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LA DOCTRINA MONROE ORIGINAL


Enviado por   •  24 de Marzo de 2013  •  979 Palabras (4 Páginas)  •  747 Visitas

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Contenida en el Mensaje del presidente de los Estados Unidos del 2 de diciembre de 1823. James Monroe

Por propuesta del Gobierno Imperial Ruso, hecha por medio del ministro del emperador residente aquí, se han trasmitido, plenos poderes e instrucciones al ministro de los Estados Unidos en San Petersburgo para que arregle, mediante negociación amistosa, los derechos e intereses respectivos de las dos naciones en la costa noroeste de este continente. Una propuesta análoga ha sido hecha por Su Majestad Imperial al Gobierno de Gran Bretaña, la que ha sido aceptada igualmente. El Gobierno de los Estados Unidos se ha sentido deseoso, mediante este procedimiento amistoso, de manifestar el gran valor que ha atribuido invariablemente a la amistad del emperador y su afán de cultivar el mejor entendimiento con su gobierno. En las discusiones a que ha dado origen este interés y en los arreglos mediante los cuales pueden terminar, se ha juzgado apropiada la ocasión para afirmar como un principio en el que están implicados los derechos e intereses de Estados Unidos, que los continentes americanos, por la condición libre e independiente que han asumido y mantienen, no deben ser considerados en adelante como sujetos a la futura colonización por ninguna de las potencias europeas. Se declaró al comienzo de la última sesión que entonces se hacía en España y Portugal un gran esfuerzo para mejorar la situación de la población de esos países, y que parecía que lo realizaban con extraordinaria moderación. Apenas es necesario observar que el resultado ha sido hasta ahora muy diferente del que entonces se anticipaba. De los acontecimientos en esa parte del mundo, con la que hemos tenido tanto intercambio y de la que derivamos nuestro origen, hemos sido siempre espectadores ansiosos e interesados. Los ciudadanos de los Estados Unidos abrigan los sentimientos más amistosos en favor de la libertad y la felicidad de sus semejantes en ese lado del Atlántico.

En las guerras de las potencias europeas por cuestiones relacionadas con ellas mismas nunca hemos tomado parte alguna, ni está de acuerdo con nuestra política el hacerlo. Sólo cuando nuestros derechos son invadidos o seriamente amenazados, nos agravian los perjuicios o hacemos preparativos para nuestra defensa. Con los movimientos en este hemisferio tenemos necesariamente una relación más inmediata y por causas que deben ser obvias para todos los observadores cultos e imparciales. El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente diferente a este respecto del de América. Esta diferencia proviene de la que existe en sus gobiernos respectivos y a la defensa del nuestro, que ha sido conseguido con la pérdida de tanta sangre y riqueza, y madurado por la sabiduría de sus ciudadanos más cultos, y bajo el cual hemos gozado de una felicidad sin ejemplo, toda esta nación está consagrada. Debemos, por lo tanto, a la sinceridad y a las amistosas relaciones que existen entre los Estados Unidos y esas potencias declarar que consideraríamos cualquier tentativa por su parte de extender su sistema

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