Segundo capítulo Sócrates ¡culpable!

En este segundo capítulo titulado Sócrates ¡culpable! comienzan hablándonos de un personaje muy importante en la historia de la filosofía el cual sabemos quien es, nos hablan acerca de su vida y ese legado tan importante que nos ha dejado.

Empieza brindándonos una pequeña biografía de Sócrates, que había nacido en Grecia en la pequeña ciudad de Atenas la cual era una ciudad de democracia en la cual todos exponían sus opiniones y podían votar en una gran asamblea a la cual solo podían asistir las personas mayores de dieciocho años que no fueran esclavos ni mujeres, Atenas era una cuidad llena de arte con edificaciones hermosas, amor por el deporte y la literatura en especial el teatro y autores como el gran Homero y sus obras La Ilíada y La Odisea. Era una ciudad con una pasión por el conocimiento basado en la realidad, solo creían en algo que tuviera pruebas y una demostración.

Después nos describen a Sócrates como un hombre bajo, regordete, feo, pobre y preguntón, ya que le gustaba ir a la plaza pública de Ágora y hacer preguntas a cualquiera que se le atravesara en especial a los jóvenes, Sócrates decía que uno no puede filosofar en soledad, sin dialogar, que nadie podía saber solo, que un filosofo es la persona que trata a los demás como sus semejantes, y además es el que contagia a los demás las ganas de preguntar. En este capítulo nos cuentan que el Oráculo de Delfos decía que Sócrates era la persona mas sabia de toda Atenas y a esto Sócrates respondía “Solo sé que nada se” y también decía que se conocía a si mismo, que sabia que el era ignorante, pero entonces ya sabia dos cosas que no sabia nada y que el era ignorante, y entonces se comenzaba a cuestionar que todos los ciudadanos eran sabios ya que sabían aún más cosas que él.

A lo último del capítulo cuentan la muerte de Sócrates, que fue encarcelado debido a que se expreso en contra de los dioses de la época y porque corrompió a los Atenienses con sus preguntas, tuvo la oportunidad de escaparse de la cárcel, pero no lo hizo por respeto a la justicia de su ciudad, la cual tanto amaba.

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