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Ruben Dario


Enviado por   •  25 de Marzo de 2014  •  274 Palabras (2 Páginas)  •  273 Visitas

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utumnal

En las pálidas tardes

yerran nubes tranquilas

en el azul; en las ardientes manos

se posan las cabezas pensativas.

¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños!

¡Ah las tristezas íntimas!

¡Ah el polvo de oro que en el aire flota,

tras cuyas ondas trémulas se miran

los ojos tiernos y húmedos,

las bocas inundadas de sonrisas,

las crespas cabelleras

y los dedos de rosa que acarician!

En las pálidas tardes

me cuenta un hada amiga

las historias secretas

llenas de poesía:

lo que cantan los pájaros,

lo que llevan las brisas,

lo que vaga en las nieblas,

lo que sueñan las niñas.

Una vez sentí el ansia

de una sed infinita.

Dije al hada amorosa:

--Quiero en el alma mía

tener la aspiración honda, profunda,

inmensa: luz, calor, aroma, vida.

Ella me dijo: --¡Ven!-- con el acento

con que hablaría un arpa. En él había

un divino aroma de esperanza.

¡Oh sed del ideal!

Sobre la cima

de un monte, a medianoche,

me mostró las estrellas encendidas.

Era un jardín de oro

con pétalos de llama que titilan.

Exclamé: --¡Más!...

La aurora

vino después. La aurora sonreía,

con la luz en la frente,

como la joven tímida

que abre la reja, y la sorprenden luego

ciertas curiosas mágicas pupilas.

Y dije: --¡Más!... Sonriendo

la celeste hada amiga

prorrumpió: --¡Y bien! ¡Las flores!

Y las flores

estaban frescas, lindas,

empapadas de olor: la rosa virgen,

la blanca margarita,

la azucena gentil y las volúbiles

que cuelgan de la rama estremecida.

Y dije: --¡Más!...

El viento

arrastraba rumores, ecos, risas,

murmullos misteriosos, aleteos,

músicas nunca oídas.

El hada entonces me llevó hasta el velo

que nos cubre las ansias infinitas,

la inspiración profunda,

y el alma de las liras.

Y lo rasgó. Allí todo era aurora.

En el fondo se vía

un bello rostro de mujer.

¡Oh, nunca,

Piérides, diréis las sacras dichas

que en el alma sintiera!

Con su vaga sonrisa:

--¿Más?... --dijo el hada. Yo tenía entonces

clavadas las pupilas

en el azul; y en mis ardientes manos

se posó mi cabeza pensativa...

...

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