Voces En El Desierto
Enviado por josecal2505 • 23 de Abril de 2013 • 1.372 Palabras (6 Páginas) • 405 Visitas
3 UN CALZADO NATURAL
Había recorrido una corta distancia cuando noté un dolor punzante en los pies. Miré hacia abajo y vi que me asomaban unas espinas. Me las arranqué, pero cada vez que daba un paso me clavaba más. Intenté avanzar saltando sobre un pie y extrayendo al mismo tiempo las lacerantes agujas del otro. A los miembros del grupo que se volvían para mirarme les debió parecer cómico. Sonrieron de oreja a oreja.
La frase (Fija la atención en otra cosa) fue la que tuvo un mayor significado para mí. He trabajado como médico con cientos de personas que sufrían, sobre todo en los últimos quince años en que me he especializado en acupuntura.
En situaciones terminales, a menudo el paciente debe decidir entre tomar una droga que le deje inconsciente o someterse a la acupuntura. La frase (Fija la atención en otra cosa) fue la que tuvo un mayor significado para mí.
He trabajado como médico con cientos de personas que sufrían, sobre todo en los últimos quince años en que me he especializado en acupuntura. En situaciones terminales, a menudo el paciente debe decidir entre tomar una droga que le deje inconsciente o someterse a la acupuntura. Al penetrar en mis pies me dejaron la piel irritada, roja, hinchada y escocida. Por suerte soy una mujer aficionada al aire libre, que disfruta tomando el sol moderadamente y que a menudo camina descalza, pero las plantas de mis pies no estaban en absoluto preparadas para el trato que les aguardaba. El dolor no cesaba y me brotó sangre de todos los tonos, desde el rojo brillante hasta el marrón oscuro, a pesar de que yo trataba de no pensar en ello.
Caminábamos en completo silencio. Parecía muy extraño que nadie dijera nada. La arena estaba caliente, aunque no quemaba. El sol era cálido, pero no insoportable. De tanto en tanto el mundo parecía apiadarse de mí y me proporcionaba una breve brisa de aire fresco. Cuando miraba más allá del grupo, no distinguía una línea claramente definida entre el cielo y la tierra. En todas direcciones se repetía la misma escena, como una acuarela, en la que el cielo se mezclaba con la arena
Sin previo aviso, la columna dejó de caminar hacia el frente y se desvió. Me cogieron por sorpresa; no se había dado ninguna instrucción de variar el rumbo. Todo el mundo pareció darse cuenta menos yo. Pensé que tal vez ellos se supieran el camino de memoria, pero era evidente que no seguíamos ningún camino en la arena con spinifex. Caminábamos sin rumbo por el desierto.
Una mujer muy anciana se acercó a mí. Parecía tan vieja como mi abuela, que pasaba ya de los noventa. Sus cabellos tenían la blancura de la nieve. Unas suaves arrugas llenaban su rostro de pliegues. Su cuerpo era esbelto, fuerte y flexible, pero tenía los pies tan secos y duros que parecían pezuñas. Era la mujer que había visto antes con la cinta de complicados dibujos, para el pelo, y los adornos en los tobillos.
La anciana se quitó una pequeña bolsa de piel de serpiente que llevaba atada a la cintura y vertió algo que parecía vaselina descolorida en la palma de su mano. Me enteré de que era un ungüento de aceite de hojas. Señaló mis pies y yo asentí a su oferta de ayuda. La mujer se sentó frente a mí, puso mis pies en su regazo, me frotó el ungüento en las llagas hinchadas y entonó una canción. Era una melodía tranquilizadora, casi como una nana.
4 PREPARADOS, LISTOS, ¡YA!
Empezó en Kansas City. El recuerdo de aquella mañana concreta se ha grabado de forma indeleble en mi memoria. El sol había decidido honrarnos con su presencia tras ocultarse durante varios días. Yo había ido temprano al consultorio con el propósito de prepararme para los pacientes con necesidades especiales. La recepcionista no solía llegar hasta dos horas más tarde.
Lo que más me excitó fue la mera mención de Australia. Desde niña, hasta donde me alcanzaba la memoria, siempre había sentido interés por leer todos los libros que caían en mis manos sobre las Antípodas. Desgraciadamente eran pocos. En
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