Еl Fedón: Personajes del diálogo
Enviado por mlssg • 22 de Enero de 2013 • Informe • 30.653 Palabras (123 Páginas) • 1.572 Visitas
EL FEDÓN
INTRODUCCIÓN
(57a-59b)
Personajes del diálogo
EQUÉCRATES, FEDÓN, APOLODORO, SÓCRATES, CEBES,
SIMMIAS, CRITÓN, EL SERVIDOR DE LOS ONCE.
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EQUÉCRATES.- ¿Estuviste tú, Fedón, con Sócrates el día aquel en que bebió el veneno en la cárcel, o se lo has oído contar a otro?
FEDÓN.-Estuve yo personalmente, Equécrates.
EQUÉCRATES.-¿Y qué es lo que dijo antes de morir? ¿y cómo acabó sus días? Con gusto te lo oiría contar, porque ningún ciudadano de Fliunte va ahora con frecuencia a Atenas, ni tampoco, desde hace mucho tiempo, ha venido de allí forastero alguno que haya sido capaz de darnos noticia cierta sobre esta cuestión, a no ser lo de que bebió el veneno y murió. De lo demás no han sabido decirnos nada.
FEDÓN.-¿Ni siquiera os habéis enterado, entonces, de qué manera se llevó a cabo el proceso?
EQUÉCRATES.-Si, eso nos lo ha contado alguien. Y nos extrañamos por cierto de que, acabado el juicio, hace bastante tiempo, muriera mucho después,según es evidente.¿Por qué fue asi, Fedón?
FEDÓN.-Hubo con él, Equécrates, una coincidencia: el día antes del juicio dio la casualidad de que estaba con la guirnalda puesta la popa del navío que envían los atenienses a Delos.
EQUÉCRATES.-Y ese navío, ¿qué es?
FEDÓN.-La nave en la que, según dicen los atenienses, llevó Teseo un día a Creta a aquellas siete parejas, y no sólo las salvó, sino que también él quedó a salvo. Hicieron entonces los atenienses, según se dice, el voto a Apolo de que si se salvaban llevarían todos los años a Delos una peregrinación; peregrinación ésta que desde; entonces envían siempre cada año al dios, incluso ahora. Pues bien, una vez que comienzan la peregrinación, tienen la costumbre de tener libre de impureza a la ciudad durante ese tiempo, y de no dar muerte a nadie por orden estatal, hasta que la nave llegue a Delos y regrese de nuevo a Atenas. Y esto, a veces, cuando por una contingencia los vientos los detienen, lleva mucho tiempo. La peregrinación comienza una vez que el sacerdote de Apolo corona la popa de la nave; y esta ceremonia, como digo, era la que casualmente se había celebrado la víspera del juicio. Por esta razón fue mucho el tiempo que pasó Sócrates en la prisión desde su sentencia hasta su muerte.
EQUÉCRATES.-Y ¿cómo fueron las circunstancias de la muerte? ¿Qué fue lo que se dijo o se hizo? ¿Qué amigos fueron los que estuvieron con él? ¿O no les dejaron los magistrados estar presentes, y acabó sus días solo y sin amigos?
FEDÓN.-No, estaban allí algunos, muchos incluso.
EQUÉCRATES.-Procura, entonces, relatarnos todo con la mayor exactitud posible, si es que no tienes algún quehacer que te lo impida.
FEDÓN.-No, por cierto; estoy libre de ocupaciones, e intentaré contároslo, pues el evocar la memoria de Sócrates, bien hable yo o le oiga hablar a otro, es siempre para mí la cosa más agradable de todas.
EQUÉCRATES.-Pues bien, Fedón, en los que te van a escuchar tienes a otros tantos como tu. Ea, pues, intenta exponernos todo con la mayor precisión que puedas.
FEDÓN.-Por cierto que al estar yo allí me sucedió algo extraño. Pues no se apoderaba de mí la compasión en la idea de que asistía a la muerte de un amigo, porque se me mostraba feliz, Equécrates, aquel varón: no sólo por su comportamiento, sino también por sus palabras. Tan tranquila y noblemente moría, que se me ocurrió pensar que no descendía al Hades sin cierta asistencia divina, y que al llegar allí iba a tener una dicha cual nunca tuvo otro alguno. Por esta razón no sentia en absoluto compasión, como pareceria natural al asistir a un acontecimiento luctuoso, pero tampoco placer, como si estuviéramos entregados a la filosofía tal y como acostumbrábamos; y eso que la conversación era de este tipo. Sencillamente, había en mí un sentimiento extraño, una mezcla desacostumbrada de placer y de dolor, cuando pensaba que, de un momento a otro, aquél iba a morir. Y todos los presentes estábamos más o menos en un estado semejante: a veces reíamos y a veces llorábamos, pero sobre todo uno de nosotros, Apolodoro. Pues ya lo conoces a él y su modo de ser.
EQUÉCRATES.-¿Cómo no voy a conocerle?
FEDÓN.-Encontrábase, es cierto, en completo abatimiento; pero yo también estaba conmovido, y asimismo los demás.
EQUÉCRATES.-¿Y quiénes, Fedón, estaban por ventura allí presentes?
FEDÓN.-Ese que te digo, Apolodoro, que formaba parte del grupo de sus paisanos, juntamente con Critobulo, su padre: Hermógenes, Epígenes, Escluines y Antístenes, y estaban también Ctesipo el Peanieo, Menéxeno y algunos otros del país. Platón estaba enfermo, según creo.
EQUÉCRATES.-¿Y había algún extranjero?
FEDÓN.-Sí, Simmias el tebano, Cebes y Fedonda de Mégara, Euclides y Terpsión.
EQUÉCRATES.-¿Y qué? ¿Se encontraban con ellos Aristipo y Cleómbloto?
FEDÓN.-No, por cierto. Se decía que estaban en Egina.
EQUÉCRATES.-¿Estaba presente algun otro?
FEDÓN.-Si no me equivoco, creo que fueron sólo éstos los que estuvieron.
EQUÉCRATES.-¿Y qué más? ¿Qué conversaciones dices que hubo?
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Fedón
PRIMERA PARTE
FEDÓN
[59c-63b]
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FEDÓN.-Voy a intentar exponerte todo minuciosamente, desde el principio. Te diré, pues, que ya los días anteriores solíamos ir sin falta, tanto yo como los demás, a ver a Sócrates, reuniéndonos al amanecer en el tribunal donde se habia celebrado el juicio, pues estaba cerca de la cárcel. Allí esperábamos siempre a que se abriera la prisión, charlando los unos con los otros, porque no se abría muy de mañana. Una vez abierta, entrábamos a visitar a Sócrates, y las más de las veces pasábamos el día entero con él. Pero en aquella ocasión nos habíamos reunido aún más temprano, porque el día anterior, cuando salimos de la
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