Que hay de malo en matar
Enviado por Benjamin Alonzo • 2 de Abril de 2018 • Ensayo • 2.831 Palabras (12 Páginas) • 216 Visitas
¿Qué hay de malo en matar?
Peter Singer
La vida humana.
Se dice que la vida es sagrada, pero casi nunca se siente lo que se dice. De ser así, matar a un cerdo o arrancar una fruta sería tan abominable como asesinar a un ser humano. Cuando se dice que la vida es sagrada, lo que se tiene en mente es la vida humana. Pero, ¿Por qué ha de tener la vida humana un valor especial? hay mucha gente que, siendo partidaria de la santidad de la vida humana, considera legítimo matar en defensa propia. Podemos tomar la doctrina de la santidad de la vida humana como simplemente una forma de decir que la vía humana tiene algún valor especial, el cual es bastante distinto del valor de las vidas de otros seres vivos. La tesis de que la vida humana tiene un valor extraordinario está muy arraigada en nuestra sociedad y se encuentra consagrada por nuestras leyes. Contrasta de una forma tan natural en la que le quitamos la vida a perros callejeros, monos experimentales y ganado. ¿Qué justifica la diferencia? En todas las sociedades conocidas ha existido algún tipo de prohibición de quitar la vida. Pero precisamente a quien proteger es una cuestión en la cual las sociedades han diferido. En muchas sociedades tribales el único delito grave es matar a un miembro inocente de la misma tribu: a los miembros de otras tribus se les puede matar con impunidad. Llegados a este punto, deberíamos pararnos a preguntarnos lo que queremos decir con términos de “vida humana” o “ser humano”. Dichos términos aparecen de forma prominente en debates como el aborto. A menudo la pregunta de si “el feto es un ser humano”. Se presenta como crucial en el debate sobre el aborto, pero a menos que pensemos detenidamente sobre estos términos, preguntas como estas no tienen respuesta.
Es posible dar un significado preciso a “ser humano”. Podemos utilizarlo como equivalente a “miembro de la especie homo sapiens”. Determinar si un ser es miembro de una especie concreta es algo que se puede hacer científicamente, examinando la naturaleza de los cromosomas en las células de los organismos vivos. Existe otro tipo de término “humano”, el propuesto por el teólogo protestante y prolífico escritor en temas éticos Joseph Fletcher. Fletcher ha confeccionado una lista de lo que él denomina: “indicadores de la condición humana”, entre los cuales se encuentran los siguientes: conocimiento y control de uno mismo, sentido del futuro, sentido del pasado, capacidad de relacionarse con otros, capacidad de relacionarse con los demás, comunicación y curiosidad.
El embrión, que posteriormente será el feto, el niño profundamente discapacitado psíquicamente, e incluso el neonato, todos sin duda pertenecen a la especie homo sapiens, pero ninguno es consciente de sí mismo, tiene el sentido del futuro o capacidad de relacionarse con los demás. Por tanto, la elección en dos sentidos puede constituir una diferencia importante a la hora de responder a la pregunta de “si el feto es un ser humano”. La moralidad del aborto es un tema esencial, cuya respuesta no puede depender de la utilización que le demos a las palabras.
Este uso del término “persona” se presta desafortunadamente a la confusión, debido a que se utiliza a me nudo con el mismo sentido que ser humano”. Sin embargo, los dos términos no son equivalentes, ya que podría haber una persona que no fuera miembro de la especie del mismo modo que podría haber miembros de nuestra especie que no fueran personas. La palabra persona tiene su origen en el término latino que designa a la máscara que llevaban los actores en el drama clásico. Este sentido tiene unos procedentes filosóficos impecables. John Locke define persona como “un ser pensante inteligente que tiene razón y reflexión y puede considerarse a sí mismo como si mismo, la misma cosa pensante en diferentes tiempos y lugares”. Esta definición acerca del término “persona” a lo que Fletcher quería decir con “humano”, excepto que selecciona dos características cruciales- racionalidad y conciencia de sí mismo- como núcleo del concepto. Muy posiblemente Fletcher admitiera que estas dos características son fundamentales y las demás, más o menos, provienen de ellas.
El valor de la vida de los miembros de la especie homo sapiens
La injusticia de infligir dolor a un ser no puede depender de la especie a que pertenezca dicho ser; ni tampoco la injusticia de matarlo. Los hechos biológicos sobre los cuales traza el límite de nuestra especie no tienen una pertinencia moral. Dar preferencia a la v ida de un ser simplemente solo porque dicho ser pertenece a nuestra especie nos pondría en la misma posición que los racistas que dan preferencia a los que son miembros de su raza ¿Cómo es posible que nuestra sociedad haya llegado a aceptar un punto de vista que soporta tan mal el examen crítico?
En los orígenes de las civilizaciones occidentales, a las épocas griega o romana, nos damos cuenta que pertenecer a la especie homo sapiens no bastaba para garantizar que la vida estuviese protegida. No existía ningún respeto por las vidas de los esclavos u otros “barbaros”, e incluso entre los mismos griegos o romanos, los niños no tenían derecho automático a la vida. Tanto griegos como romanos mataban a los niños débiles o deformados exponiéndolos a la intemperie de una colina. Platón y Aristóteles pensaban que el estado debía de imponer que se matara a los niños deformes. Algo parecido se decía en los celebrados códigos legislativos que se cree fueron creados por Licurgo y Solón. En este periodo se pensaba que era mejor acabar con una vida que hubiera empezado bajo malos auspicios que intentar prolongarla, con todos los problemas que podía conllevar, nuestras actitudes datan de la llegada del cristianismo.
Existía una motivación teológica específica en la insistencia cristiana sobre la importancia de la pertenencia a la especie: la creencia de que todo nacido de padres humanos es inmortal y está destinado a la dicha eterna o a un tormento perpetuo. Con esta creencia, matar al homo sapiens tomaba una relevancia terrible, ya que confiaba a un ser, su destino eterno. Una segunda doctrina cristiana que llegaba a la misma conclusión era la creencia de que, puesto que Dios nos ha creado y somos de su propiedad matar a un ser humano es usurpar el derecho que Dios tiene de decidir cuándo viviremos y cuando moriremos. Según santo Tomas de Aquino, quitar una vida humana constituye un pecado contra Dios, del mismo modo que matar a un esclavo sería un pecado contra su dueño. Por otra parte, como aparece en la biblia (Génesis 1:29 y 9:1-3) se creía que los animales habían sido puestos por Dios bajo el dominio del hombre. Por tanto, los seres humanos podían matar a los animales no humanos cuando quieran, siempre y cuando
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