sonrisas y miradas nunca he sabido reaccionar ni cómo tomármelas. Si estuviera ahora mi esposa presente aseguraría con rotundidad que aquella chica quería seducirme, pero claro, para ella cualquier mujer o jovencita que me sonriera o me mirase con “ojitos”, era un ligue en potencia. Y lo cierto es que con aquella sonrisa en sus carnosos y cerrados labios y con su mirada malévola, yo ya no era un hombre, sino arena que se lleva una ola.

— Sin embargo, ha respondido que los hombres tienen en la cabeza “política, fútbol, sexo y rock´n´roll”?

— Bueno, sí. Todas las personas estamos

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