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Sistemas Eticos


Enviado por   •  5 de Abril de 2012  •  2.095 Palabras (9 Páginas)  •  1.415 Visitas

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SISTEMAS ÉTICOS

I. TEORÍAS O SISTEMAS.

Solemos llamar sistemas éticos o teorías éticas (ambas expresiones prácticamente sinónimas) a doctrinas filosóficas de carácter global, que pretenden exponer el sentido último de los juicios morales, y ofrecer en consecuencia un criterio de su legitimidad. Ejemplos de tales sistemas o teorías (en adelante utilizaremos indistintamente cualquiera de estas expresiones) son el eudemonismo, el /hedonismo, el /utilitarismo, etc.

Esta doble denominación apunta al intento de asimilar la estructuración del discurso ético a las dos grandes formas de estructuración del discurso teórico: el sistema y la teoría, características respectivamente de las ciencias formales y de las empíricas. En su forma ideal (o al menos en su estilización teórica) el sistema parte de ciertos principios o axiomas establecidos sin discusión (y que pueden, como sucede en las geometrías no euclídeas, estar muy lejos de resultar evidentes), y procede de manera deductiva a establecer ciertas proposiciones; la teoría intenta, por mediodel procedimiento hipótesis/comprobación, reducir diversas regularidades observadas de los hechos, y regularidades más extensas, menos observables, pero en cierta manera más comprensibles.

En su aplicación al discurso teórico, ambas formas de estructuración han tenido sus practicantes y sus teóricos conocidos. En el caso del discurso práctico, sin embargo, la situación es más confusa. Tan sólo en el caso de Spinoza encontramos una voluntad consciente de elaborar una ética more geometrico, a la manera de un sistema formal. Si las consideramos de manera superficial, podría también pensarse que las éticas de la antigüedad clásica, en la medida en que adoptan el modelo aristotélico de theoria, constituyen, o intentan constituir, sistemas deductivos, en cuanto en apariencia no pretenden sino extraer de manera deductiva las exigencias prácticas de la idea de la naturaleza racional del hombre: la ley natural, en consecuencia, no sería sino un conjunto de teoremas deducibles de la idea de racionalidad humana. En realidad, las cosas han sido muy diferentes. El pensador antiguo tiene en el punto de partida una idea muy clara de quae erant demonstranda, a saber, las normas e ideales morales vigentes en la sociedad antigua (incluida la desigualdad), y su apelación a la naturaleza racional del hombre, tiene más de realzamiento retórico que de establecimiento de un principio o axioma teórico.

Un caso opuesto es el de la ética anglosajona, a partir de Shaftesbury. La idea que se hace sobre su propia metodología es registrada memorablemente por Hume1: se trata de registrar las valoraciones que están, por así decir, encarnadas en el lenguaje con que describimos las conductas y caracteres de los hombres, y encontrar el factor o los factores comunes a esas valoraciones. Ese factor común constituirá el criterio con que podremos enjuiciar ya, desde un punto de vista moral, las acciones, los caracteres y las instituciones humanas reales. Si, por ejemplo, hallamos que la utilidad social es el factor único o completamente dominante en nuestras valoraciones, tendremos la piedra de toque para examinar, teniendo en cuenta por supuesto los elementos histórico-culturales que intervienen en la idea de utilidad social, la legitimidad o ilegitimidad de nuestras normas sociales o juicios de valor. Una norma social que no condujera a la mayor utilidad (/ felicidad) social posible quedaría ipso facto deslegitimada.

Desde luego, con este intento de asimilación de las teorías éticas a las teorías científicas (aparte las dificultades suscitadas recientemente por la idea misma de teoría científica), el problema es que su punto de partida no son un conjunto de hechos objetivos e independientes de nuestros deseos y valoraciones, sino una clase de hechos, los juicios morales (o, si preferimos, las normas morales), que consisten precisamente en esas valoraciones y que están, por lo tanto, afectados al menos de una doble relatividad: a) relatividad individual, en el sentido que es posible (seguramente dentro de ciertos límites) la discrepancia entre individuos pertenecientes a la misma /cultura o época histórica acerca de la legitimidad de ciertas normas o juicios de valor; b) la aún más importante relatividad cultural o histórica, que aun teniendo sin duda los límites de los prerrequisitos funcionales de cualquier sociedad2, alcanza límites tan considerables como para sostener razonablemente que ninguna teoría ética puede considerarse como intemporal, por encima de cualquier cultura.

II. LA LIMITACIÓN DE LOS SISTEMAS ÉTICOS.

Estas consideraciones elementales sugieren la idea de que no puede existir la teoría ética verdadera, en el sentido de la apelación a un principio (la felicidad, la utilidad social, el cumplimiento del deber...) que explicara por completo la legitimidad de todos aquellos juicios de valor morales que estamos dispuestos a respaldar. Muy probablemente la adopción (sea individual o colectiva) de una determinada teoría ética entrañe necesariamente la pérdida o la desestima de ciertos conceptos de valor3 que pueden ser muy importantes para la vida moral. No todo tiene que ser ganancia en el progreso moral, individual o social (si es que se da tal progreso). Puede ser incluso dudoso que haya de haber una ganancia neta. En todo caso, la adopción de una teoría implica dar preeminencia a ciertos valores, dentro de los que conforman la vida individual y las relaciones sociales.

Es esencial, en mi opinión, tener siempre presente este carácter necesariamente incompleto del discurso y de las teorías éticas, que -no hace falta decirlo-poco tiene que ver con el relativismo estricto. Sin duda, es conveniente, por razones políticas y culturales, que los valores realzados por determinadas teorías sean subrayados en una determinada situación histórica (pensamos, por ejemplo, en la teoría de los derechos humanos). Desde otro punto de vista, hay que tener en cuenta la diferencia de realizabilidad de las teorías éticas4, y ello no sólo por razones de práctica política, sino también por coherencia teórica. Pero estas consideraciones no sugieren la idea de que exista una teoría definitiva. Incluso aquellas teorías que, como el intuicionismo, resultan definitivamente pobres desde el punto de vista teórico, recogen seguramente ciertos aspectos del discurso moral que sería imprudente subvalorar.

Por todas estas razones es dudosa la interpretación de las teorías o sistemas éticos comocódigos morales, a la manera de códigos jurídicos. Las relaciones de principios y reglas en las teorías éticas no es la relación de lo general (no hacer daño) a lo particular (no matar), sino más bien la relación entre el sentido y la expresión lingüística. Un mismo principio moral

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