Temor Y Temblor
Enviado por federico357 • 7 de Mayo de 2015 • 2.352 Palabras (10 Páginas) • 915 Visitas
Informe de Lectura
Temor y Temblor
Soren Kierkegaard
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
Materia: Historia de la Filosofía contemporánea I
Profesor: Fray Víctor Fernández
Alumno: Álvarez Federico
Vida de Soren Kierkegaard
Sören Kierkegaard nació en Copenhague en 1813, el último de una familia de siete hijos. Era raquítico, algo contrahecho, de temperamento melancólico y reflexivo. La educación triste y dura que recibió de su padre exageró esta disposición. “Educación insensata”, dirá él más adelante, enteramente dominada por las ideas de deber y de pecado.
En 1830, Kierkegaard entra en la Universidad. Liberado de la tutela paterna, abandona toda práctica religiosa y lleva una vida disipada contrayendo deuda para satisfacer sus caprichos. Pero en 1838 una crisis espiritual, que llamó “el gran terremoto”, le hace volver a una vida religiosa ferviente. Decide hacerse pastor, se gradúa en teología, pronuncia su primer sermón en una iglesia de Copenhague y defiende en 1841 un tesis doctoral sobre El concepto de ironía.
Al mismo tiempo se promete con una joven de diecisiete años, Regina Olsen, por la que sentía un amor profundo. Pero a los pocos meses se dio cuenta de la imposibilidad de establecer con ella una total comunicación de alma, y renuncia al matrimonio. Con el fin de apartar a la joven, representa la comedia de la indiferencia. A finales de 1841 rompen definitivamente. Kierkegaard se hunde un poco más en la soledad y en la melancolía.
Entonces concibe claramente su vocación: ser un escritor religioso fuera de los marcos de la Iglesia establecida.
El 2 de octubre de 1855 cayó desmayado en la calle. Fue llevado al hospital y murió el 11 de noviembre en una gran paz, a la edad de cuarenta y tres años.
Su Filosofía y la Obra Temor y Temblor
Su filosofía existencialista surge en primer término como oposición a la filosofía hegeliana, que consideraba que la historia responde a una ley, un plan que impulsa a la humanidad hacia un progreso, y esto se produce de un modo fatal y necesario. Se ve desdibujada la individualidad de la persona humana por la explicación totalitaria.
Kierkegaard es un espíritu cristiano que protesta ante esta explicación de la realidad. Considera al ser humano como un existente concreto, individual, es un alguien no un algo. Busca rescatar al individuo perdido en este absolutismo, en un proceso de subjetivación, interiorización e introspección. Resalta la contingencia del hombre, su riesgo continuo; esto trae consigo una existencia enredada en la angustia y la culpa. Y exige del hombre la autenticidad.
Elogio a Abraham
Comienza su libro con un profundo análisis de la vida de Abraham confrontando el concepto de fe con el de desesperación. Muestra cómo la vida del Patriarca de Ur de los Caldeos fue constantemente un salto hacia lo desconocido, un salto de fe.
En este comienzo de su libro, en el elogio al Patriarca, examina nuestro autor minuciosamente las distintas reacciones psicológicas que pudo haber tenido Abraham, así como también el drama existencial en el que se ve envuelto por seguir los caminos marcados por Dios y seguir perseverantemente sus directrices.
La vida sin la conciencia eterna, sin la fe sería una vida de desesperación, pura vanidad y horrible desolación.
Abraham es el más grande por el objeto de su amor, amó a Dios, abandonó su razón terrestre y tomó la fe. La fe en ocasiones se torna absurda y cae el hombre en la angustia, concepto clave para la obra de Kierkegaard, sobre todo cuando se enfrenta con la moral. Abraham creyó en lo absurdo nos dice nuestro autor.
En este capítulo ya podemos entrever una crítica al cristianismo superficial, y a considerar de manera ligera la figura de Abraham. En contra de esto y para remedio del relajo espiritual Johannes de Silentio (personaje ficticio) presenta minuciosamente al Patriarca
Expectoración previa
Hace notar en este capítulo nuestro autor la diferencia entre el mundo exterior donde la fe no tiene sentido, y el mundo del espíritu donde reina un orden eterno y divino, es donde cobra sentido el acto admirable de Abraham. El Patriarca no sólo deja bienes materiales, sino mata a un hijo y esto es un acto que conlleva en sí una dimensión moral enorme, va en contra de su bien más preciado y en contra de su moral, y este pedido produce en el interior del Patriarca la angustia, la paradoja de la irracionalidad, que es superada por ese acto de fe. Kierkegaard sostiene que “la conducta de Abraham desde el punto de vista moral se expresa diciendo que quiso matar a su hijo, y, desde el punto de vista religioso, que quiso sacrificarlo; es en esta contradicción donde reside la angustia capaz de dejarnos entregados al insomnio y sin la cual, sin embargo, Abraham no es el hombre que es”.
Comenta en pasajes de esta obra su disconformidad con la teoría hegeliana, dirá que le cuesta comprenderla porque el mismo Hegel no es claro, critica la religión oficial y la ve como un mero rito en el que no hay una entrega plena y un compromiso total a la manera de Abraham. A esas posiciones le opone una afirmación radical de la individualidad, la libertad de la opción y la irracionalidad de la fe que da el salto ciego hacia el absurdo totalmente confiada en el llamado divino.
Abraham creyó en virtud de lo absurdo, lo repite muchas veces, es el punto más alto de la fe, ya que no existe en ese punto el cálculo humano. Dirá que él mismo contempla el salto de fe pero no es capaz de hacerlo. El que hace ese salto de fe no pierde de vista el mundo finito, sino que lo conquista de una manera total y plenaria.
Contrapone nuestro autor la figura del caballero de la resignación infinita y el caballero de la fe. El primero dirá, se lo reconoce fácilmente, camina con un paso muy ágil y atrevido. Al caballero de la fe se hace difícil reconocerlo, pasa desapercibido por su humildad, es un hombre que conquistó lo finito, es de una sola pieza, entero; es firme, seguro de sí mismo, se alegra de todo y participa en todo, cumple meticulosamente con su profesión, vive cada minuto de su vida en virtud de lo absurdo. Podemos decir entonces que la fe de este hombre pertenece a su interioridad, y a un doble movimiento: el primero de ellos es el abandono y resignación infinita a la voluntad de Dios, el creyente sólo puede reconocerse a sí mismo en esta unión a los designios de Dios. El segundo movimiento es la absoluta confianza de que para Dios todo es posible, esta actitud se tiene en virtud del absurdo. Sólo en esa entrega el hombre alcanza su máxima dimensión
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