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Positivismo En America Latina


Enviado por   •  29 de Marzo de 2012  •  2.842 Palabras (12 Páginas)  •  1.043 Visitas

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Introducción:

El positivismo se inicio durante la segunda mitad del siglo XIX en Argentina, sin embargo, resulta imposible prescindir del análisis de la huella de esta corriente filosófica en la vida cultural latinoamericana de esa época, del mismo modo que no se puede ignorar el papel de la escolástica en los siglos precedentes, con independencia de las posibles críticas que se le puedan o no hacer a la misma. Pero a partir de los 80 se ve reforzado el liberalismo del período independentista por el positivismo.

Por lo tanto, se ve más plena la incorporación de Latinoamérica al mercado mundial y las tareas de homogeneizar las estructuras sociales para tornar gobernables a países gobernantes a países provenientes del período de enfrentamientos civiles pos-independentistas coincidieron con una etapa de centralización estatal y con la penetración y difusión de la filosofía positivista.

Por otra parte, la filosofía de la liberación constituyó una clara iniciativa por configurar un pensamiento latinoamericanista en busca de modelos interpretativos que generaran prácticas sociales más justas y creativas.

A continuación, se indagara más sobre el tema de positivismo en América Latina, filosofía de la liberación y la democracia de América Latina.

El positivismo en América latina:

La fuerza que el positivismo tiene sus inicios en Argentina y también en Latinoamérica a fines del siglo XIX, remite al proceso de formación del Estado nacional. El liberalismo del período independentista, a partir de los 80 se ve reforzado por el positivismo comteano y spenceriano a los efectos de pensar un país ordenado e integrado.

Es en esta instancia donde la ideología positivista cumple un papel hegemónico, tanto por su capacidad para plantear una interpretación verosímil de estas realidades nacionales cuanto por articularse con instituciones que como las educativas, jurídicas, sanitarias o militares, tramaron un sólido tejido de prácticas sociales en el momento de consolidación del estado y de la nación. De hecho, la incorporación más plena al mercado mundial y las tareas de homogeneizar las estructuras sociales para tornar gobernables a países gobernantes a países provenientes del período de enfrentamientos civiles pos-independentistas coincidieron con una etapa de centralización estatal y con la penetración y difusión de la filosofía positivista.

Es un momento también en el que la incorporación de las economías del subcontinente al mercado capitalista mundial, tanto en la Argentina como otros países latinoamericanos, generan conflictos y tensiones donde confluyen distintas ideologías que dan su propia versión de la realidad. Si bien, es la ideología positivista la que constituye la matriz mental dominante en el período 1880-1910, surge también en el terreno político cultural una crítica a la expansión del orden industrial burgués con el modernismo espiritualista.

De cualquier manera, es el discurso positivista quien mejor interviene en la tarea de hacerse cargo de la invención de un modelo de país, como de explicar los efectos no deseados del proceso de modernización en curso. En la diagramación del modelo bajo la matriz positivista, las instituciones tienen un rol fundamental en el proceso de centralidad del Estado; las mismas “trazan el límite en cuyo interior se asimilarían los sectores integrables a la modernidad, en tanto que la variable coercitiva operaría también institucionalizadamente expulsando de él las fracciones pre o extra capitalistas renuentes a incorporarse a la estructura nacional”.

Pero este modelo de país no puede trasladarse en forma mecánica a todo el territorio americano. El mismo encuentra trabas u obstáculos a la hora de implementarlo, y abre en el mismo discurso positivista un segundo eje temático destinado a explicar lo que Real de Azúa llama los males latinoamericanos. Estos males latinoamericanos están relacionados a la presencia en algunos países como México, Bolivia y Perú de un fuerte componente indígena, como también a la presencia en países como Argentina, Uruguay por una significativa masa inmigratoria.

Todas estas trabas, impiden hablar del positivismo latinoamericano como un proceso homogéneo, de desarrollo idéntico en todo el territorio latinoamericano. En cada país del continente este discurso fue tomando distintos matices de acuerdo a las características propias de la realidad.

En el caso de Argentina, la presencia de una gran masa inmigratoria -efecto inesperado de la implementación del proyecto de 1880, pone en peligro la estabilidad de la gobernabilidad por lo cual, intelectuales positivistas como Ramos Mejía, Agustín Alvarez, Carlos Octavio Bunge y José Ingenieros entre otros, tomaron para sus obras el tema del “fenómeno multitudinario” como eje central sobre el cual replantear el problema nacional.

Hacia las primeras décadas del siglo XX, la ciudad de Buenos Aires había perdido las características de gran aldea, para transformarse en una ciudad moderna y

cosmopolita a raíz de la llegada masiva de los inmigrantes al país.

Esta modernización trae nuevos conflictos sociales que agudizan otros que ya estaban latentes. Por un lado, la conformación de nuevos sectores populares urbano en su mayoría formado por extranjeros comienzan a exigir atención por parte del Estado y de los sectores dirigentes. Y por otro lado, el mercado de trabajo moderno, irá conformando en el seno de la clase obrera nuevos movimientos de masas, ligados a las ideas anarquistas y socialistas.

Todas estas situaciones generan una gran tensión, y en muchos casos terminarán en enfrentamientos violentos.

El problema de la nacionalización de las masas y su relación con la cuestión social es clave en este momento. Y a esto puede sumársele el reclamo que se venía haciendo desde 1890 al sector oligárquico por parte de la Unión Cívica, en reclamo de la ampliación del poder político.

En respuesta a este problema, aparece la necesidad dentro las elites dominantes de encauzar estos conflictos a través del Estado, en la medida que éstas ven al inmigrante como un elemento disgregador de la sociedad. Y las formas que utilizan para resolverla son, coactivamente, a través de la Ley de Residencia de 1902 y la Ley de Seguridad en 1910; y a través de las instituciones de “captación” como ser la Asistencia pública, el sistema de educación común se trata de minimizar el conflicto.

Filosofía de la liberación:

En la época colonial (siglos XV-XVIII), la

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