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RESUMEN LAS VOCES DEL DESIERTO


Enviado por   •  24 de Mayo de 2013  •  1.204 Palabras (5 Páginas)  •  863 Visitas

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Al parecer debería haber recibido algún tipo de aviso, pero yo no me percaté de nada.

Los acontecimientos ya se habían desencadenado. El grupo de depredadores se hallaba

sentado a kilómetros de distancia aguardando su presa. Al día siguiente, una etiqueta sobre el

equipaje que yo había deshecho una hora antes rezaría «sin reclamar» y éste permanecería

almacenado, un mes tras otro. Iba a convertirme en uno de tantos norteamericanos

desaparecidos en un país extranjero.

Era una sofocante mañana de octubre. Estaba de pie con la vista fija en el camino de

entrada al hotel australiano de cinco estrellas, esperando a un mensajero desconocido.

En lugar de recibir una advertencia, mi corazón cantaba. Me sentía muy bien, excitada,

triunfante y preparada. Interiormente me decía: «Hoy es mi día».

Un jeep descubierto enfiló la entrada circular. Recuerdo que oí el chirrido de los

neumáticos sobre el pavimento humeante. Una fina llovizna roció el metal oxidado por

encima del follaje de los cayeputi intensamente rojos que flanqueaban el sendero. El jeep se

detuvo y el conductor, un aborigen de treinta años, me hizo un gesto con la mano para que

me acercara. El buscaba a una americana rubia. Yo esperaba que me escoltaran a una

reunión tribal aborigen. Bajo la mirada crítica de los ojos azules del portero aussie, el conductor

y yo convinimos mentalmente en nuestro acierto.

Antes incluso de realizar torpes esfuerzos para subir al vehículo todo terreno a causa

de los tacones, resultó evidente que me había vestido de forma inadecuada. El joven

conductor que tenía a mi derecha llevaba pantalones cortos, una sucia camiseta blanca y

zapatillas de tenis sin calcetines. Yo había supuesto que utilizarían un automóvil normal, tal

vez un Holden, el orgullo de la industria automovilística australiana, cuando me dijeron que

pasarían a buscarme. Jamás hubiera imaginado que me enviarían un vehículo completamente

abierto. Bueno, en cuestión de vestuario prefería pecar por exceso que por

defecto para asistir a una reunión en mi honor, con banquete y entrega de premio.

Me presenté. El se limitó a asentir y actuó como si supiera quién era yo. El portero

frunció el ceño cuando pasamos por delante de él. Recorrimos las calles de la ciudad costera

dejando atrás las hileras de casas con porche, las cafeterías y los parques de cemento sin

hierba. Me aferré a la manilla de la puerta cuando dimos la vuelta a una plaza circular en la

que convergían seis carreteras. Cuando enfilamos una de ellas, el sol quedó a mi espalda. El

traje de chaqueta de color melocotón que me había comprado y la blusa de seda a juego

empezaban a darme calor. Supuse que el edificio estaría al otro lado de la ciudad, pero me

equivocaba. Entramos en la carretera principal, que discurría paralela a la costa. Al parecer la

reunión se llevaba a cabo fuera de la ciudad, más lejos del hotel de lo que yo esperaba. Me

quité la chaqueta, pensando en lo estúpida que había sido por no haberme informado mejor.

Al menos llevaba un cepillo en el bolso, y la media melena teñida y recogida en una elegante

trenza.

No había perdido la curiosidad tras recibir la primera llamada telefónica, aunque no

podía decir que aquello me cogiera realmente por sorpresa. Después de todo, no era la

primera muestra cívica de reconocimiento que recibía, y mi proyecto había tenido un gran

Comentario [Librodot-3]:

Australiano. (N. de la T)

Librodot Las voces del desierto Marlo Morgan

Librodot

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éxito. Tarde o temprano había de notarse mi trabajo con los aborígenes adultos que vivían en

las ciudades, en un ambiente marginal, que habían demostrado abiertamente tendencias

suicidas, y en quienes había conseguido inculcar el sentido de la utilidad y del éxito

financiero. Me sorprendió que la tribu de la que procedía la invitación viviera a tres mil

doscientos kilómetros, en la costa opuesta del continente, porque yo sabía muy poco de las

...

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