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RESUMEN DE “SEXUALIDAD HUMANA: VERDAD Y SIGNIFICADO”


Enviado por   •  13 de Septiembre de 2015  •  Ensayo  •  3.916 Palabras (16 Páginas)  •  432 Visitas

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Introducción

La Situación y el Problema.

Hoy en día los padres de familia se encuentran con diversos problemas, uno de ellos es el de ofrecer a sus hijos una adecuada preparación para la vida adulta, en particular  la educación del verdadero significado de la sexualidad. En el pasado no se era tan explicito al abordar el tema de la sexualidad pero existía el respeto a los valores fundamentales. Hoy en día los medios de comunicación ofrecen información despersonalizada a la juventud y ante esto los padres no saben cómo manejar tal situación. La escuela ha desarrollado programas de educación sexual sustituyendo a la familia con programas informativos. Los padres católicos por falta de preparación acuden a la iglesia para que  orienten a sus hijos sobre todo en la edad de la niñez y adolescencia. Pero no deben de olvidarse que al ser estos los que han donado la vida y acogido en un clima de amor son ellos los que conocen mejor a sus hijos.

RESUMEN DE “SEXUALIDAD HUMANA: VERDAD Y SIGNIFICADO”

Capítulo 1.  Llamados al verdadero amor.

El hombre como semejanza de Dios ha sido creado para amar. Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano. Un amor capaz de  generosidad, a semejanza del amor de Dios: se ama al otro porque se le reconoce como  digno de ser amado. Un amor que genera la comunión entre personas, ya que cada uno  considera el bien del otro como propio. Todo hombre está llamado al amor de amistad y de oblatividad. Es el don de sí, hecho a quien se ama, en el que se  descubre, y se actualiza la propia bondad, mediante la comunión de personas y donde se  aprende el valor de amar y ser amado.

El amor y la sexualidad humana

El hombre está llamado al amor y al don de sí en su unidad corpóreo-espiritual. La Feminidad y masculinidad son dones complementarios, en cuya virtud la sexualidad  humana es parte integrante de la concreta capacidad de amar que Dios ha inscrito en el hombre y en la mujer. La sexualidad es un elemento básico de la personalidad. El cuerpo humano, con su sexo, y con su masculinidad y feminidad, visto en el misterio mismo de la creación, es no sólo fuente de fecundidad y de procreación, como en todo el orden natural, sino que incluye desde el "principio"  la capacidad de expresar el amor: ese amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don y mediante este don realiza el sentido mismo de su ser y existir. Toda forma de amor tiene siempre esta connotación masculino-femenina.

La sexualidad humana es un bien: parte del don que Dios vio que “era muy bueno” cuando creó a la persona humana a su imagen y semejanza, y “hombre y mujer los creó” En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su totalidad unificada. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual. La sexualidad tiene como fin intrínseco el amor.

El amor conyugal

Cuando el amor se vive en el matrimonio, comprende y supera la amistad y se plasma en la entrega total de un hombre y una mujer,  que con el pacto conyugal fundan aquella comunión de personas en la cual Dios ha querido que viniera concebida, naciera y se desarrollara la vida humana. A este amor conyugal, y sólo a él, pertenece la donación sexual. El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que en el matrimonio, la intimidad corporal de los esposos viene a ser un signo y una garantía de una comunión espiritual.

Amor abierto a la vida

Signo revelador de la autenticidad del amor conyugal es la apertura a la vida. El amor es esencialmente don y el amor conyugal, a la vez que conduce a los esposos al recíproco "conocimiento”. Se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una persona humana. A partir de esta comunión de amor y de vida los cónyuges consiguen esa riqueza humana y espiritual y ese clima positivo para ofrecer a los hijos su apoyo en la educación en el amor y en la castidad.

Capítulo II

AMOR VERDADERO Y CASTIDAD

El amor virginal como el conyugal son las dos formas en las cuales se realiza la vocación de la persona al amor, requieren para su desarrollo el compromiso de vivir la castidad. Ninguno puede dar aquello que no posee: si la persona no es dueña de sí —por obra de las virtudes y, concretamente, de la castidad— carece de aquel dominio que la hace capaz de darse. La castidad es la energía espiritual que libera el amor del egoísmo y de la agresividad. En la misma medida en que en el hombre  debilita su castidad, su amor se hace progresivamente egoísta, es decir, solo tiene deseo de placer y no ya, don de sí.

La castidad como don de sí

La castidad es la afirmación gozosa de quien sabe vivir el don de sí, libre de toda esclavitud egoísta. Esto supone que la persona haya aprendido a descubrir a los otros, a relacionarse con ellos respetando su dignidad en la diversidad. La persona casta no está centrada en sí misma, ni en relaciones egoístas con las otras personas. La castidad torna armónica la personalidad, la hace madurar y la llena de paz interior.

 

El dominio de sí

La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado. Toda persona sabe que la castidad requiere rechazar ciertos pensamientos, palabras y acciones pecaminosas así que se requiere una capacidad y dominio de sí.

La castidad conyugal

Las personas casadas están llamadas a vivir la castidad conyugal; las otras practican la castidad en la continencia. Los padres son conscientes de que el mejor presupuesto para educar a los hijos en el amor casto y en la santidad de vida consiste en vivir ellos mismos la castidad conyugal. El cristiano está llamado a vivir su entrega en el matrimonio.

Para vivir la castidad el hombre y la mujer tienen necesidad de la iluminación continua  del Espíritu Santo.

La educación en la castidad

La educación de los hijos en la castidad busca tres objetivos: a) conservar en la familia un clima positivo de amor, de virtud y de respeto a los dones de Dios, particularmente al don de la vida  b) ayudar gradualmente a los hijos a comprender el valor de la sexualidad y de la castidad y sostener su desarrollo con el consejo, el ejemplo y la oración;  c) ayudarles a comprender y a descubrir la propia vocación al matrimonio o a la virginidad dedicada al reino de los cielos en armonía y en el respeto de sus aptitudes, inclinaciones y dones del Espíritu. Pueden recibir ayuda de otros educadores pero no sustituirlos. La familia es por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales.

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