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Proceso Orden Neocolonial


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2013  •  3.701 Palabras (15 Páginas)  •  672 Visitas

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El proceso histórico denominado "orden neocolonial" según los aportes de Tulio Halperín Donghi.

Vinculación de este proceso con las ideas políticas y sociales predominantes en la época, utilizando el texto de Charles Hale.

El Orden Neocolonial

Hacia la segunda mitad del siglo XIX, en el marco de la 2ª fase de la Revolución Industrial, los Estados latinoamericanos se insertaron en el mercado mundial como proveedores de materias primas y compradores de productos industriales. Esta relación desigual establecía un vínculo de dependencia económica, respecto de los grandes centros industriales, llamado pacto neocolonial (Nuevo pacto colonial con referencia al colonialismo del siglo XVI).

"En 1880, el avance en casi toda Hispanoamérica de una economía primaria y exportadora significa la sustitución finalmente consumada del pacto colonial impuesto por las metrópolis ibéricas por uno nuevo… el crecimiento será aún más rápido que antes, pero estará acompañado de crisis de identidad creciente…el orden neocolonial… nace por lo menos con los signos ya visibles de un agotamiento que llegará muy pronto..." (1)

Al mismo tiempo que se afirma, el nuevo pacto colonial comienza a modificarse a favor de las metrópolis. La distribución de tareas entre ellas y las clases altas locales (que había comenzado por asignar a esas últimas en casi todos los casos la producción primaria y a las primeras la comercialización), aún allí donde se mantiene adquiere un sentido nuevo, gracias a la organización cada vez menos libre de los mercados, facilitada por las transformaciones técnicas, pero vinculada sobre todo con la de las estructuras financieras. Pero esa misma distribución de tareas no siempre se mantiene, no sólo los ferrocarriles, también frigoríficos, silos de cereales e ingenios de

(1) Tulio Halperin Donghi

azúcar pasan a ser, en medida variable según las regiones, claves de la economía metropolitana en tierras marginales.

En ciertas áreas, ya hacia 1910, la alianza entre los intereses metropolitanos y las clases altas locales, ha sido reemplazada por una hegemonía no compartida de los primeros.

Se revela una tendencia más general: el debilitamiento de las clases altas terrateniente, frente a los emisarios de las economías metropolitanas, este debilitamiento va acompañado de otro proceso, por el cual las clases altas ven surgir a su lado clases medias –predominantemente urbanas y en algunas zonas más limitadas deben enfrentar también las exigencias de sectores de trabajadores, incorporados a formas de actividad económica modernizadas. Este último proceso, que se da sobre todo allí donde la economía local es más vigorosa y, por tanto, las clases altas se defienden mejor contra las presiones metropolitanas, tiene su correlato político en un comienzo de democratización: mientras en México se da revolucionariamente, en Argentina, Uruguay y Chile se manifiesta a través del acceso al poder de nuevos sectores, mediante el sufragio universal.

América Latina pasa cada vez más decididamente, de ser zona reservada a la influencia británica, a constituirse en teatro de la lucha entre influencias viejas y nuevas, esa lucha se da sobre una Latinoamérica que ha agregado a su dependencia mercantil una cada vez más estricta dependencia financiera. El tránsito del intervencionismo europeo a la tutela norteamericana se consuma en el conflicto venezolano, a principios del S. XX, el Estado y los particulares venezolanos son deudores insolventes de acreedores alemanes e ingleses y una fuerza naval tripartita (Italia se suma a la alianza) bloquea en 1902 los puertos venezolanos.

Como reacción surgen: la doctrina Drago, en la que el canciller argentino proclamaba que el uso de la fuerza militar era inaplicable a las relaciones entre deudores y acreedores, y el llamado corolario Roosevelt a la doctrina Monroe, a través del cual EE-UU sostenía que en caso de que la escasa voluntad de ordenar sus finanzas hiciese a un estado latinoamericano deudor crónico, correspondía a EE-UU, y sólo a ellos, persuadirlo mediante el uso de la fuerza a adoptar las reformas necesarias. Los latinoamericanos demostraban entender muy mal las tendencias dominantes en la nueva potencia hegemónica.

El liberalismo del siglo XIX se hizo cada vez más conservador en el ámbito sociopolítico en tanto que sus programas económicos favorecieron el surgimiento y desarrollo de las clases medias y trabajadoras urbanas. En algunos países, especialmente Argentina y Brasil, la inmigración europea extensiva aceleró el crecimiento. Ésta organizaría partidos políticos más modernos para hacer frente a las viejas elites liberales. Las nuevas clases sociales exigieron cada vez más su participación en la vida política. Entretanto, la población rural continuaba viviendo en la más profunda pobreza y opresión, si bien elementos revolucionarios empezaron a aparecer en su seno a lo largo del siglo XX. La migración rural a las ciudades se convirtió en algo habitual y característico, a menudo creando extensos cordones de miseria y marginación social, y aunque se mantuvo la desigualdad en el modo de vida entre la ciudad y el campo, la producción agrícola continuó siendo el pilar de la economía de explotación. El golpe de gracia , lo constituyó la crisis económica mundial de los años 30, que socavaría las bases en las que se fundaba la hegemonía liberal oligárquica.

Las revoluciones, dirigidas y promovidas generalmente por las clases medias y apoyadas por los trabajadores y el campesinado descontento, tuvieron lugar en México, Brasil, Argentina, Guatemala, Bolivia, Cuba, Nicaragua y en otros países; en todas ellas, sus líderes adoptaron diversas ideologías emergentes (populismo, nacionalismo, socialismo).

Este “fracaso” de las políticas liberales en Latinoamérica, por lo menos en lo que se refiere a su alcance a la totalidad del conjunto social, es atribuido a que en nuestra sociedad, no prevalecen los valores liberales. A partir del siglo XVI, época en que en Inglaterra, Alemania, Holanda y Francia comenzó a arraigar definitivamente la nueva ciencia empírica basada en la experimentación, período en que en el norte y centro de Europa se desató la pasión por la tecnología y se abrió paso la idea del progreso material como objetivo final de la convivencia social, en España, en cambio, triunfaron de manera clarísima el pensamiento escolástico y el viejo espíritu medieval, España debe haber sido el tipo de Estado represivo constituido para impedir a sangre y fuego la llegada de lo que algunos historiadores llaman la Edad Moderna, mentalidad social que se transmitiera íntegramente a los criollos latinoamericanos.

Es en Europa donde, a finales del siglo XVII, se le da un giro

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