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Resumen Etica Minima Adele Cotina


Enviado por   •  8 de Noviembre de 2013  •  5.275 Palabras (22 Páginas)  •  615 Visitas

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Introducción

Adentrarse en el ámbito de la filosofía práctica —moral, jurídica, política y religiosa— es siempre una aventura. Pero una aventura irrenunciable para cualquier sociedad que desee enfrentarse con altura humana —no sólo animal— al discurrir cotidiano de la vida.

De ello da fe nuestra ya larga tradición occidental que, junto con el saber por el saber, ha convertido en blanco de su preocupación el saber para y desde el obrar: el «saber práctico».

En él se insertan, por derecho propio, tres preguntas que sólo pueden acallarse haciendo dejación de la humanidad: las preguntas por la felicidad, por la justicia y por la legitimidad del poder. A estas tres cuestiones, en las que se confunden la filosofía moral, jurídica y política, trató de responder la filosofía del ser, cuando el ser era el objeto de la filosofía; a ellas intentó responder la filosofía de la conciencia, cuando la conciencia atrajo el interés filosófico; por ellas se afana la filosofía del lenguaje, que en nuestro tiempo ha conquistado el ámbito filosófico y va extendiendo sus preocupaciones a la triple dimensión lingüística.

Por eso este libro, que camina más bien por el sendero de la admiración ante la vertiente universalista del fenómeno moral, se inscribe en el terreno de las éticas deontológicas para las que la pregunta por la norma antecede a la pregunta por la vida feliz. Y no porque la felicidad sea un tema secundario, sino porque nuestro trabajo desea modestamente asegurar, desde la reflexión, los mínimos normativos —el repudio universal de la tortura, la explotación y la calumnia— antes de adentrarse en asunto tan apasionante como la felicidad humana.

Las propuestas filosóficas seguidas en nuestro trabajo son dos, ambas de innegable raigambre kantiana. La primera de ellas, arrancando de la fundamentación kantiana del deber y de la consecuente concepción de la filosofía como sistema, ve en la filosofía de Hegel una conservación y superación de la oferta kantiana. Desde esta primera perspectiva entendemos la filosofía como sistema y la verdad como coherencia. La segunda de las líneas seguidas tiene también en Kant su inicio, pero, transformando dialógicamente la lógica trascendental kantiana, discurre por el camino abierto por las éticas del diálogo. La filosofía es ahora discurso teórico sobre las reglas de un discurso práctico legitimador de normas morales y jurídicas, como también de la forma política; la verdad es ahora más bien validez práctica.

La tarea de conjugar ambas líneas reflexivas, completando la coherencia con el diálogo,

queda abierta desde este trabajo como proyecto de futuro. Como también queda «en el tintero» otro secreto proyecto: regresar a una antropología de lo felicitante, que subsane lo que de seco y árido hay en la filosofía práctica de las normas; una antropología de lo felicitante que sustituya al al camello, cargado de pesados deberes, por el hombre derrochador de vida creadora desde la abundancia de su corazón.

Ética mínima por Adele Cortina

Adentrarse en el ámbito de la filosofía práctica —moral, jurídica, política y religiosa— es siempre una aventura. De ello da fe nuestra ya larga tradición occidental que, junto con el saber por el saber, ha convertido en blanco de su preocupación el saber para y desde el obrar: el «saber práctico».

En él se insertan, por derecho propio, tres preguntas que sólo pueden acallarse haciendo

dejación de la humanidad: las preguntas por la felicidad, por la justicia y por la legitimidad del

poder. Moral, derecho, política y religión son, pues, dimensiones de este ámbito filosófico que se las ha reflexivamente con la felicidad y la justicia, con la legitimidad y la esperanza.

La «moral pensada» —la ética o filosofía moral—, infinitamente respetuosa con la «moral vivida», intenta reflexionar hasta donde le lleve la constitutiva moralidad del hombre; de un hombre que es, por naturaleza, político, y está abierto —para sí, para no o para la duda— por la misma naturaleza a la trascendencia.

Porque, al cabo de nuestra reflexión, llegamos a un descubrimiento tan sabido y tan nuevo como detectar en el fenómeno moral dos lados. Atendiendo a uno de ellos, la misma naturaleza de lo moral excluye el pluralismo; atendiendo al otro, la misma naturaleza de lo moral exige empecinadamente el pluralismo. El primer lado es el de las normas; el segundo, el de la vida feliz.

El fenómeno moral contenga dos elementos, que exigen distinto tratamiento: las normas, basadas en el descubrimiento de que todo hombre es intocable, y que, por tanto, exigen un respeto universal (en este sentido la moral es monista); y la felicidad, que depende de los contextos culturales y tradicionales, incluso de la constitución personal. En el ámbito de la felicidad el monismo es ilegítimo y nadie puede imponer a otros un modo de ser feliz. Por eso este libro, que camina más bien por el sendero de la admiración ante la vertiente universalista del fenómeno moral, se inscribe en el terreno de las éticas deontológicas para las que la pregunta por la norma antecede a la pregunta por la vida feliz.

Las propuestas filosóficas seguidas en nuestro trabajo son dos, ambas de innegable raigambre kantiana. La primera de ellas, arrancando de la fundamentación kantiana del deber y de la consecuente concepción de la filosofía como sistema, ve en la filosofía de Hegel una conservación y superación de la oferta kantiana. Desde esta primera perspectiva entendemos la filosofía como sistema y la verdad como coherencia. La segunda de las líneas seguidas tiene también en Kant su inicio, pero, transformando dialógicamente la lógica trascendental kantiana, discurre por el camino abierto por las éticas del diálogo. La filosofía es ahora discurso teórico sobre las reglas de un discurso práctico legitimador de normas morales y jurídicas, como también de la forma política; la verdad es ahora más bien validez práctica.

I. EL ÁMBITO DE LA ETICA

II. 1.ETICA COMO FILOSOFÍA MORAL

III. 1. DE LO QUE NO CORRESPONDE HACER A LA ETICA

La ética es una incomprendida y que tal incomprensión la está dejando sin quehacer, es decir, sin nada que hacer. Despertar directamente actitudes porque se consideran más humanas o más cívicas que otras es inveteradamente una tarea moral, y se configura sobre la base de una concepción del hombre, sea religiosa o secular.

No debemos propiciar que se nos confunda con el moralista, porque no es tarea de la ética indicar a los hombres de modo inmediato qué deben hacer. Pero tampoco podemos permitir que se nos identifique con el historiador (aunque historie la ética),

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