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COSMOLOGÍA MAYA


Enviado por   •  14 de Julio de 2013  •  1.532 Palabras (7 Páginas)  •  482 Visitas

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COSMOLOGÍA MAYA

Los mayas imaginaban el Universo como un cuadrilátero sobre el cual se extendían las

capas de los cielos, y bajo el cual se extendían las capas de los mundos inferiores.

Las capas de los cielos eran trece, y cada uno de esos estratos, en sus lados estaba

sostenido por ceibas, el árbol sagrado de los Mayas; en el centro otra ceiba gigantesca

llegaba hasta el primer cielo. Los trece cielos estaban asociados con los dioses del día,

los oxlahuntiRu. Estas trece capas estaban dispuestas como seis escalones que

subían desde el horizonte oriental hasta la séptima el cenit, donde otros seis escalones

bajaban al horizonte occidental. De modo semejante otros cuatro escalones bajaban

desde el horizonte occidental hasta el nadir del mundo inferior, y de allí otros cuatro

subían hasta el horizonte oriental. O sea que en realidad había sólo siete capas

celestiales y cinco infernales. El sol seguía esta suerte de romboide escalonado en su

diario viaje por el cielo y en su nocturno recorrido del mundo inferior para volver con el

alba a su punto de partida.

Contra esta estructura severamente geométrica, y como ya hemos apuntado, se

alzaba exactamente en el centro de la tierra una gigantesca ceiba, el yaxché, árbol

primero o “verde”. Sus raíces penetran en el mundo inferior; su tronco y sus ramas

atraviesan las diversas capas de los cielos. Algunos mayas sostienen que por sus

raíces subían al mundo sus ancestros y que por su tronco y ramas llegaban los

muertos hasta el cielo más alto.

El eje vertical que enlazaba el cenit con el nadir atravesando el centro mismo del

universo, era de suma importancia pues conectaba los diferentes niveles cósmicos y

definía el punto de mayor sacralidad el lugar central, el ombligo del mundo, tierra de

nadie con carácter enormemente ambiguo situada en la confluencia de todos los ejes,

umbral por tanto de cualquiera de las regiones donde debió producirse el acto creador

primordial y donde permanecía la carga de fuerzas o poder que hacía posible la

perduración de la vida. Allí estaba plantado el árbol cósmico, la sagrada ceíba, el árbol

de la vida.

Aunque ya lo hemos mencionado, queremos destacar que nos salen, si los contamos,

siete puntos cardinales, pues a más de los cuatro habituales se consideraban como

tales el cenit, el nadir, y el centro. Pero al respecto debemos añadir que algunos

autores han sugerido que las direcciones norte y sur correspondían realmente al cielo

y el inframundo, siendo por tanto los puntos extremos del eje vertical, Zenit – Nadir. Yo

me identifico con esta opinión entre otras cosas porque el Norte, que viene

determinado por el polo magnético, no me consta que fuera conocido en este sentido,

y por oposición a este polo, también ocurriría lo mismo con el polo Sur. Aunque el

motivo principal de la adhesión a esta sugerencia, es que explica mucho mejor la

concepción de los colores asignados a estos puntos cardinales y su explicación

metafísica.

El Blanco, el negro, el rojo y el amarillo son los colores que expresan simbólicamente

las disparidades y contrastes – las divisiones en una palabra – de las regiones del

universo. Evidentemente resulta que una vez seleccionados esos cuatro colores

básicos, en virtud de su clara incompatibilidad y fuerte oposición ( blanco = luz – negro

= oscuridad; rojo = atracción, fuerza – amarillo = rechazo, debilidad), pues las

cualidades sensibles de los colores son utilizados para la construcción lógica de

oposiciones, la asignación a una y otra de las partes del cosmos sólo depende de que

guarden el mismo tipo de antagonismo entre sí.

El negro puede ser un color adecuado para el inframundo o para la dirección donde se

encuentra la entrada a ese reino infernal, ya que se trata de un país en tinieblas, o el

amarillo para el donde habitan los muertos, porque este es el aspecto pálido que

presentan los cadáveres. El rojo y el blanco, los explicaremos siguiendo una secuencia

de la trayectoria del sol en el sentido iniciático. Partiremos del Oeste, lugar por donde

vienen las energías negativas, lugar identificado con el negro, color de la materia, de la

oscuridad, color del que parte el que busca la luz, siguiendo hacía el inframundo,

recordando que “aquel que no renazca de nuevo no entrará en el reino de los cielos” y

para renacer hay que morir, ese morir a lo material a las viejas concepciones

transcurren por el amarillo, el mundo de los muertos, recordad “dejad que los muertos

entierren a sus muertos”, y siguiendo el camino del Sol, el camino del despertar vamos

al encuentro del este, lugar por donde sale el Sol, por donde entra la luz y las energías

positivas, hacía el color rojo, el color del iniciado, el color de la lucha, el color del

despertar, el color del ser consciente, el color que es transito hacia el Cenit, hacia la

espiritualidad, hacia lo que representa el color Blanco, el lugar de la divinidad.

El cielo más alto era la morada del creador original,

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