Tiempo eónico y Tiempo Cosmológico
Enviado por Esteban Barbosa • 5 de Abril de 2022 • Resumen • 1.687 Palabras (7 Páginas) • 155 Visitas
Tiempo eónico y Tiempo Cosmológico.
Existe algo que, a partir de cierta etapa de conciencia mental, es posible percibir por cualquier persona pero que, al mismo tiempo, si se reflexiona en ello con suficiente profundidad, se encontrará con una enorme dificultad para asirlo, se trata del tiempo. A continuación, se abordarán diversas corrientes o pensadores enmarcados por las clasificaciones enmarcadas por las dos lecturas de esta unidad del curso; los primeros mencionados (Platón, Plotino, Damascio de Damasco, cristianismo, pensamiento mítico y noción artística) corresponden a la noción eónica y los segundos (Aristóteles, Strato de Lampsacus, Epicuro, Avicena, Averroes, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Roger Bacon, Duns Scoto y Guillermo de Ockham) a la cosmológica.
El concepto eónico del tiempo es fundamento de religiones y filosofía antiquísimas. Se trata de una especie de tiempo antes del tiempo, no asociado a ningún tipo de cambio o movimiento, entendido esencialmente como algo eterno; paradójicamente como algo determinado e indeterminado.
Platón indica un estado de cosas antes del mundo en el que no hay tiempo y del cual surge el cosmos que habitamos. Para el ateniense, el tiempo de nuestro mundo fue creado por el demiurgo y es una imagen móvil de la eternidad original: algo con movimiento que imita algo superior. La eternidad platónica es duración en la que no hay cambio y donde todo ha estado en ella desde siempre y simultáneamente.
Plotino, profundiza el pensamiento de Platón y establece a la eternidad como perfección y habla de la posibilidad que tiene el alma de participar de ella al contemplarla; además afirma la tesis de que, dado que el movimiento está en el tiempo, el tiempo no puede ser movimiento. Relevante también es la distinción que Plotino erige entre el tiempo en sí y su medida física. Además, Plotino habla de una naturaleza activa que origina el movimiento y mundo sensible, la llama Alma universal; tal emanación engendró el tiempo que está en lugar de la eternidad; pero dicho tiempo no eónico no existe fuera del Alma universal: el tiempo es la magnitud de la vida propia del Alma universal.
Damascio de Damasco, último dirigente de la escuela pagana ateniense, concibe un tiempo primitivo que existe como intermedio entre la eternidad estática y el cambio constante manifestado por tiempo y movimiento, el cual puede ser considerado como una idea separada de las apariencias. Esto es, hay dos tipos de tiempo: el tiempo que mide lo que ocurre fuera del alma y el tiempo primitivo que mide lo que ocurre dentro de ella.
El cristianismo también emplea una noción de eternidad como tiempo infinito en la que el tiempo es sólo una fracción de ella. San Agustín instituye que Dios está más allá del tiempo: antes que el pasado y después del futuro. El tiempo inició con la creación del cambio, del movimiento y las creaturas; el tiempo mismo es una creatura cuya fuente es un movimiento espiritual originado en la mente de los ángeles; el mundo con tiempo fue creado por Dios mediante la conciencia angélica. A pesar de los diferentes matices en la obra de Agustín, puede establecerse una relación entre su mente angélica y el Alma universal de Plotino. Los pensamientos divinos no son temporales, pero al sucederse unos a otros dan origen al tiempo. Tomás de Aquino también funda el tiempo en la eternidad de Dios. Ordena la diferencia entre eternidad y tiempo: la primera es simultaneidad total y el segundo es una sucesión.
El pensamiento mítico echa mano del concepto de tiempo eónico cuando alude a una edad al inicio o final del universo, deseable en sí misma y que constituye la esencia de las religiones del eterno retorno, de la repetición. Lo anterior genera pautas empleadas por el pensamiento mágico y religioso para establecer fechas significativas en las que es posible efectuar rituales, durante los cuales, el tiempo transcurre de forma diferente a la forma en que lo hace fuera de ellos; más que una medida, el tiempo es un ritmo: existe lo sagrado, donde el tiempo es absoluto y lo profano, donde hay devenir.
Desde la perspectiva del arte existe también una contemplación del tiempo eterno ya que en la obra de arte se abre un espacio que es atemporal, mediante el cual es posible superar al menos la época histórica a la que dicha obra pertenece. De alguna forma puede decirse que el arte es un acto de resistencia frente a lo fugaz y los efectos degradantes del tiempo. De manera similar a la concepción mítica, Gadamer sostiene que hay dos tiempos, en este caso: el pragmático que habita en el devenir y el de la obra de arte que es particular, inclusive festivo, de igual forma suspendido.
Desde la antigüedad más remota ha sido posible apreciar que todo cuerpo celeste describe una trayectoria circular que finaliza donde inicia y por lo tanto no es extraño suponer que las creencias religiosas griegas más arcaicas concibieran que el tiempo del universo fuera también circular, cíclico. Platón afirma que el tiempo nació con el universo y así los cuerpos celestes trazan las magnitudes temporales: noche, día, mes y año. En tono platónico, dichos cuerpos son imagen de algo más perfecto, inteligible y eterno: el tiempo eónico. Dicho de otra forma, el tiempo ejecutado por el movimiento de los astros y planetas es copia de ese tiempo eterno.
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