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Actividad Integradora Unidad 4


Enviado por   •  29 de Agosto de 2014  •  1.957 Palabras (8 Páginas)  •  363 Visitas

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Poder presidencial y recursos nacionales

Al iniciar su mandato Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) dio un giro a la política económica e implantó una política expansiva, impulsada por el gasto público (gastar y crecer) con el objetivo de generar riqueza y repartirla para abatir los rezagos sociales, ampliar el mercado interno, combatir la dependencia tecnológica, económica y financiera respecto al extranjero, y aumentar la participación del Estado en las decisiones económicas. El lema de campaña de Luis Echeverría Álvarez fue ¡Arriba y adelante! Sin embargo, el inicio de la crisis económica se remonta a 1973, cuando coincide una crisis económica nacional con una internacional, cuyas características terminaron con la eficiencia del desarrollo estabilizador. Cuando Luis Echeverría asume el poder se encontró con incremento de precios internos, déficit de la cuenta corriente (balanza comercial) y débiles finanzas públicas. Por tal razón, busca estabilizar la economía a través de la reducción de la demanda agregada con políticas monetarias y fiscales restrictivas; logrando así frenar el incremento del nivel general de precios y disminuir el déficit de la cuenta corriente Luis Echeverría se propuso abrir canales de comunicación con los sectores sociales, en particular con los intelectuales, los universitarios y grupos disidentes de izquierda. Con ese objetivo emprendió la política de apertura democrática, con el propósito de que su gobierno fuera visto como una nueva alternativa que recogía a la sociedad la crítica a los actos represivos del gobierno de Díaz Ordaz. Se comenzaron hacer predicciones en el sentido de que en el nuevo sexenio de cumpliría la famosa “ley del péndulo”, la cual sostiene que en la historia posrevolucionaria de México, a un presidente conservador sigue uno de tendencia liberal y así sucesivamente. En el período de Echeverría surgió además la idea de que el cambio más importante para el país no era sólo de condiciones sociales, políticas o económicas, sino un cambio de estructuras mentales y empezó a hablar de autocrítica, de apertura política y del valor de la “praxis”. La tendencia del nuevo gobierno llevaba la intención de volver al equilibrio del régimen sostenido en el binomio populismo-capitalismo, como un medio de dar satisfacción a las demandas de las nuevas generaciones que resistían el cambio de rumbo, desfavorable para ellas, operado en el sistema desde el inicio de la posguerra. Un proyecto reformista en lo económico que habría de corregir los defectos del modelo de desarrollo estabilizador, el cual, no solo había sido incapaz de lograr la justicia social sino que por el contrario, había creado una aguda concentración del ingreso en las altas capas de la sociedad, acentuando con ello las desigualdades. Reconoció que el progreso material del país se había logrado a costa del sacrificio de la economía popular y de la excesiva explotación de los trabajadores. Prometió también reorganizar la reforma agraria mediante mecanismos de colaboración entre predios ejidales y privados, y replanteó la idea de colectivizar los ejidos con miras a aumento sustancial de la productividad. Propuso la aplicación de los recursos económicos en manos del Estado a fin de promover una política de creación de empleos y la aplicación de la planta industrial, lo cual exigía llevar a cabo una reforma fiscal a fondo y reducir de manera consistente el endeudamiento público interno y externo. A los empresarios propuso un nuevo programa económico cuya base sería la producción de manufacturas para la exportación, incluyendo en dicho programa a los empresarios extranjeros. José López Portillo Rodeado de la polarización y el desorden legados por la administración de Luis Echeverría, el 1 de diciembre de 1976 tomó posesión como presidente de México y pronunció un impecable discurso que le ganó apoyos y confianza por su interés conciliatorio y el abandono de la retórica demagógica y grandilocuente que privó en todo el sexenio anterior. Su proyecto de gobierno se dividía en tres partes: • dos años de recuperación, • dos de consolidación y • dos de crecimiento acelerado Inició su mandato presidencial en medio de un ambiente de incertidumbre y bajo el impacto psicológico de la devaluación decretada por su antecesor, la que significaba el fracaso del nuevo rumbo por el que Echeverría había tratado, sin éxito, de impulsar la economía del país. A los ojos de propios y extraños, el modelo de “desarrollo compartido” había demostrado no ser una opción viable para corregir las diferencias del modelo de desarrollo estabilizador que el propio presidente saliente criticara al principio de su administración; correspondía ahora a su sucesor enmendar las fallas de la fracasada política económica. Cimentó su prestigio como gobernante en la premisa fundamental de que había sido electo para administrar la crisis. Pero sobre todo para él, era de gran importancia lograr reconciliación con los miembros del sector empresarial resentidos contra el sistema político. Bajo las difíciles condiciones socioeconómicas en que se encontraba el país, era imprescindible para el nuevo gobierno recuperar el apoyo de la iniciativa privada puesto que era necesaria la colaboración de este sector para llevar a la práctica un plan de reformas capaz de solucionar la crisis financiera. Con la reforma política se buscaba un doble propósito; por un lado se trataba de institucionalizar las demandas de apertura política de la disidencia, impidiendo que ésta tomara el camino de la subversión como había sucedido en el sexenio anterior; por otra parte se pretendía otorgar a las instituciones públicas una mayor representatividad política y social, permitiendo que el Estado ensanchara las posibilidades de representación política de modo tal que se pudiera captar “ el complicado mosaico ideológico nacional de una corriente mayoritaria, y de las pequeñas corrientes que, difiriendo en mucho a la mayoritaria, forma parte de la nación. Se llevó a cabo una reforma en la administración pública, pues se advirtió que el Estado estaba perdiendo eficacia en virtud de haber crecido desmesuradamente. En su estructura orgánica, la administración pública federal está integrada por dos sectores: la administración centralizada

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