SOBRE LA BREVEDAD DE LA VIDA
Enviado por gparodix • 27 de Mayo de 2015 • 860 Palabras (4 Páginas) • 310 Visitas
SOBRE LA BREVEDAD DE LA VIDA
Antes de nacer, alquilamos un cuerpo por un período desconocido, que puede ser de unos días, hasta una cifra que no puede depasar en mucho los 100 años. Este cuerpo viene sin ninguna garantía de buen funcionamiento, no trae ningún manual del usuario y al introducirnos en él nos hace olvidar hasta las intenciones con las que veníamos.
El estupor que esto causa al espíritu arrendatario, hizo y hace que los seres humanos busquemos algún sentido a esta vida. Muchos millones de horas se han dedicado a develar alguna de las incógnitas de nuestra presencia acá en la tierra. No han faltado, es cierto, Maestros ni Revelaciones, cuyas ideas nos indican, algunas con bastante detalle, qué debemos hacer, pero que arriesgan, en su mayoría, un “por qué” bastante contradictorio sobre algún dios todopoderoso, al que debemos adorar. En efecto la adoración según los conocimientos adquiridos es necesidad de los fatuos o inseguros, y un dios al que se declara todopoderoso es bastante difícil que tenga ese perfil.
Así empezamos, así continuamos: es incontrovertible la percepción de la finitud de la vida. Si queremos hacer planes a largo plazo, debemos saber que no podremos hacerlo ya que el largo plazo está limitado, como dijimos a no muchos años más que los 100 y a la fragilidad de la vida. En mi época de investigador en Matemática Aplicada, estudiaba unos procesos bastante inestables al transcurrir cortos períodos, lo que me llevaba a estudiar la posible regularidad cuando el tiempo tendía a infinito (comportamiento asintótico). Al intentar ser coherente entre lo que investigaba y mis planes de vida, me di el golpazo que se habrá llevado Séneca (circa 4 AC-65 DC) y que lo habrá inspirado a escribir Sobre la Brevedad de la Vida, y a Francisco de Quevedo (1580-1645), a componer el pesimista verso: “¡Poco antes, nada; y poco después, humo!”. Séneca menos pretencioso se limitó a afirmar: “Cuando es bien empleada la vida es suficientemente larga”. Plinio el Viejo (23-79), un poco dolido con el diario vivir, agradecido dijo: “La naturaleza no ha dado al hombre nada mejor que la brevedad de su vida”.
No satisfecho con esos pensamientos, que nada me decían de bueno sobre el tiempo infinito, uno por pesimista y los demás por omisión, inicié una carrera munido de la esperanza que me daban las creencias, para encontrar el conocimiento.
Nada más fácil que encontrar libros sobre el tema, nada más difícil que separar el trigo de la cizaña.
Para darle un corte optimista a estos pensamientos, voy a recurrir a la sapiencia de Blaise Pascal (1588-1651). En su dilema del apostador dice: “Si tengo que apostar en creer en Dios o no, debo elegir la primera alternativa, ya que si no Dios no existiera nada perdería, y si existiera lo perdería todo”. Este razonamiento fue bastante criticado, no por la forma sino porque no especifica de qué
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