Reflexiones sobre la Vida
Enviado por juansola • 28 de Agosto de 2012 • Ensayo • 1.526 Palabras (7 Páginas) • 526 Visitas
¿Qué es lo que funda —o propicia la aparición— de una comunidad humana? Según Georges Bataille: “La vida exige hombres reunidos, y los hombres solo se reúnen por un caudillo o por una tragedia” (Crónicas nietzscheanas). En un primer estadio, Bataille opone comunidad cerrada-militarista y comunidad abierta-sacrificial (“Sacrificar no es matar, sino abandonar y dar”, dice en la Teoría de la religión). Pero acaba reconociendo que ambas son en el fondo idénticas, pues tienen en común el apelar a un fundamento: la idea de una soberanía nacional basada en la idea de un pueblo o de una nación, como fundamento que vincula a los habitantes de un territorio y les permite trazar fronteras esenciales, un límite sagrado: lo propio frente a lo impropio, el nacional y el extranjero, lo sagrado y lo profano. Este fundamento teológico del Estado lo hace inseparable del militarismo. Cada pueblo o nación se vincula a lo suprasensible y al mismo tiempo se define frente al otro. Sacraliza sus campos, sus ciudades, sus santos, sus héroes, sus artístas, sus montes, su cielo, sus fronteras. El sentimiento de pertenecer a una comunidad tiende a generar una identidad basada en la oposición al otro, al bárbaro o al extranjero. El Estado se funda en la creación de una identidad colectiva y se erige en guardián de dicha identidad mediante la violencia. El monopolio de la violencia pertenece al Estado. Carl Schmidt: dialéctica amigo/enemigo, la guerra como algo imprescindible para fundar una comunidad política. Bataille: el miedo a la muerte es lo que hace “zozobrar cualquier intento de comunidad universal” (Proposiciones). Ante la amenaza de su desaparición, el yo se fija (se refugia) en una identidad. El miedo a la muerte es entonces el miedo a la pérdida de dicha identidad: confundirse con el otro. De ahí la necesidad de estatutos diferenciados para los extranjeros. Concepto de ciudadanía como una regla de exclusión. Promesa de inmortalidad: los héroes nacionales siguen viviendo en la nación por la que se sacrificaron. Mentalidad sacrificial. Bataille habla de las fuerzas homogéneas y heterogéneas en una sociedad. El Estado tiende a hacer homogénea la sociedad, en nombre de la eficacia, de la productividad, del orden. Lo heterogéneo se asocia al tabú, a lo sagrado, a lo pasional, a lo trágico, al goce incontrolado, al delirio, a la desmesura… A todas aquellas pasiones y pulsiones humanas imposibles de ser contenidas en una forma cerrada. Lo homogéneo se presenta bajo el aspecto de los objetos quietos unos junto a otros. Los seres humanos como una serie homogénea: todos tienen sus derechos, todos son iguales. Lo heterogéneo se manifiesta en el choque. Es lo otro que choca, que no encaja, que no puede ser asimilado a un todo homogéneo. De ahí las instituciones típicas de lo homogéneo: la escuela, la clínica, la fábrica, la prisión… Instituciones idénticas en su planteamiento básico, tal y como nos mostró Foucault.La sociedad burguesa tiende a crear al otro interior: son los marginados, tan necesarios como el enemigo exterior. Bataille habla de sadismo:“Opuesta a la existencia miserable de los oprimidos, la soberanía política aparece, ante todo, como una actividad sádica claramente diferenciada”.
(El Estado y el problema del fascismo)
El fascismo es la irrupción de los elementos heterogéneos, una revolución de las pulsiones totalizadoras. El Führer y el Duce encarnan al monarca absoluto de tiempos pasados, son los reyes taumaturgos, los líderes mesiánicos, la encarnación de una categoría política olvidada/obviada por el Estado liberal-burgués. Se trata de una categoría pseudo-religiosa, una vez más lo teológico subyace en la política moderna, como aquello no resuelto que pugna por hacerse manifiesto en formas degradadas (no tradicionales). En el momento en el cual este genera masas de desposeídos —los nuevos parias o intocables—, estas se convierten en el sustrato vinculado por el Führer. La acción fascista es heterogénea, recurre a sentimientos y valores nobles y superiores, elevados, y tiende a considerar/constituir lo autoritario como principio sagrado, que demanda adhesiones absolutas e incondicionales, más allá de lo razonable. Al Führer, como al Sheij totalitario de las tariqas sufíes o a los prophetae anabaptistas, se le suponen poderes mágicos. Y es esta suposición la que engendra sus poderes. Es un juego de espejos, una fantasmagoría en la cual el hombre de la masa se siente reconfortado, enteramente en manos del que sabe, del que posee unos poderes que lo sobrepasan. Esta renuncia a la soberanía por parte del individuo se volverá en su contra. El Führer encarna la parte maldita, la necesidad de despilfarro y desmesura, como desafío a las fuerzas homogéneas
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