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Resumen Sobre El Mal Alan Badiuo


Enviado por   •  10 de Febrero de 2012  •  2.188 Palabras (9 Páginas)  •  878 Visitas

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Resumen sobre mal Alain Badiou.

La "ética", en la acepción corriente de la palabra, concierne de manera privilegiada los "derechos del hombre" -o, subsidiariamente, los derechos del viviente.

Se supone que existe un sujeto humano por todos reconocible y que posee "derechos" de alguna manera naturales: derecho de supervivencia, de no ser maltratado, de disponer de libertades "fundamentales" [de opinión, de expresión, de designación democrática de los gobiernos, etc.]. Estos derechos se los supone evidentes y son el objeto de un amplio consenso. La "ética" consiste en preocuparse por estos derechos, en hacerlos respetar.

Cuando los que sostienen la ideología "ética" contemporánea proclaman que el retorno al Hombre y a sus derechos nos ha liberado de las "abstracciones mortales" engendradas por "las ideologías", se burlan del mundo. Seríamos dichosos si viéramos hoy una preocupación tan constante por las situaciones concretas, una atención tan sostenida y tan paciente concentrada en lo real, un tiempo tan vasto consagrado a la búsqueda interesada por las gentes más diversas y más alejadas, en apariencia, del medio ordinario de los intelectuales, como aquellas de los que hemos sido testigos entre 1965 y 1980.

En realidad, fue suministrada la prueba de que la temática de la "muerte del hombre" es compatible con la rebelión, la insatisfacción radical respecto al orden establecido y el compromiso completo en lo real de las situaciones, mientras. que el tema de la ética y los derechos del hombre es compatible con el egoísmo satisfecho de las garantías occidentales, el servicio de las potencias y la publicidad.

La ética es aquí concebida a la vez como capacidad a priori para distinguir el Mal [ya que en el uso moderno de la ética, el Mal -o lo negativo- está primero: se supone un consenso sobre lo que es bárbaro] y como principio último del juzgar, en particular del juicio político: es lo que interviene muy patentemente contra un Mal identificable a priori. El derecho mismo es ante todo el derecho "contra" el Mal. Si se exige el "Estado de derecho", es porque él se basta a sí mismo para autorizar un espacio de identificación del Mal [es la "libertad de opinión" la que, en la visión ética, es en primer lugar libertad de designar el Mal] y provee los medios para arbitrar cuando el asunto no está claro [sistemas de precauciones judiciales].

La visión de la ética como "ética del otro", o "ética de la diferencia", toma su punto de partida en las tesis de Emmanuel Lévinas más que en las de Kant.

Lévinas ha consagrado su obra, después de un recorrido fenomenológico [confrontación ejemplar entre Husserl y Heidegger] a destituir a la filosofía en provecho de la ética. A él debemos, mucho antes que la moda de hoy, una suerte de radicalismo ético.

Lévinas propone toda una serie de temas fenomenológicos donde se experimenta la originalidad del Otro, en el centro de los cuales se encuentra el del rostro, la donación singular y "en persona" del Otro por su epifanía carnal, que no es la comprobación de un reconocimiento mimético [el Otro como "semejante", idéntico a mí] sino, al contrario, aquello a partir de lo cual yo me compruebo éticamente como "consagrado" al Otro en tanto que un aparecer, y subordinado en mi ser a esta vocación.

La ética es para Lévinas el nuevo nombre del pensamiento, el cual ha girado desde su captura "lógica" (principio de identidad) hacia su profética sumisión a la ley de la alteridad fundadora.

Sin embargo, nosotros estamos bien lejos de lo que nos quiere trasmitir Lévinas. Como siempre, el puro análisis del aparecer fenoménico no puede resolver entre orientaciones divergentes.

Para eso es preciso la explicitación de axiomas del pensamiento que decidan una orientación.

La dificultad, que es también el punto de aplicación de tales axiomas, se puede decir así: el primado ético de lo Otro sobre lo Mismo exige que la experiencia de la alteridad esté ontológicamente "garantida" como experiencia de una distancia, o de una no-identidad esencial; franquearla constituye la experiencia ética misma. Ahora bien, el simple fenómeno del otro no contiene una tal garantía. Y eso simplemente porque es cierto que la finitud del aparecer del otro puede investirse como semejanza, como imitación, y así reconducir a la lógica de lo Mismo. El otro se me parece siempre demasiado, lo que hace necesaria la hipótesis de una apertura originaria a su alteridad.

El problema es que el "respeto de las diferencias", la ética de los derechos del hombre ¡parecen definir muy bien una identidad! y que, en consecuencia, respetar las diferencias no se aplica sino en la mediada en que ellas son razonablemente homogéneas a esta identidad [la cual no es, después de todo, sino la de un "Occidente" rico, pero visiblemente en su ocaso]. Aun los inmigrantes de estos países únicamente son, a los ojos de los partidarios de la ética, aceptablemente diferentes si son "integrados", si ellos quieren la integración [lo cual, mirado más de cerca, parece querer decir: si ellos desean suprimir su diferencia]. Muy bien podría ser que, desligada de la predicación religiosa que al menos le confería la amplitud de una identidad" revelada"; la ideología ética no sea sino la última palabra de un civilizado conquistador: "Deviene en lo que soy yo, y respetaré tu diferencia".

Pongamos nuestros propios axiomas. No hay ningún Dios. Lo que también se dirá: el Uno no es. El múltiple "sin Uno" -todo múltiple siendo siempre a su turno un múltiple de múltiples- es la ley del ser. El único punto de detención es el vacío. El Infinito, como ya lo sabía Pascal, es la banalidad de toda situación Y no el predicado de una trascendencia; puesto que el infinito, como lo ha mostrado Cantor con la creación de la teoría de los conjuntos, es, en efecto, la forma más general del ser-múltiple. En realidad, toda situación, en tanto que ella es, es un múltiple compuesto de una infinidad de elementos, de los cuales cada uno es a su vez un múltiple. Considerados en su simple pertenencia a una situación [a un múltiple infinito], los animales de la especie Homo sapiens son multiplicidades ordinarias.

Entonces, ¿qué debemos pensar del otro, de las diferencias, de su reconocimiento ético?

La alteridad infinita es simplemente lo que hay. Cualquier experiencia es despliegue al infinito de diferencias infinitas.

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