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RESUMEN JUAN DE SAHAGUN


Enviado por   •  4 de Agosto de 2013  •  1.392 Palabras (6 Páginas)  •  822 Visitas

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FENOMENOLOGIA Y FILOSOFIA DE LA RELIGION

RESUMEN

El encuentro interpersonal en un punto de vista reflexivo y critico lo encontramos como la conciencia del hombre religioso para establecer un contacto personal con un ser supraempirico que le otorga la salvación traducido en plegarias, ofrendas y actos de culto reveladores de la existencia de un diálogo interpersonal como característica fundamental de la actitud religiosa.

Esta dimensión da pie para determinar la racionalidad y coherencia antropológica de la religión, por tanto, los tramos de nuestra reflexión como la alteridad humana y la exigencia de un Tú absoluto interlocutor del hombre.

La alteridad humana es, como decíamos, la base de la relación yo-tú, distinta de la relación yo-ello. Y es que el yo humano no se constituye en sí mismo y por sí mismo, sino en referencia a algo que le confiere significación y realidad diferente según sea la naturaleza de este término u objeto.

Ahora bien, este cumplimiento se consuma realmente si el otro respectivo es inconvertible en cosa (ello) porque es Tú absoluto y eterno que representa y acapara el ámbito ilimitado de la alteridad. Como significado a esto refiere que el término yo es sincategoremático de realidad y de significación diferente según sea su correlato como un objeto o una persona, Para designar la relación yo-tú, empleando una categoría para expresar el ámbito del encuentro interpersonal constitutivo del ser humano.

En una palabra, en virtud de su carácter personal, la realidad humana desborda la propia individualidad y convierte a cada hombre en un ser vertido esencialmente hacia todos los otros. Por ser persona, todo ser personal se halla referido a alguien de quien recibió su naturaleza, y además a alguien que puede compartirla aproximando al otro a sí mismo haciéndolo su prójimo. Esta manera de ser es propia del espíritu.

El encuentro salvador con Otro mayor es nota esencial de la actitud religiosa. Esta característica, que es necesaria en toda religión, constituye por sí misma una seria dificultad debido a la ausencia objetiva del término ad quem de dicha relación. A Dios no se le tiene delante como a las personas con quienes tratamos.

A diferencia de la relación establecida en el conocimiento de la realidad (sujeto-objeto), la del encuentro interpersonal no objetiva a ninguno de sus términos (yo-tú), porque no cabe apoderamiento del uno por el otro. Solamente si el otro es reconocido como valor en sí y por sí mismo, es como se convierte en tú u otro yo dotado de libertad y autonomía que se realiza con independencia. Autonomía y respectividad son, por tanto, presupuestos necesarios de la relación personal verdadera. El hombre religioso reconoce a Dios como supremo valor para él porque lo ve como realidad plena y absoluta que lo salva y confiere sentido último a su vida. Es una realidad de otro orden sin parangón con nada de este mundo. Es inobjetivable e inmanipulable y, por lo mismo, no se tiene a mano como tenemos las cosas que nos rodean ni cae bajo el dominio del hombre. La relación con él no se inscribe en el área del tener, sino en la del ser.

Para mayor concreción, distribuimos nuestra reflexión en los cinco puntos siguientes:

1. En la relación con las cosas y de manera especial con sus semejantes, el hombre capta una serie de verdades y de bienes que le marcan el horizonte inabarcable del valor que supera su poder de dominio.

2. En presencia de la realidad absoluta (verdad y bien supremos), el hombre adquiere conciencia de distanciamiento, por una parte, y de cercanía, por otra. A la vez que lo desborda en virtud de su infinitud, se le ofrece como meta última e ideal de perfección.

3. Lo mismo que en el encuentro amoroso auténtico —amor oblativo y de benevolencia— el ser humano se pone a disposición del otro por la entrega generosa de sí mismo, en el encuentro con la Verdad y con el Bien por excelencia establece una comunión desinteresada que, a la vez que colma sus deseos de donación, garantiza y avala las relaciones humanas.

4. El diálogo verdadero, basado en la intercomunicación de la verdad, sólo es posible si los interlocutores se hacen mutuamente partícipes de la misma verdad. Para ello es necesario que las personas compartan esta verdad, superior a ellas, que hace posible la realización que las constituye como tales. Estas condiciones postulan

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