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Historia contemporánea de América Latina: 1980 – 2006 Reformas económicas y consolidación democrática (1980 – 2006)


Enviado por   •  13 de Marzo de 2017  •  Resumen  •  4.458 Palabras (18 Páginas)  •  476 Visitas

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Historia contemporánea de América Latina: 1980 – 2006

Reformas económicas y consolidación democrática (1980 – 2006)

Manuel Alcántara, Ludolfo Paramio, Flavia Freidenberg, José Déniz

1 Crisis y cambio del modelo económico

La década de los ochenta marcó el final del modelo de desarrollo de la pos-guerra, con sus rasgos de proteccionismo, fuerte intervencionismo del Estado y su industrialización sustitutiva de importaciones (ISI). La transición a la democracia, tras fin del auge de los autoritarismos de los años anteriores, definió simbólicamente un período nuevo.

El hecho de que la crisis y el regreso a la democracia se superpusieran generó situaciones paradójicas, en las que Gobiernos democráticos debieron llevar a cabo profundas reformas económicas, debiendo imponer duras políticas de ajuste con alto coste social. Esto explica las dificultades de las nuevas democracias para ganar la confianza a los ciudadanos, y el hecho de que algunos buscaran en partidos no tradicionales un fuerte liderazgo, lo que llevo a hablar de neopopulismo o neocaudillismo.

1.1 La crisis de la deuda

La crisis de la deuda comenzó simbólicamente en América Latina el 13 de agosto de 1982, cuando México anunció una moratoria inicial en el pago de su deuda externa. Pero esta o se puede entender sin considerar los cambios producidos en la economía mundial. Los choque del petróleo, en 1973 y 1979, ocasionaron una brutal elevación de los costes energéticos en los países industrializados, lo que se traslado a los precios, desatando fuerte presiones inflacionarias que a su vez conducían a mayores demandas salariales. Inevitablemente se redujo la demanda y por tanto, la caída de las ganancias y un estancamiento económico (estanflación).

Estancamiento de los países desarrollados se tradujo en una caída de la demanda para las exportaciones de los países periféricos, incluyendo lo latinoamericanos, además de importaciones más caras desde los países desarrollados. En estas condiciones era tentador recurrir al crédito para salvar las dificultades inmediatas, mientras organismos para el desarrollo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), recomendaban recurrir al crédito para superar lo que se veía como problemas temporales de liquidez, y pronosticaban una elevación de los precios de las materias primas. Así, la estructura de incentivos y las ideas dominantes favorecían que los gobiernos y las empresas de América Latina recurrieran al crédito eterno.

        Este endeudamiento por cierto que aumentaba la vulnerabilidad de las economías latinoamericanas a los cambios de las condiciones internacionales. Este cambio vino en 1982 con la caída de los precios de las materias primas y, sobre todo, la elevación de las tasas de interés en Estados Unidos. La tasa de interés, pasó de un promedio de 3,4% en la década de los 70’ a 19,9% en 1981 y a 27,5% en 1982. A simple vista podría pensarse que Latinoamérica fue víctima de de circunstancias externas, pero las cosas son más complejas, cabe considerar también las causas internas. Desde los años 60 se acumulaban señales de agotamiento del modelo ISI, además del insuficiente ahorro interno y una estructura de precios distorsionada por el proteccionismo estatal.

        Tales señales exigían un replanteamiento del modelo económico, pero esto tenía costes políticos a corto plazo, por lo que la opción conservadora, a partir de la disponibilidad de crédito barato, optó por mantener el modelo, ya que, de cualquier forma, no existían alternativas claras con posibilidades de alcanzar resultados positivos. Los actores no cambian sus estrategias si no es frente a dificultades insalvables, como una crisis, o ante la experiencia de estrategias que ofrecen mejores resultados.

        La consecuencia del postergamiento de las reformas fue un alto endeudamiento para aliviar las tensiones, pero la elevación de las tasas de interés de Estados Unidos hizo que la deuda externa se convirtiera en una carga insoportable. Ante esta situación se imponen políticas recesivas en los países afectados, que significan recortes en el consumo y restricción de importaciones. A los tremendos costes sociales que esto acarrea, se suma la devaluación de la moneda, la que se encontraba fuertemente sobrevaluadas a causa de la gran disponibilidad de divisas durante el período anterior, desatando fuertes tendencias inflacionarias, acompañadas de recesión, a mediados de los años ochenta. A finales de la década ya era evidente que se asistía a una crisis definitiva del modelo de la posguerra, caracterizado por un Estado fuertemente intervencionista, una industria protegida destinada a la sustitución de importaciones, y un amplio sector público en industria y servicios. El fin del modelo se traduce en la desprotección del mercado interno, que aparece como una vía para controlar la inflación (los precios de los productos locales no podrán ir más lejos de los de las importaciones),  y en la reducción y privatización del sector público, como una vía para obtener liquidez a corto plazo para los Gobiernos. Estas medidas, que pueden parecer opciones pragmáticas de los gobernantes, pronto se transformaron en un nuevo paradigma: el llamado Consenso de Washington, formulado por Jhon Williamson, quien concreta 10 líneas sobras las que existiría acuerdo:

        1. Disciplina presupuestaria

2. Cambios en las prioridades del gasto público (de áreas menos productivas a sanidad, educación e infraestructura)  

3. Reforma fiscal: buscar bases imponibles amplias y tipos marginales moderados

4. Liberalización financiera

5. Búsqueda y mantenimiento de tipos de intercambio competitivo

6. liberalización comercial

7. Apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas

8. Privatizaciones

9. Desregulaciones

10. Garantía de los derechos de propiedad

Esto no era la posición oficial que el gobierno norteamericano intentaba imponer a Latinoamérica, sino más bien un consenso entre los economistas que intentaban decidir cuál era la mejor respuesta a la crisis económica latinoamericana. Así, las recomendaciones de buscar el equilibrio fiscal, reducir el endeudamiento y mantener una política realista en el tipo de cambio son propuestas muy sensatas a la luz de la experiencia previa, pero es indudable que el abandono del proteccionismo puede tener altos costes inmediatos. Cuando la liberalización de las importaciones es muy drástica las empresas no competitivas normalmente no tienen margen para reducir sus costos con rapidez. El resultado puede no ser el aumento de eficiencia de las empresas, sino el completo abandono de un sector del mercado interno a los bienes importados, puede llegar a perjudicar a grupos extensos en cuanto productores. Por tanto, el argumento a favor de la apertura comercial puede ser correcto, pero significó para el caso de las economías latinoamericanas, haciendo un balance desde 1989, socialmente negativo, con un significativo aumento de la pobreza y con algunos indicadores sociales que no se han recuperado desde entonces.

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