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Academia Dominicana


Enviado por   •  24 de Octubre de 2014  •  2.260 Palabras (10 Páginas)  •  285 Visitas

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Este ensayo pondera las contribuciones de la Academia Dominicana de la Historia en su 75º aniversario en el marco de la relación entre poder y saber. Sólo así se puede realizar un estudio crítico de la institución, recuperar sus contribuciones ignoradas y evitar elogios desmesurados y críticas impertinentes o fuera de contexto. La limitación política de la Academia durante la dictadura de Trujillo no le impidió realizar valiosos aportes y la libertad democrática no ha producido las contribuciones críticas que debían de esperarse. En todo caso se descarta una lectura unívoca entre historia, saber y poder.

La Academia fue fundada el 16 de agosto de 1931 en el Aula Magna de la Universidad de Santo Domingo, según el Decreto Nº 186 del 23 de julio de 1931. Desde sus inicios, constituyó un hito en la historia de la República Dominicana. Como dijo don Federico Henríquez y Carvajal, su primer presidente, es la síntesis de la historia y la cultura dominicana.3

Su objetivo básico es el conocimiento y la difusión de la historia dominicana. Sus publicaciones, entre las cuales se destacan 168 números de la Revista Clío y 70 libros, constituyen un acervo bibliográfico indispensable para la investigación histórica del país. En ellas se abordan también temas relevantes para la Filosofía, la Sociología, la Economía, el Derecho, la Genealogía, la Ciencia Política, la Antropología, el Arte, la Literatura, la Educación, el pensamiento social, la oralidad, la vida cotidiana y las mentalidades.

No hay allí un tema ajeno al interés de las Ciencias Humanas y las Humanidades en general. En sus inicios, Clío tenía un formato periodístico de fascículo con artículos publicados en varios números, temas, noticias, cartas y bibliografía nacional y extranjera. La diversidad temática obedecía al tipo de formación intelectual de la época. En la medida en que la historia se convirtió en un campo más especializado, la diversidad temática se redujo.

Realizar en su 75º aniversario una síntesis de sus contribuciones y debates es una tarea compleja, problemática y, seguramente, difícil de alcanzar por la variedad de temas y autores. Por la Academia pasaron o escribieron figuras de la talla de Federico Henríquez y Carvajal, Emilio Prud’homme, Félix Evaristo Mejía, el arzobispo Adolfo Nouel, Max y Pedro Henríquez Ureña, Emilio Rodríguez Demorizi, Vetilio Alfau Durán, Manuel Arturo Peña Batlle, Joaquín Balaguer, fray Cipriano de Utrera y Julio Genaro Campillo Pérez. Esta honrosa lista es injusta porque deja fuera más de cincuenta autores no menos relevantes para el pensamiento social dominicano. Lo mismo sucede con los formatos y temas abordados, entre los cuales se incluyen ensayos, artículos, investigaciones, documentos, críticas y debates.

Como mínimo podemos seleccionar unos veinte conectores temáticos claves: el concepto de historia; investigación y enseñanza de la historia; archivos y documentos; eventos conmemorativos; prehistoria y arqueología; historia colonial, republicana y contemporánea; relaciones entre Francia, Haití y República Dominicana; Estado y nación; independencia, anexionismo y nacionalismo; pensamiento liberal y conservador; símbolos y efemérides patrias; Iglesia; patrimonio histórico e identidad nacional.

El Decreto No 186 del 23 de junio de 1931 que creó a la Academia Dominicana de la Historia determinó que: “quedará solemnemente inaugurada el próximo 16 de Agosto en el aula magna de la Universidad de Santo Domingo. (…) “celebrará sus sesiones, por el momento, en el local del Consejo Nacional de Educación” (…). La Superintendencia General de Enseñanza pondrá a disposición de la misma el material que necesite para su funcionamiento y proveerá a su instalación”.

Este párrafo estableció gran responsabilidad a Max y Pedro Henríquez Ureña, como incumbentes de esta cartera, en la creación de la institución. El decreto fue modificado en 1997 y 2003. Los miembros iniciales de la Academia fueron 13: Monseñor Doctor Adolfo Alejandro Nouel Bobadilla; Dr. Américo Lugo Herrera; Dr. Federico Henríquez y Carvajal; Lic. Manuel Ubaldo Gómez; Dr. Manuel de J. Troncoso de la Concha; Dr. Arturo Logroño; Dr. Max Henríquez Ureña; Lic. Emilio Prud´homme; Lic. Leonidas García; señor Emilio Tejera Bonetti; Dr. Alcides García; y Sr. Ramón Emilio Jiménez.4 Américo Lugo Herrera y los hermanos Alcides y Leonidas García Lluberes declinaron el nombramiento.

El primero motivó la decisión en carta del 20 de agosto del 1931 “a causa de arraigadas convicciones personales”.5 En 1928 había declinado la membresía en la Academia de la Lengua porque —argumentó— no sabía escribir a la altura de la institución y el único que podía hacerlo era Emiliano Tejera y había fallecido. Los hemanos García no explicaron la actitud, pero se suponen conflictos internos con otros miembros de la institución u oposición al régimen de Trujillo.

En 1933 el estatuto reglamentario fijó en doce los académicos numerarios siendo electos Félix Evaristo Mejía y Pedro Henríquez Ureña, quien al marcharse a Buenos Aires fue nombrado Académico Supernumerario. Por tal ausencia y por la muerte de Prud´homme fueron escogidos Andrejulio Aybar y Emilio Rodríguez Demorizi. Luego Carlos Larrazábal Blanco entró por el arzobispo Adolfo Nouel, fallecido en 1936. El 3 de junio de 1934 se enumeraron con letras mayúsculas del abecedario las sillas de los académicos de número quienes eran políticos, abogados y profesores normales y universitarios, así como connotados intelectuales dominicanos vinculados en su mayoría con la escuela hostosiana.

La relación con la Universidad de Santo Domingo era directa: allí se inauguró y su Rector era el Presidente de la Academia. Además, sus labores se iniciaron con la conmemoración del centenario del nacimiento del arzobispo Fernando Antonio Meriño, restaurador del Instituto Profesional, convertido en 1914 en la Universidad. La primera Acta, publicada en 1933, recogió la sesión extraordinaria del 26 de enero de 1932, día del natalicio de Duarte, en la cual se resolvió que el acto del 27 de Febrero de ese año fuese celebrado en el Aula Magna de la Universidad “ofrecida por el Rector y Maestro” Federico Henríquez y Carvajal. En la misma, Emilio Tejera propuso crear una revista, después de celebrar una Semana dedicada al arzobispo Meriño.6 La segunda sesión se realizó en la biblioteca del arzobispo Nouel.

En enero-febrero de 1933, bajo los auspicios de la grave y serena musa de los estudios históricos, salió el primer fascículo de la revista bimensual Clío “en el estado social y político de la prensa periódica”.7 Su Reglamento, redactado

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