Sueños Y Discursos
Enviado por JiiC • 10 de Diciembre de 2012 • 3.331 Palabras (14 Páginas) • 1.144 Visitas
Sueños y discursos
Portada de la primera edición de Los sueños (1627).
Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo es la obra filosófica más famosa de Francisco de Quevedo. Fue publicada en Barcelona por Esteban Liberós, a costa de Juan Sapera en 1627. Junto con El Buscón, es la obra más conocida y compleja de Quevedo.1
Considerada una de las obras maestras de la prosa española del Barroco, está compuesta por cinco partes: Sueño del Juicio Final, El alguacil endemoniado, Sueño del infierno, El mundo por de dentro y Sueño de la muerte.2 Todos destacan por sus juegos conceptistas, sus alegorías y el riquísimo léxico del autor. Quevedo adapta la tradición humanista a su época, a través de breves anécdotas, para lograr ejercer una crítica social hacia todos los estamentos de la España de los Austrias.3
Debido a la férrea censura de la época, que ya había ocasionado problemas a Quevedo, en 1631 se publicaron versiones expurgadas de los Sueños con el nombre de Juguetes de la niñez.4 A partir de esta edición El Sueño del Juicio Final fue llamado El sueño de las calaveras; El alguacil endemoniado, El alguacil alguacilado; El Sueño del Infierno, Las zahúrdas de Plutón; El mundo por de dentro mantuvo su nombre siempre y El Sueño de la Muerte fue conocido como La visita de los chistes.5
El pesimismo de Quevedo, como corresponde al barroco, plantea una justicia divina más cercana al castigo que a la gracia. Los relatos oscilan entre disquisiciones filosóficas y moralistas. Explica los tipos de hombres, cómo se condena la raza humana y la naturaleza de los demonios, y ataca los vicios de sus contemporáneos.
Firma de Francisco de Quevedo.6
Es la obra más popular de Quevedo, y fue escrita por partes entre 1605 y 1621. Según George Haley,7 el primero en componerse fue El sueño del juicio final, en 1606, seguido por El alguacil endemoniado en 1607.8 En 1608 se compuso el Sueño del infierno y en 1612 El mundo por de dentro. Finalmente, el último de los Sueños quevedianos data de 1621, el Sueño de la muerte.
La datación cronológica permite establecer dos grandes bloques de obras: el primero (1606-1608) y el segundo, que abarca un mayor período de tiempo y comprende los dos últimos opúsculos, escritos en 1612 y 1621 respectivamente. En 1610 la censura inquisitorial frustró el intento de Quevedo por publicar sus tres primeros Sueños.9 De hecho, los únicos considerados como sueños eran el Juicio y el Infierno. El título de «discursos» le fue aplicado por las sátiras a las costumbres y críticas de la época, además, por «discurso» se entienden únicamente los textos más largos de la obra publicada en 1627.10
El hecho de que la visión soñada no constituya un elemento común a los cinco textos da una idea de que Quevedo no empleó ningún plan para escribir su obra. El madrileño elaboró los Sueños a base de temas utilizados por él mismo y que retomará después, también empleó ideas prestadas de la Antigüedad clásica.11
[editar]Estilo y lenguaje
Retrato de Francisco de Quevedo.12
Se ha debatido la unidad de los Sueños de Quevedo como conjunto orgánico o como piezas independientes. En el prólogo del Alguacil endemoniado ya se perfila la posibilidad de una serie de sátiras, teoría que se refuerza con las numerosas dedicatorias y alegorías que se encuentran en los prólogos a cada uno de los cinco sueños.13 Cada uno constituye una unidad subrayada por la misma temática, fantasía moral y burlas ultraterrenas.
De ninguna manera Quevedo utilizó un plan para estructurar su obra. En los tres primeros Sueños se percibe una línea organizativa central, ya que se corresponden con las postrimerías del ser humano catalogadas por la Iglesia católica: muerte, infierno y juicio. El Juicio sería una especie de prólogo, y la Muerte el final de la serie.14 En sí, cada uno de los Sueños posee una intertexualidad única, además de figuras retóricas y sátiras con leves intentos de agrupación en torno al resto.15
Aunque la mayoría de las fuentes de Quevedo son humanistas, el autor las adapta de acuerdo a personajes y situaciones coetáneas a él.16 Algunas de las fuentes que utiliza y manipula intertextualmente son Juvenal, Virgilio, Erasmo y Luciano. Al ser la sátira de oficios y estados el tema más recurrente en Quevedo, se halla más o menos el mismo repertorio en las sátiras. De bajos oficios y figuras ridículas, como los hidalgos, se sirve Quevedo para atacar los vicios de la corrupta, hipócrita y vanidosa sociedad del Siglo de Oro.17
También critica a los médicos, «el mayor enemigo de la vida», y a los boticarios, a quienes acusa de enfermar a sus clientes vendiéndoles porquerías.18 El conservadurismo ideológico de Quevedo resalta los rasgos ridiculizadores de cada estrato social en la España de Felipe IV, para poner de relieve la general corrupción de las costumbres y de la naturaleza humana que se vivía en la sociedad española del Siglo de Oro.19
En su época, los Sueños fueron clasificados como «obra de ingenio» y es probable que haya sido leída como obra de entretenimiento y no como sátira social.20 Es una de las obras más audaces del barroco español, tanto por su temática como por su lenguaje. Quevedo emplea temas archidifundidos por la Iglesia para luego reinterpretarlos, a fin de combinar las temáticas cultas con la tradición popular.21 La intención moralizadora de Quevedo tiene como objetivo la sociedad urbana, pues rara vez muestran sus personajes a los miembros de la clase rural. Al autor le interesan esos sectores porque son con los que más se relaciona y, como fiel escribano, guarda una devoción casi religiosa por sus superiores, lo que no los exenta de ser blanco de sus críticas, como al Conde-Duque de Olivares o al mismo Felipe IV en El chitón de las tarabillas.22
La captura de Cristo, de Michelangelo Merisi da Caravaggio (c. 1602). Judas Iscariote es una constante en la obra de Quevedo y una de sus obsesiones personales.
Los sueños no representan, como algunos estudiosos ham querido ver, una coherencia y profundidad satírica, como sí se encuentra en El Criticón de Baltasar Gracián.23 El hilo conductor de los ataques a razas, vicios, nacionalidades e incluso defectos físicos obedece solo a las particulares obsesiones de Quevedo, quien repite las mismas fórmulas estilísticas que en otras de sus obras. También puede considerarse su obra como un fiel reflejo de su ideología política,24 que muchos autores consideran conservadora, casi fanática.25 Por ejemplo, el personaje de Judas Iscariote —que siempre fascinó a Quevedo—, es representado por el madrileño como judío, comerciante,
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