Reporte de "Vigilar y Castigar. El Nacimiento de la prisión"
Enviado por Braulio Cabrera • 8 de Abril de 2019 • Resumen • 1.558 Palabras (7 Páginas) • 233 Visitas
Suplicio
Este capítulo comienza con el caso de Damiens, un francés condenado a penas físicas públicas en 1757. Tras la descripción -detallada- del meticuloso proceso que se llevó a cabo y sus particularidades, se analiza el carácter simbólico de la relación “condenado-verdugo” y como al primero, a quien muchas veces no se le arranca la verdad o el arrepentimiento, resulta ser el que se lleva el favor y conmiseración públicos, y el segundo, el repudio. El suplicio es, pues, la gran manifestación soberana de fuerza sobre el cuerpo y es, a su vez, el elemento principal del “castigo espectáculo”.
Debido a todo esto, y a la poca efectividad que tenía el aplicar penas especializadas, la sociedad occidental avanza a prácticas que ejercen la fuerza sobre el alma o mente del individuo (recién creado por la ilustración y su humanismo), no sobre su cuerpo. También el poder sobre el físico evoluciona a soluciones tajante o menos brutales, como la guillotina o los trabajos forzados. De esta forma, se elimina el espectáculo y se evita el dolor.
Dejando un poco de lado el suplicio, el discurso encauza su estudio en cuatro reglas generales, que se verán -una y otra vez- a lo largo del texto: 1. “Considerar el castigo como una función social compleja”; 2. Adoptar la perspectiva de táctica política respecto al castigo; 3. Situar la tecnología del poder en el principio tanto de la humanización de la penalidad como del conocimiento del hombre; 4. Análisis del rol que juega el cuerpo en las relaciones de poder.
Un poco más adelante, Foucault comienza a esbozar un muy primitivo concepto de “microfísica del poder”, que va definiendo como las consecuencias de las acciones de los aparatos y las instituciones; es una dinámica de poder tan sutil y tan inmanente que no requiere de un sentido de obligación o prohibición, pues se ejerce automáticamente; es la creación de un saber relacionado, de ida y vuelta, con el poder.
De regreso con el suplicio, se resalta que -durante mucho tiempo- las penas eran secretamente establecidas por el soberano, en razón con ciertos lineamientos acusatorios, pero desde su perspectiva, pues el “crimen” era una falta para con este. Sin embargo, algunos siglos más adelante, el sistema de pruebas se modifica para producir una verdad estandarizada sin el juicio del soberano; esta transformación es crucial para la concepción actual de crimen pues, la ofensa ya no es al soberano y su poder con el cuerpo, sino a la sociedad, es así que se crea al “culpable”.
Para terminar este capítulo, es claro que el análisis genealógico -utilizado por Foucault- no está solo, viene con el desplazamiento del análisis del discurso: el análisis de poder. Desde el primer capítulo es posible comenzar a colocar los elementos de estudio (y descentramiento) en las categorías tecnológicas propuestas en el método foucaultiano; tecnologías de producción, de poder (o dispositivos), de símbolos y del yo.
Castigo.
En el crepúsculo de la era feudal y el origen del capitalismo, el suplicio se convierte en una práctica barbárica (pues atenta contra los derechos del hombre, tan sonados durante el humanismo) y poco productiva económicamente. Por lo tanto, entra en juego la Reforma Penal del s. XVIII (en Francia) con la que se homogenizan las penas y se reduce su costo político y económico; ésta tiene como principios regentes: la regla de la cantidad mínima (o el mínimo beneficio), regla de la idealidad suficiente (la eficacia de la aplicación de la pena es una de las principales desventajas del delito), regla de los efectos laterales (pena eficaz en los presuntos inocentes, o los no criminales), regla de certidumbre absoluta (relación intrínseca delito-pena, leyes inapelables), regla de la verdad común (la veracidad del crimen se sustenta en un modelo científico, para el que se crean ciertos saberes), regla de la especificación óptima (códigos penales precisos, que buscan no tener lagunas legales).
Con esta evolución, ahora sí, las penas evolucionan a un ámbito social y el delincuente se convierte en un criminal que atenta contra el cuerpo social (por lo que nace la justicia). En la condena no simplemente se castiga como consecuencia, sino como prevención a futuros actos; por lo tanto, el espectáculo se convierte en un seminario en el que el criminal es el objeto y a través del cual se le separa de la sociedad y se le arranca la virtud.
Aunque se retomará dos capítulos más adelante, aquí ya figura la existencia de las prisiones como instituciones y los modelos inglés y Filadelfia, los cuales salen a la luz para ser analizados como procesos de corrección a través del dominio total del cuerpo, de la mente, del tiempo y del espacio. Claro, todo esto en la teoría, pues en realidad la intención es readaptar al criminal con el único propósito de integrarlo al sistema productivo o, en el peor de los casos, poder estudiarlo y crear conocimiento que sea útil.
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