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Thomas El Oscuro


Enviado por   •  19 de Junio de 2012  •  1.711 Palabras (7 Páginas)  •  469 Visitas

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“THOMAS EL OSCURO”

“…la figura completa no expresa ella

misma más que la búsqueda

de un centro imaginario..”

Al aproximarme por primera vez tuve la sensación de que era un lenguaje casi ininteligible, pero al releerlo pude comenzar, no solo a descifrarlo sino también a degustarlo. Uno se jacta de leer y disfrutar a Maurice Blanchot, de recorrer, palabra por palabra, ese mundo intransferible e incomunicable del hombre, de todo hombre. No resulta exagerado afirmar que en sus escritos literarios, el pensador francés nos permite acceder a una tierra desconocida enarbolada por el lenguaje. Innumerables miradas y evocaciones que reviven el mito de lo que pudo ser y fue, y otras, muchas, que intensifican el otro, el que asegura que pudo ser, pero se truncó el camino. Thomas el oscuro es el mejor ejemplo, que contienen el universo y lo niega, para ir del más aquí al más allá, prescindiendo de accesorios y aferrándose al único equipaje importante, al único camino: el lenguaje.

El amor surge como un pretexto, una vía de acceso para la razón, es decir, para el relato. Cada página contiene un complejo vuelco de la verdad (de la verdad del relato) que semántiza lo imaginado donde se expone, con prodigiosa firmeza, lo que se ha contemplado o, en mi caso, lo que he leído.

“La embriaguez de salir de sí, de deslizarse en el vacío, de dispersarse en el pensamiento de agua, le hacía olvidar toda inquietud”.

En principio al leer avanzaba con desconfianza no puede sino sumarse al mundo ofrecido y entregarse, “Thomas se puso a desafiar con la mirada a todos,…..aquella mirada vacía, exigente, que reclamaba no sé qué y que erraba sin control……En su contemplación no podía más que hundirse en un sentimiento de soledad” ofrecerse para el holocausto con total ausencia de escepticismo.

Si bien el libro es una aldea de difícil acceso, es, de igual forma, un bello paisaje propicio para la mirada y en el que vale la pena insistir. Convergen con exactitud el amor y la muerte, y se aniquilan, asimismo, la vitalidad y la esperanza.

“… bajo la forma de esta pasión primordial, no teniendo más que un alma silenciosa y sombría, un corazón vacío y muerto, ofreció su ausencia de amistad como la amistad más verdadera y más pura; aceptó, en aquella región oscura donde nadie la turbaba, responder a la afección banal de los suyos con aquella duda suprema sobre su ser, con la conciencia desesperada de no ser ya nada, con su angustia; hizo el sacrificio, sacrificio lleno de extrañeza, de su certidumbre de existir para dar un sentido a aquella nada de amor en que se había convertido” .

En todo caso, en tan complejo ejercicio de contemplación la novela no desampara, no se permite la distancia ni el olvido y, ofrece una hermosa historia, acaso de amor entre Thomas y Anne digna de Orfeo y de Eurídice, por lo tanto involucra en la desconfianza hacia la vida y, lo que es mejor, hacia la muerte.

“Estaba toda en sí mismo: en la muerte, sobreabundante de vida. Pues morir había sido su astucia para dar a la nada un cuerpo”.

” Recibía la muerte de mi misma existencia y no de la ausencia de la existencia” .

“Thomas me forzó a parecer, mientras estaba vivo, no ya el muerto eterno que era y sobre el que nadie podía dirigir la mirada, sino un muerto ordinario, cuerpo sin vida, sensibilidad insensible, pensamiento sin pensamiento” .

“En la plenitud de mi realidad, creó a alcanzar lo irreal” .

Algunos relatos de Maurice Blanchot concluyen con una visión extraña que se expresa en términos próximos a una contemplación mística. Contemplación de algo lejanísimo, inalcanzable, contemplación de lo que no tiene nombre, de una presencia indefinida. “No existo y sin embargo perduro; un futuro inexorable se extiende infinitamente ante este ser suprimido” .

Esa contemplación de una imagen extraordinaria sólo Blanchot podría escribirlo ya que desde el inicio de la obra de, en “Thomas el Oscuro” revelando.

“La embriaguez de salir de sí, de deslizarse en el vacío, de dispersarse en el pensamiento de agua, le hacía olvidar toda inquietud” .

“Aquella contemplación algo dolorosa, algo que era como la manifestación de una libertad obtenida por la ruptura de todos los lazos…”.

Después de hacer un periplo, después de ciertos encuentros, de varias metamorfosis, Thomas se convierte al final del relato en el pastor de los hombres: al final de su recorrido se encuentra ante una imagen absorbente y terrorífica: Se vio elevarse, sobre la profundidad del cielo, un rostro radiante y celoso cuyos ojos absorbían todas las demás imágenes” Como un icono, ese rostro brilla y resplandece, única luz en un paisaje del fin del mundo. Si el icono se caracteriza por su luz y su mirada (que capta nuestra propia visión), hay en este pasaje un icono más poderoso que cualquier otro, que no se conforma con cruzarse con nuestra mirada forzándola a mirar fijamente la imagen. Esta mirada fascina y engulle cada mirada. “Rostro radiante y celoso” que se apropia

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