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Enviado por irupemartinez • 18 de Noviembre de 2013 • 4.350 Palabras (18 Páginas) • 265 Visitas
LORENZ, Konrad
Sobre la agresión: el pretendido mal
Ed. Siglo XXI, Madrid 1973, 341 pp.
En el presente libro, el Premio Nobel de Medicina 1973 aplica sus tesis acerca de la analogía entre el comportamiento animal y el humano al estudio de un instinto y un tipo de comportamiento concreto: el instinto agresivo. Se encuentran aquí buena parte de las ideas que han hecho famoso a LORENZ, y probablemente éste sea su libro más conocido, así como el más útil para conocer su pensamiento. Desde el punto de vista estilístico está muy bien redactado, y salpicado de buenas dosis de ironía que hacen la lectura atractiva.
A continuación, trataremos de exponer las principales tesis del libro. Lo haremos de un modo sistemático, es decir, sin tener en cuenta el orden en que las ideas aparecen a lo largo de la obra.
1. Para LORENZ, la agresión es claramente un instinto, y concretamente uno de los cuatro instintos superiores, siendo los tres restantes hambre, sexo y miedo. Ese instinto se encuentra en los animales, y también en el hombre; y por instinto entiende LORENZ un mecanismo innato del comportamiento biológicamente determinado que tiene su origen en la evolución filogenética y se ha transmitido por lo tanto hereditariamente. Existe pues en el hombre un impulso innato que le lleva a agredir a sus congéneres (por agresión entiende LORENZ normalmente agresión intraespecífica, y es ésta la que constituye el objeto de su estudio), y que determina toda una amplia gama de conductas destructivas, abarcando desde una pelea sin importancia entre niños hasta la guerra nuclear.
En lo poco que llevamos dicho se advierte con claridad que el pensamiento de LORENZ hunde sus raíces en FREUD y en DARWIN. Como FREUD, LORENZ entiende que existen determinaciones inconscientes —instintivas— de la conducta humana; en concreto, respecto a la agresividad afirmará: "El conocimiento de que la tendencia agresiva es un verdadero instinto, destinado primordialmente a conservar la especie, nos hace comprender la magnitud del peligro: es lo espontáneo de ese instinto lo que lo hace tan temible... La opinión, completamente errónea, que se enseña de que tanto el comportamiento humano como el animal son de tipo predominantemente reactivo y que aun conteniendo elementos innatos puede modificarse por el aprendizaje, todavía tiene profundas raíces, y difíciles de extirpar" (pp. 60-61). Como FREUD, pues, el fundador de la etología asume una visión determinista del hombre, y, como FREUD, trata de analizar y describir cuáles son los determinantes innatos de la conducta humana. La diferencia con el modelo psicoanalítico vendrá dada por el hecho de que, mientras que en la concepción freudiana los determinantes instintivos son de naturaleza psicológica, es decir, aun teniendo base somática —y siendo una excitación somática la que desencadena siempre su puesta en marcha—, tienen su asiento en la psique, y concretamente en el Ello, en la teoría de LORENZ los instintos son de naturaleza estrictamente biológica.
Pero el influjo de DARWIN es todavía más perceptible, en la concepción lorenziana. En efecto, al analizar las causas de la existencia de determinantes innatos del comportamiento, LORENZ trata de buscar siempre una función conservadora de la especie. Parte de la hipótesis darwiniana según la cual las formas superiores de vida proceden de una evolución a partir de las formas inferiores, siendo el motor del mecanismo evolutivo la lucha intraespecífica, que ha hecho siempre que sobrevivan y perduren las especies mejor dotadas, y que las peor dotadas se hayan mutado para mejorar su dotación y poder conservarse; en ese juego de "selecciones naturales" y de "mutaciones" han surgido las nuevas especies: cuando a través de tales mecanismos se ha llegado a un cambio de particular entidad, nos encontramos con una especie diferente —naturalmente, el cambio es siempre gradual y muy lento. La tesis lorenziana es que el instinto agresivo ha surgido precisamente en el curso de la evolución, de tal manera que los mecanismos evolutivos han provocado que ese instinto exista en un gran número de animales y también en el hombre, y así, cada nuevo ser humano, cuando nace, nace con esa pulsión destructiva heredada de sus antepasados.
Naturalmente, desde esa perspectiva está claro que para fundamentar sus tesis LORENZ tendrá que demostrar la existencia de semejante instinto en los animales; precisamente el campo de la explicación del comportamiento animal es el ámbito en el que LORENZ es especialista. Efectivamente, trata de presentar tal demostración, proporcionando abundantes ejemplos a lo largo de todo el libro. Y, por otro lado, semejante punto de partida obligará al autor a no considerar la agresividad como algo intrínsecamente malo, sino como algo que cumple una importantísima función conservadora de la especie. En este sentido, tanto el título del libro que estamos comentando —El pretendido mal— como el del tercer capítulo de éste —"Donde la maldad sirve para algo bueno"— ilustran excelentemente la tesis de LORENZ. Nos referiremos a continuación a cada una de estas dos cuestiones.
2. Que en los animales existe un instinto agresivo es algo que LORENZ tiene muy claro. De entre los diversos ejemplos de distinta naturaleza que el autor aduce en su libro —el punto de partida de la investigación lorenziana es, repetimos, el estudio del comportamiento animal, y en este sentido el libro comienza con la observación de la conducta agresiva de los peces de coral— nos referiremos a uno que parece particularmente claro: las ratas, a las que LORENZ dedica el capítulo X del ensayo. Sobre ellas afirma: "En lo relativo a su comportamiento para con los miembros de la propia comunidad, los animales que vamos a estudiar son verdaderos espejos de todas las virtudes sociales. Pero se transforman en unos salvajes en cuanto tienen algo que ver con otra sociedad que no sea la suya. Las comunidades de este tipo tienen demasiados componentes para que puedan reconocerse individualmente todos; por eso, la pertenencia a una misma sociedad se manifiesta mediante un olor característico, propio de todos sus miembros" (p. 177). A pesar de su extensión, citaremos alguna de las comprobaciones experimentales que LORENZ aduce del comportamiento agresivo de las ratas, pues nos parece interesante para conocer el método de trabajo del autor:
"Que yo sepa, fue en 1950 cuando se averiguó que en los mamíferos, y de modo más concreto en los roedores, hay superfamilias que así se comportan. Fueron F. Steiniger y I. Eibl-Eibesfeldt quienes simultáneamente, y de un modo totalmente independiente el uno del otro, hicieron este importante descubrimiento, el uno con el musgaño y el otro con el ratón doméstico.
Eibl, que trabajaba entonces
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